sábado, 8 de septiembre de 2018

La auténtica libertad, una necesidad espiritual, L. Cervantes-O.

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9 de septiembre, 2018


Yo soy el Dios de Israel. Yo los saqué de Egipto y les di libertad. Deben sentirse orgullosos de esto, pues nunca más volverán a ser esclavos.                       
Levítico 26.13, Traducción en Lenguaje Actual

Toda mi esperanza
la tengo puesta en Dios. […]
No te tardes,
pues tú eres quien me ayuda;
¡tú eres mi libertador!
Salmo 40.1,17b, Traducción en Lenguaje Actual

El análisis de un tema como la libertad en la Biblia obliga a estudiar los diferentes acontecimientos relacionados con ella desde una mirada sensible y atenta a las grandes necesidades humanas. Las Escrituras no definen minuciosamente el concepto de libertad, pues más bien lo despliegan de diversas maneras en los acontecimientos históricos experimentados por el pueblo de Dios. esto se aprecia desde los inicios mismos de la historia de salvación, cuando se confrontaron dos proyectos opuestos de vida. Por un lado, el esclavista, propio de una época de la historia humana que ha llegado incluso hasta muy recientemente. Y por el otro, el de la liberación divina, ejercido contra viento y marea en medio de complicados procesos sociopolíticos y espirituales. La libertad humana fue un proyecto prioritario para el Dios del éxodo, quien se reveló como una divinidad liberadora empeñada en conseguir que su pueblo experimentara la genuina libertad para adorarlo y rendirle culto. A la soberanía divina, espacio de plena libertad para el Dios creador, le corresponde la libertad humana, condición imprescindible para comprender la “imagen y semejanza” divina.

Pero, al parecer, para los textos sagrados no basta con la “libertad externa”, sujeta a los dictados de los poderes materiales e históricos, puesto que la existencia humana tiene mayores aspiraciones. Se trataba también de lograr una liberación integral, plena, que abarque todos los aspectos de la vida. Mucho de la ansiedad por esa libertad completa está expresada en los salmos que invocan a Dios para obtener de Él el beneficio concreto de la liberación de situaciones adversas. La primera mención de la libertad corre por cuenta de Isaac, quien designó de esa manera (Rehobot, “lugar espacioso”) un pozo justo antes de que Dios le anunciara la renovación del pacto con su padre (Gn 16.22, 24). En Gn 49.21 se afirma que Neftalí ama la libertad. En Éx 21.8, 11, 26-27 es un don práctico ligado a la vida deseada por Dios para algunos esclavos y mujeres. En Lv 25.8-13 y Dt 15 es una consecuencia directa del año del jubileo a fin de superar la esclavitud. En Lv 26 y Dt 13, el propio Dios hace una afirmación tajante acerca de su orientación libertaria. En el salmo 18.19 se dice explícitamente: “Me diste libertad, ¡me libraste porque me amas!”. Y algo similar aparece en numerosos salmos. En Isaías se anuncia continuamente la libertad ofrecida por el Señor (44.23, 48.20, 58.6, 61.1), así como en muchos de los demás profetas.

El salmo 40 es el itinerario de una experiencia de liberación interior y exterior. Da testimonio de una súplica escuchada, como respuesta a la espera impaciente (1-3, o 1-5), pues Dios se convierte en apoyo ante una nueva tribulación y el salmo anuncia la espera de una nueva liberación (11-17). “Acaso los versículos 5s sean el texto del ‘cántico nuevo’ (3): por mucho empeño que ponga el poeta para contar o narrar las maravillas de Dios, siempre habrá un ‘algo más’ o ‘alguien más’ que excede la narración —‘eres incomparable’ (6)—“ (Biblia de Nuestro Pueblo). “

El principio del salmo es una frase familiar, “esperé pacientemente”. Ésta es una traducción débil. El texto tiene un infinitivo absoluto que podría ser traducido mejor. “He esperado intensamente en Yahvéh”. Ciertamente todas las otras esperanzas se agotaron. Los versos 1-10 afirman que se cumplió y no desconcertó esta esperanza apasionada. La esperanza fue contra todas las evidencias en la convicción de que Yahvéh pudiera trabajar una novedad genuina. La esperanza no quedó desilusionada.[1]

