ISABEL I DE INGLATERRA (1533-1603)
100 Personajes de la Reforma Protestante. México, CUPSA, 2017.
Reina de Inglaterra, nacida en
Greenwich y fallecida en Richmond, hija del rey Enrique VIII y de Ana Bolena. Su derecho a la
sucesión del trono se basó en el testamento de su padre de 1543. Después de
ascender al trono, disolvió el Parlamento y estableció las bases de la Iglesia
de Inglaterra. No se nombró “Cabeza” de la iglesia sino Suprema Gobernadora, es
decir, fiduciaria. El Acta de Uniformidad
exigió de los ministros eclesiásticos un juramento, pero permitió la
conformidad meramente externa (presencia en las acciones litúrgicas). Mediante
diversos documentos de culto exigió el juramento de los ministros y siguió una
política pragmática propicia para el acuerdo. En 1555, la joven Isabel, aún
princesa, dedicó a su hermano Eduardo VI su traducción al latín de una obra de
Bernardino Ochino subrayando la importancia de la misma a causa del exilio de
su autor por causa de su fe en Cristo. También tradujo al inglés El espejo del alma pecadora, de
Margarita de Navarra, y leyó las obras de Philipp Schwarzerd. Cuando se
convirtió en reina de Inglaterra, sus relaciones con Ochino siguieron siendo
estrechas, aunque su política religiosa se hizo más prudente y atenta a los equilibrios
políticos ingleses, hasta el punto de que algunos historiadores la definieron
como una “católica anglicana”. Incluso corrigió la edición de 1552 del Libro de Oración a fin de atenuar las
diferencias entre católicos y protestantes.
Contra los Estuardo,
aliados de los franceses, apoyó el Covenant
de los lores escoceses, lo que impuso en Escocia la iglesia presbiteriana
(1560). En el Tratado de Berwick (1586) llegó a reconocer las religiones
protestantes de Escocia y Alemania como ramas con idénticos derechos en el
árbol de la iglesia cristiana. El regreso de la reina viuda María Estuardo de
Francia al trono escocés (1561) terminó, después de algunas dificultades, con
la huida de María a Inglaterra (1568), donde fue tomada prisionera como rival
al trono. Ningún católico murió en la hoguera como hereje, pero unos 250 fueron
ejecutados por traición. Reinó por poco más de 44 años.
Bibliografía
“Isabel I de Inglaterra”, en www.iglesiapueblonuevo.es/index.php?codigo=bio_isabeli;
Kurt Kluxen, “Isabel I de Inglaterra”, en Walter Kasper et al., eds., Diccionario
enciclopédico de la época de la Reforma. Barcelona, Herder, 2005, pp.
294-295; Federico Mare, “Los orígenes del Estado laico (II): la Inglaterra
protestante y las persecuciones religiosas”, en www.mdzol.com/nota/578090-los-origenes-del-estado-laico-ii-la-inglaterra-protestante-y-las-persecuciones-religiosas/
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LAS 95 TESIS DE LUTERO Y LA CRISIS DE PODER DE
SU ÉPOCA
Tomás Gómez Bueno
Protestante Digital, 18 de junio de 2017
El surgimiento de la Reforma Protestante vino a transformar la relación de poder
existente en el siglo XVI. Se trata de un acontecimiento que, junto al
Renacimiento, está vivamente subrayado sobre la línea que pone fin a la Edad
Media y da inicio a la Edad Moderna.
El clima social
que en todos los órdenes emergió con la Reforma Protestante motorizó cambios
decisivos en toda Europa y en toda la historia de Occidente. El mapa político
europeo fue alterado por el impacto de este acontecimiento. Novedades como la
imprenta y otros inventos crearon un nuevo ambiente en el orden social de la
época y no hay dudas de que surgió una nueva conciencia de la relación del
hombre con Dios, con la vida y con toda su realidad.
En esta época
nació una nueva forma de conocer y pensar que dio paso a una gran
transformación, cuyo impacto en el aspecto religioso, político, cultural y
económico de la humanidad ha sido enorme y continúa sintiéndose 500 años
después. Las instituciones modernas, incluyendo el Estado y gran parte del
andamiaje político y jurídico en que se soporta la sociedad de hoy no se puede
entender a cabalidad sino se apela a los principios fundamentales sobre los que
se erigió la Reforma Protestante.
