sábado, 8 de septiembre de 2018

Letra 585, 9 de noviembre de 2018


LAS DISCÍPULAS DE JESÚS (XIII)
Ana María Tepedino

Resultado de imagen para martha y maria paintingMarta de Betania, teóloga y profeta
Muchas mujeres se identifican con la Marta del relato de Lucas (cf. Lc 10.38-42), aquella ama de casa que recibió a Jesús en su casa y trabajaba en la cocina mientras su hermana María escuchaba las palabras de Jesús sentada a sus pies.
El texto opone a las dos hermanas y la tradición lo entendió en el sentido de una oposición entre la vida contemplativa, representada por María, y la vida activa, representada por Marta.
Pero, ¿acaso ésta es la única imagen bíblica de Marta? No; en realidad, el retrato que nos pinta el cuarto evangelio (cf. Jn 11.10-44) es en extremo positivo. Nos la presenta como una discípula de fe muy fuerte.
Según el cuarto evangelio, en las comunidades cristianas, la categoría fundamental es la del discipulado. Discípulo es aquél que sigue al maestro, cree en Jesús y debe vivir en el servicio gratuito y en el amor, dando testimonio de Jesús, que nos amó hasta el último instante de su vida (cf. Jn 16.1). Por la práctica del agapé, todos sabrán que son discípulos de Jesús. Para la comunidad, la máxima autoridad era el «discípulo amado» que habría sabido amar y, por tanto, vivir la fe de forma adecuada.
Como vimos anteriormente por el relato de la samaritana, la idea de discípulo incluye tanto a hombres como a mujeres. Schüssler Fiorenza dice que “las mujeres mencionadas en el cuarto evangelio son modelo de discípulos, tanto para los hombres como para las mujeres”. Y Brown entiende que debía ser escandaloso que el evangelio de Juan diese un papel tan prominente a las mujeres109. (cf. Jn 2: María (madre); Jn 4: la samaritana; Jn 11: Marta; Jn 12: María de Betania; Jn 20: María Magdalena).
Es interesante ver cómo nos presenta el cuarto evangelio la familia de Betania: Jesús amaba (agapán) a Marta, a su hermana y a Lázaro. Parece que, cuando iba a Jerusalén, se hospedaba en esta casa (cf. Mc 11,11; 14,3)110. Allí se sentía en familia, en la “nueva familia” de quienes hacen la voluntad del Padre (cf. Mc 10,28-30). Ellos son sus discípulos y Jesús es su Maestro.
El evangelio nos cuenta que cuando Jesús sabe de la muerte de Lázaro a quien amaba (aquí el evangelista utiliza la palabra agapán), se puso tan triste que lloró (cf. Jn 11.35), lo que demuestra la profunda amistad y la sensibilidad de Jesús.
En esa experiencia de amistad, de amor, se va produciendo un encuentro basado en la revelación y en la acogida de las personas, que proporciona un conocimiento mutuo, un reconocimiento de lo que cada una de ellas es en el fondo de sí misma. De este modo, se va revelando el misterio de cada uno. En este ambiente de Betania, en compañía de esas personas a las que amaba y que lo amaban, Jesús hablaba de sí mismo, del Reino, de las alegrías y dificultades que iba experimentando, así como también escucharía a sus amigos.
Tal vez esa historia de convivencia, esa historia familiar, esa experiencia de diálogo que profundiza la comunión sea la que prepara la revelación de Jesús a Marta, así como la profunda fe que ella manifiesta.
El texto nos dice que, al saber que Jesús llegaba, ella corre a su encuentro, en contra de las reglas de la hospitalidad, que imponían esperar a que el huésped llegara a la casa. A pesar de que hacía tres días que Lázaro había fallecido, espera ansiosa y confiada, que Jesús actúe (Marta revela aquí que participa de la fe de su pueblo en la resurrección de los muertos en el último día). En el diálogo con Jesús se produce una profundización de su fe.
En contra del estilo del cuarto evangelio, en el que Jesús lleva siempre la iniciativa del diálogo, es ella quien lo inicia. Se nos presenta como una persona llena de vida, de fe, con iniciativa, decidida, llena de esperanza.
Aunque en la fuente original el centro del relato estuviese ocupado por el milagro de la resurrección de Lázaro, el evangelista situó el diálogo y la confesión de fe de Marta en el centro del texto. En realidad, lo más importante de la narración no es la resurrección de Lázaro, sino la afirmación de que aquél que va a morir (Jesús) es la resurrección y la vida y que quien cree en él y ama a los hermanos ya ha pasado de la muerte a la vida. Así entendida, la resurrección de Lázaro es un signo de la resurrección de Jesús.
Después de decirle a la samaritana que era el Mesías esperado, pone de manifiesto a Marta de qué tipo de Mesías se trata: el que da la vida y la vida nueva: «Yo soy la resurrección y la vida: el que tiene fe en mí, aunque muera, vivirá…; no morirá nunca» (Jn 11.25).
Esta revelación que hace Jesús a una mujer es el culmen de su ministerio público.
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EL CAMINAR DEL DISCÍPULO
DISCIPULADO Y SEGUIMIENTO DE JESÚS
Dietrich Bonhoeffer

Dijo Jesús a sus discípulos: “Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el reino de los cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los cielos”. Al oír esto, los discípulos se asombraban mucho y decían: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándoles fijamente, dijo: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible (Mt 19.23-26).