No siempre las ansias de libertad son respondidas en los ámbitos de poder de los que disponen una persona, una comunidad o una nación. El Dios bíblico siempre ha prestado oído al clamor por la libertad y ha enviado libertadores/as: no otra cosa son innumerables personajes, desde Moisés hasta el emperador medo-persa Ciro. La respuesta aquí es minuciosa y personalizada: “él se inclinó, oyó, me sacó, asentó mis pies, puso un canto nuevo en mi boca” (1-3a). “El rescate personal es asunto de interés y beneficio público, porque la confiabilidad de Yahvéh en este ejemplo conduce a que otros confíen (bataj). La frase, ‘canto nuevo’, es un signo de orientación nueva. La nueva situación de bienestar requiere de una ruptura con las antiguas súplicas y prácticas litúrgicas”.[2] Se requiere un nuevo lenguaje lírico-teológico para ir de acuerdo con el don recibido, tal como lo ha expresado Bob Marley en su “Redemption song” (Canción de redención, Uprising, 1980): “Viejos piratas, sí, ellos me robaron/ y me vendieron a barcos mercantes/ minutos después me sacaron/ del abismo más cruel./ Pero mis manos se hicieron fuertes/ por la mano del todopoderoso/ nos levantamos triunfalmente en esta generación./ Todo lo que siempre he tenido son canciones de libertad./ ¿Nos ayudas a cantar estas canciones de libertad?/ Porque es todo lo que tengo, canciones de redención”.

“Los verbos de agradecimiento […] sin duda se refieren a una experiencia personal, pero las palabras tienen fuerza imaginativa porque también tocan y aluden a las memorias primitivas de Egipto y del Éxodo. Que Dios se incline y oiga, se acerque y ponga sus pies en nuevos lugares, es la experiencia de todos los israelitas, (cf. Ex. 2:23-25; 3:7-15)”.[3] La segunda parte del poema (6-10) está encajada entre las dos mencionadas, y se relaciona con ellas. “He aquí una serie de correspondencias entre la primera y la segunda parte: tus proezas me desbordan - quiero contarlas y no puedo; no puedo contentarme con los sacrificios preceptuados - porque me has asignado otra tarea” (BNP). “Yahvéh como liberador es quien causa sorpresas, novedades y milagros en el proceso histórico y en la creación. Ningún otro dios actúa así. Este Dios es la fuente adecuada de esperanza y confianza”.[4]

Entre la segunda y la tercera parte constatamos algunas repeticiones: tu fidelidad y tu salvación (10b)/ tu amor y fidelidad (11); amor a tu voluntad (8a)/ Dígnate [ten voluntad de] librarme (13a); - no he cerrado mis labios (9b) / no reprimas tu ternura (11a). “El centro del salmo es el cumplimiento de la voluntad divina. No es la mera ley; es la instrucción de Dios, grabada en lo profundo del ser” (BNP). Es una instrucción “evangelizadora” de anunciar, decir, proclamar, anunciar, pero no algo aprendido en los libros, sino experimentado cotidianamente. “El autor hace grandes esfuerzos para indicar que él no ha desperdiciado las noticias de su nueva vida: ‘He publicado la justicia (basar)’, ‘No he contenido mis labios’ [9b], ‘No he escondido tu justicia (tsedaqah) en el fondo de mi corazón’ [10a], ‘He proclamado tu lealtad (emünáh), tu salvación (teshuaí)’ [10b], ‘No he ocultado tu amor (jésed) y tu verdad (émet)’ [10c]”. Hebreos 10.5-10 cita y comenta los versículos 6- 8: el Señor vino a cumplir la voluntad de quien lo envió. Quien ha experimentado el amor o la ternura divina se sentirá impulsado a anunciarlo, como grato mensaje, aunque sea a costa de la vida.
La experiencia de la libertad-liberación obrada por Dios es un verdadero detonante de transformaciones vitales que desembocan en la proclamación de las grandezas del Señor y de su interminable misericordia redentora. El Dios de Jesús está ligado indisolublemente a las ansias libertarias de la humanidad entera (Amós 9.9). Por eso podemos y debemos exclamar, como los antiguos creyentes: “¡Tú eres mi Libertador!”.


[1] Walter Brueggemann, El mensaje de los Salmos. México, Universidad Iberoamericana-Colegio Máximo de Cristo Rey, 1998 (Palabra viva, 2), p. 191.
[2] Ídem. Énfasis agregado.
[3] Ibíd., p. 192.
[4] Ídem.

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