El gesto
emblemático que da inicio a este movimiento fueron las 95 tesis de Martín
Lutero posteadas el 31 de octubre a la entrada del Castillo de Wittenberg en
Alemania. Escritas en latín y tituladas “Cuestionamiento al poder y eficacia de
las indulgencias”, estas 95 tesis abrieron la entrada de Lutero al escenario de
lo que fue la Reforma Protestante. Rápidamente traducidas al alemán e impresas
circularon con gran profusión e impacto, no sólo en Alemania, sino también en
otras partes de Europa.
Más que una
simple lista de consideraciones religiosas, ellas fueron un llamado al debate
de las ideas, a la pluralidad de opinión, a la puesta en la agenda pública de
pensamientos y creencias que por siglos permanecieron aplastadas por un sistema
religioso intolerante que no admitía disidencia ni disputa.
Con estas
propuestas públicas, con este desafío en plena calle llamando a suscitar el
debate se empujaban hacia el descrédito las ya vilipendiadas indulgencias,
credenciales comercializadas por la Iglesia para otorgar la salvación por
dinero y supuestamente librar las almas del castigo eterno.
Llama la atención
que estas 95 tesis fueron resultado de un tormento de conciencia que había
alcanzado en Lutero niveles de profunda y dolorosa crisis personal. Una crisis
que encarnaba todo una época y su respuesta sintonizaba con inquietudes
similares que surgían en otros puntos. Este estado de angustia llevó a Lutero a
experimentar una conversión estremecedora y convincente que le dio un impulso
vital. Se trataba de un asunto moral, de conciencia, de repercusión
escatológica que los sacramentos religiosos de la Iglesia Católica habían sido
incapaces de responder. Los dos principios básicos que definen el aporte de la
Reforma Protestante al nuevo orden político y religioso de la modernidad son la
sola escritura y la sola fe. Es aquí donde reside el germen de la libertad de
conciencia que es el fundamento de las demás formas de libertades y derechos
humanos.
El problema de
Lutero era conocer cómo recibe el hombre el favor de Dios para alcanzar la
salvación. Su búsqueda había sido desesperada y angustiosa. Sus lecturas habían
sido intensas, agotadoras y torturantes. La respuesta, simple, pero iluminadora
y convincente, la encontró directamente en la Biblia: “El justo por la fe
vivirá” (Romanos 1:17). El hombre es salvo por la fe. Este es el nuevo
paradigma. Cualquier otro mecanismo para alcanzar la salvación es inútil. ¿Pero
quién y dónde se afirma esto? es la pregunta crucial.
Esto lo revela
Dios mismo en su Palabra, la Biblia, única fuente de autoridad para explicar el
plan divino para la salvación y establecer las normas y principios de
convivencias por las que debe regirse el ser humano para alcanzar la vida
plena. Esta autoridad había sido secuestrada, usurpada y desconocida por la
Iglesia Católica y, en su nombre se había erigido un poder que tergiversaba y
negaba esta autoridad.
El mérito de
Martín Lutero fue poner la Escritura en el centro del debate de su época. Cabe
recordar las memorables palabras de su discurso, precisamente ante los dos
representantes del poder que prevalecía en su época. Fue ante el Emperador del
Sacro Imperio Romano Germánico, Carlos V y del Papa León X, el 18 de abril del
1521, que Lutero en la Dieta de Worms defendió con firmeza sus creencias: “A
menos que esté convencido mediante el testimonio de las Escrituras o por
razones evidentes —ya que no confío en el Papa, ni en su Concilio, debido a que
ellos han errado continuamente y se han contradicho—, me mantengo firme en las
Escrituras, a las que he adoptado como mi guía. Mi conciencia es prisionera de
la Palabra de Dios, y no puedo ni quiero retractarme de nada, reconociendo que
no es seguro o correcto actuar contra la conciencia. ¡Que Dios me ayude! Amén”.
Originalmente
los reformadores buscaban una transformación a lo interno de la iglesia. Es el
contexto histórico y las exigencias de sus postulados lo que los llevan a tener
impacto en toda la sociedad en sentido general. Es aquí donde nace el impacto
político de la Reforma Protestante, una convulsión humana colectiva, cuyos
efectos aun no acaban medirse.