Del asombro de los discípulos a propósito de estas palabras y de la pregunta que plantean para saber quién puede salvarse, se deduce que no consideraban el caso del joven rico como un caso especial, sino como el caso más corriente. En efecto, no preguntan: ¿Qué rico?, sino, de forma general: ¿«Quién» podrá salvarse?, precisamente porque todo el mundo, incluso los mismos discípulos, pertenecen a estos ricos para los que es tan difícil entrar en el reino de los cielos. La respuesta de Jesús confirma la interpretación que hacen los discípulos de sus palabras. Salvarse en el seguimiento es imposible a los hombres, mas para Dios todo es posible.
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BIBLIA Y LIBERACIÓN
José Severino Croatto

Resultado de imagen para severino croattoTratar del tema bíblico de la "liberación" supone en principio que hay un contenido querigmático. la Biblia no discute "nociones" sino que enuncia y anuncia un mensaje, Si discute, son las actitudes de los hombres las que interpela. Por. Tanto, cuantas veces leemos un relato de liberación del pueblo de Israel somos advertidos sobre un llamado a nosotros y somos provocados a una búsqueda del "sentido" de lo que Dios hizo y, por eso, "dijo" como Palabra. Con todo esto queremos significar que es muy serio y arriesgado conversar sobre la idea bíblica de "liberación". Uno va teniendo en las manos una Palabra detonante: sirve para "hacer" o mata al que no la usa…
“Liberación” es un vocablo tan usado en estos tiempos, como lo era el de “salvación” (sotería) en la época de Cristo: no sólo en Palestina sino también en todo el ámbito helenístico, era una de las palabras claves que encierran toda una cosmovisión. Así también sería el término “gnosis” en los primeros siglos cristianos, y fueron los de “humanismo”, “existencialismo”, etcétera, en los últimos tiempos y es ahora el de “liberación”. Todo el mundo lo usa, necesita usarlo, aun sin entenderlo, aun ”introyectándolo” en su propia cosmovisión antiliberadora (se necesita de todos modos “usar” la palabra para quedar bien y no ser denunciado como anticuado o reaccionario).
Cuando una palabra-clave y cosmovisional se generaliza, pierde intensidad y se agota su poder interpelante. Una vez más, ello nos indica que son los hechos los que recargan de sentido a la palabra. Vale lo del Evangelio: “No todo el que dice ‘Señor, Señor’ ... sino el que hace...” (Mateo 7.21). Será la realidad la que permitirá discernir entre quien “habla” de liberación y el que está metido en su proceso. Ahora bien, “liberación” es una palabra que todavía “habla” y “dice” mucho, llena de esperanza por lo que trae desde su alumbramiento en la historia del éxodo y por lo que puede ser “recargada” a partir de los genuinos hechos liberadores, sobre todo en nuestra América Latina, que sufre un largo y penoso cautiverio pero que tiene conciencia del llamado a ser una patria grande liberada. […]

Liberación y libertad
Es fácil constatar en el hombre actual una búsqueda y una afirmación de la libertad. En las últimas décadas se intensificó una toma de conciencia de los valores personales en reacción contra una maraña de mecanismos de opresión tejida a lo largo de siglos, a veces en nombre de la misma religión, otras en el de una falsa "cultura" que impone pautas opresoras de comportamiento o enaltece valores secundarios sumergiendo los superiores. […]
En todos los tiempos hubo injusticias (por algo se dio la primera ref0rma social que conocemos, la del rey sumerio Urukagina, ya hacia el 2600 a.C.) y en todas las épocas hubo intentos de liberación. Es una expresión de la historia humana... Pero es en nuestra era cuando el hombre comenzó a atacar a la opresión en todos sus frentes, el social (por los negros, los trabajadores, por las clases desheredadas), en el político (por las naciones pobres y mantenidas en ¡el subdesarrollo, por los sectores marginados dentro de un país), en el cultural (contra una forma típica de colonialismo), en el psicológico (sobre todo por el psicoanálisis) y religioso, esta vez por una independización de lo europeo y jurídico a nivel de estructuras, y por una asunción en serio de la historia como espacio-de-la-fe a nivel de praxis cristiana.
La lucha de tantos pueblos oprimidos que buscan “decir su palabra”, que quieren “ser” lo que ahora saben que pueden y deben ser, es el fenómeno tal vez característico de nuestro tiempo. Hay una nueva valoración de la libertad, en el sentido de una vocación a “ser” con todas las posibilidades que el hombre intuye en sí mismo y en su momento histórico.
Mas al descubrirse "llamado a la libertad”, el hombre, o un pueblo, toma conciencia al propio tiempo de que no la posee; ante el riesgo de frustración y ante el reclamo de aquella vocación, inicia un proceso de liberación. Por tanto, lo más importante no es la liberación sino la libertad. Aquélla es un proceso “hacia” ésta, que es el “lugar” ontológico en que el hombre puede realizarse. Veremos que el éxodo es una gesta de “liberación”, pero no la posesión de la libertad. La “salida” de Egipto es el primer paso que mueve hacia la “entrada” en la tierra de la Promesa.
Las luchas de nuestros pueblos latinoamericanos no son una condición de su ser sino de su camino hacia la independencia real (sólo “programada” en las gestas patrióticas de 1800). Este inmenso clamor de la humanidad, que de pronto se siente gimiendo bajo el yugo del “ser-de-otro” fabricado por los propios hombres, adquiere ahora un volumen antes inaudito gracias a los nuevos métodos de “concientización” instrumentados por las ciencias sociales y de comunicación.
Ahora bien, como el grado de madurez a que ha arribado el hombre de nuestro siglo no le permite ya atribuir sus males al destino sino al egoísmo o al afán de poder de sus hermanos, sabe también que su propia libertad “vocacional” es también su “libertad” presente para desatar su propio proceso de liberación. Este hecho tiene su incidencia en la reflexión bíblica que queremos establecer.

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