viernes, 28 de diciembre de 2018

Isaías 52.1-10 / I Juan 1.1-17, TLA

Dios dijo:
¡Despierta, Jerusalén, despierta!
¡Levántate y sé fuerte!
Jerusalén, ciudad santa,
vístete de gala,
que los enemigos extranjeros
ya no volverán a atacarte.
¡Jerusalén, levántate!
¡Sacúdete el polvo!
¡Quítate del cuello las cadenas,
y siéntate en el trono!
Ustedes fueron vendidos por nada,
y ahora, sin dinero serán liberados.
Hace mucho tiempo
mi pueblo descendió a Egipto
y vivió allí como pueblo esclavo.
Y ahora, sin motivo alguno,
Asiria ha maltratado a mi pueblo.
Pero, ¿qué está pasando?
Sin motivo se han llevado a mi pueblo
a la nación de Babilonia;
sus gobernantes se burlan de él,
y en todo momento me ofenden.
Pero vendrá un día
en que mi pueblo me conocerá.
En aquel día sabrán
que yo soy quien dice:
“¡Aquí estoy!”.
Isaías dijo:
Qué hermoso es ver
al que llega por las colinas
trayendo buenas noticias:
noticias de paz,
noticias de salvación,
y le dice a Jerusalén:
“¡Tu Dios reina!”.
¡Escucha!
Tus guardias gritan de alegría,
porque ven con sus propios ojos
que Dios vuelve a Jerusalén.
Habitantes de Jerusalén,
¡entonen canciones de alegría!
Dios ha consolado a su pueblo,
¡ha liberado a Jerusalén!
10 Dios mostrará su poder
a todas las naciones,
y todas las regiones de la tierra
verán la salvación de nuestro Dios.

*

Esta carta habla de la Palabra de vida, la cual ya existía desde antes de que Dios creara el mundo. 2 La escribimos para contarles lo que hemos visto y oído acerca de ella, para que juntos podamos alegrarnos completamente. Así ustedes se mantendrán unidos a nosotros, como nosotros nos mantenemos unidos a Dios el Padre y a su Hijo Jesucristo.
3 La Palabra de vida es Jesucristo, que es quien da la vida verdadera: la vida eterna. Jesucristo estaba con Dios el Padre, pero vino a nosotros. 4 Y nosotros, sus discípulos, lo vimos con nuestros propios ojos, lo escuchamos hablar, y hasta pudimos tocarlo.

5 Jesucristo nos enseñó que Dios es luz, y que donde Dios está no hay oscuridad.[a] Éste es el mensaje que ahora les anunciamos.

Si decimos que somos amigos de Dios y, al mismo tiempo, vivimos pecando, entonces resultamos ser unos mentirosos que no obedecen a Dios. Pero si vivimos en la luz, así como Dios vive en la luz, nos mantendremos unidos como hermanos y Dios perdonará nuestros pecados por medio de la sangre de su Hijo Jesús.


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