Con Lutero, la
autoridad y el poder de la Iglesia Católica comienzan hacer crisis. La imprenta
hace que las ideas de Lutero se difundan con gran despliegue y su propia
persona adquiere una dimensión inusitada. La Iglesia va perdiendo poder de
mediación y control sobre la vida individual y pública y comienza a surgir una
nueva subjetividad, emerge según muchos pensadores, el individualismo moderno
que porta un sentido de libertad, igualdad y dignidad humana que tendrá
importantes repercusiones políticas, especialmente en lo que tiene que ver con
nuevas concepciones del poder, con nuevas formas de organización de la sociedad
y otros fundamentos que legitiman la autoridad y el orden que deben definir los
modelos de convivencia modernos. […]
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NOEMÍ: SUEGRA
Margot Kässmann
Todo sacerdote, toda pastora, se encuentra en
algún momento, celebrando una boda, con el siguiente versículo: “Adonde
tú vayas, iré yo; donde tú te quedes, me quedaré yo”. Preciosas palabras. De
hecho, un testimonio de amor y confianza. Sin embargo, estas palabras no se
pronunciaron para expresar la relación entre un varón y una mujer, sino entre
una nuera y una suegra. […]
Esta es una historia que todavía hoy nos conmueve.
Demuestra la unión de dos mujeres que, en principio, no tienen por qué vivir
juntas. Las suegras tienen mala reputación, también en nuestro tiempo: al que
más quieren es al hijo; solo desean lo mejor para él; ninguna mujer está a su
altura; una nuera molesta... También la madre de la hija está en una posición
difícil: se recuerda de buena gana lo «arpía» que es, y cómo le gusta controlar
a su yerno. También pueden surgir conflictos en relación con los nietos: ella
les permite comer chocolate, aunque los padres no estén de acuerdo. Los padres
les permiten irse más tarde a la cama, pero a la suegra no le parece bien. A la
suegra le parece que no puede decir nada; los padres creen que su intervención
les resta autoridad... Rut, Booz y Noemí supieron convivir en estrecha unión, a
pesar de todas las tensiones posibles. Esa convivencia es una prueba de
comprensión y amor mutuos.
Cuando nació mi cuarta hija, el médico dijo, medio alarmado:
“¡Es otra niña!”. ¿Es que él pensaba que mi única intención al volver a
quedarme embarazada era tener un hijo? Una conocida dijo entonces: “No se
preocupe, ¡los chicos ya llegan solos!”. Y es cierto. Todavía no soy suegra,
pero los amigos de mis hijas ya se han ganado mi cariño, porque veo, y han
demostrado, que ellos apoyan a mis hijas, y estas los quieren. Pero, ¿qué
pasaría si no me gustaran esos chicos? Se notaría una cierta distancia, un
sentimiento de rechazo. Tras haber seguido de cerca la primera etapa de la vida
de su hija, una madre es crítica con la persona con la que esta decide
compartir el resto de su vida.
Tal vez sea esto lo que tan fácilmente nos lleva a
caricaturizar a una suegra: quieren a su propio hijo, les gusta protegerlo y
solo desean lo mejor para él. Cuando luego el amor del hijo va destinado a otra
persona, que no acaba de convencer a las suegras, estas pueden llegar a ser muy
críticas. Nadie puede hacernos tanto daño como alguien a quien conocemos bien,
alguien a quien queremos. Y seguramente muchas veces las madres tienen razón al
decir: el nuevo novio, o novia, no es bueno para mi hijo. Tales ideas pueden basarse
en esta convicción: “¡Nadie sabe cuidar de mi hijo tan bien como yo!”. O pueden
causarlas los celos: “¡Mi hijo quiere a otra persona más que a mí!”. O bien la incapacidad
de aflojar las riendas: “Pasada la fase de crianza de mis hijos, puedo dedicarme
a conocerme mejor a mí misma. Mi vida no puede estar ya totalmente supeditada a
la de mis hijos. Ellos viven la suya, y necesitan libertad para hacerlo, y yo, como
madre, también tengo que dejarlos libres”.
A la vez, hay muchas suegras que hacen todo lo posible
por apoyar a sus hijos, biológicos y políticos. Muy frecuentemente desarrollan
un amor especial por sus yernos y nueras. Noemí es un ejemplo magnífico que nos
brinda la Biblia. Demuestra que aprecia sinceramente a Orfá y a Rut. Desea lo
mejor para ellas, sobre todo tras la difícil pérdida de sus hijos. Tiene que
ser duro para Noemí perder primero al esposo y después a sus hijos. No va a
tener nietos, así que regresa a su tierra natal. Es comprensible. Busca, al
menos, sentirse protegida por estar rodeada de personas conocidas, que hablan
una lengua que le es familiar.
La voluntad de las dos nueras de acompañarla a un país
extranjero es una profunda muestra del cariño mutuo que unía a estas mujeres.
Un amor así crece generación tras generación. A menudo se cuentan historias
sobre este tema, por ejemplo, sobre abuelas y nueras que han huido juntas. En
cualquier caso, sé por experiencia que también hay muchas abuelas que ayudan a
sus hijas y nueras a cuidar de los nietos en la rutina diaria.
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