Hoy es el último domingo de este año. Durante
este mes nos hemos encargado de hacer hincapié del tema “Jesús de Nazaret,
manifestación plana del reino de Dios” pero este domingo tan especial por ser
el último del año, meditaremos
en “La esperanza que produce la venida del Señor”
un tema que en realidad es parte fundamental de nuestra vida cotidiana y de
nuestra fe cristiana.
Los dos
pasajes que hemos leído nos apuntan a momentos y tiempos de la historia donde
claramente se fundamente la venida del Señor, los cuales nos
permite de esta manera comprender la génesis de esta esperanza del pueblo de
Israel y la manera como los discípulos de Jesús la enriquecieron para ser
aplicada al Maestro de Nazaret. Hay que señalar que en el título del tema que estamos meditando hoy se
refiere a la “venida del Señor”, que abarca una visión más profunda que si
fuera solo el “regreso del Señor”.
En la “venida del Señor” hay que tener presente que se lleva a cabo en varios tiempos y momentos en la historia como
en nuestras vidas. Podemos enumerar tres de ellas: La promesa del Mesías, con
el nacimiento de Jesús, el Pentecostés y la Parusía en cada uno de estos momentos
está presente y de por medio la esperanza. El Nuevo Testamento confirma esta
idea. Lucas el evangelio expresa la pluralidad de esperanzas. Gabriel subraya
ante María que Jesús será rey y heredará el trono de David. Zacarías se mueve
en la órbita del Salmo 17, esperando que la fuerza salvadora suscitada en la
casa de David acabe con los enemigos y permita servir al Señor en santidad y
justicia. Los ángeles, que son los únicos en usar el término "Mesías",
lo presentan como "un Salvador", pero que nace en suma pobreza, débil
como un niño. Simeón lo ve como Salvador, pero también como luz de las naciones
y bandera discutida. Ana sólo piensa en la liberación de Jerusalén.
Lo mismo ocurre en el evangelio de Juan. Los personajes que de él hablan,
del Mesías, manifiestan las posturas más distintas. La samaritana lo ve como
maestro que explicará todo (4,25), y piensa que el Mesías tiene capacidad de
adivinar (nosotros diríamos de ver conocer) su pasado (4,29). Entre el pueblo,
unos opinan que nadie sabe de dónde vendrá (7,26), mientras otros aseguran que
nacerá en Belén (7,42). Para otros, lo típico del Mesías es que hará señales y
milagros (7,31). Incluso los discípulos le aplican el título como podían
aplicarle cualquier otro: "Cordero de Dios" o "Rabí".
Quiero
destacar tres cosas de la esperanza según la Biblia. Primero, las personas
esperan la solución de sus problemas en Dios. El salmista dice: “Sólo en
Dios halla descanso mi alma; de él viene mi esperanza” (Salmo 62:5). “Dichoso
aquel cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en el Señor su Dios”
(Salmo 146:5).
En
segundo, las personas trabajan y se esfuerzan, pero cuentan con el poder de
Dios al enfrentar y superar los desafíos y los peligros de la vida. “Pero los
que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas:
correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán” (Isaías 40:31).
Además
de eso, los personajes bíblicos consideran a Dios como su propia esperanza. En
el Salmo 65:5, leemos: “Tú, oh Dios y Salvador nuestro [...] tú eres la
esperanza de los confines de la tierra”. El profeta Jeremías dice: “Bendito el
hombre que confía en el Señor, y pone su confianza en él” (Jeremías 17:7). Dios
es la esperanza misma, en el sentido de que él es la fuente del poder deseado y
esperado.
Un
tercer aspecto importante de la esperanza es que lleva a las personas a tener
confianza en relación con el futuro. Los hijos de Dios viven intensamente el
presente, pero saben que la vida no se restringe a esta tierra.
Hay
una realidad superior y eterna después de esta. El mismo Dios afirma: “Se
vislumbra esperanza en tu futuro” (Jeremías 31:17). Las promesas de Dios son
fuente de esperanza y certeza. Por lo tanto, la expectativa de aquellos que
tienen esperanza en Dios es tremendamente buena. Por eso, ellos enfrentan los
desafíos con optimismo y reúnen más fuerzas en todos los sentidos, según lo confirman
las promesas y pasajes mencionados.
¿Pero cómo es que el hombre experimenta la
esperanza para su mejor comprensión? El
diccionario nos refiere que esperanza es un estado de ánimo en el cual se cree que aquello que uno desea o pretende
es posible. Para la teología, la esperanza es la virtud que capacita al ser
humano para tener confianza de alcanzar la vida eterna con ayuda de Dios. Pero los estudios
de expertos como Anthony Scioli, profesor de psicología. Desde finales de la
década de 1990, él ha estudiado la esperanza desde una perspectiva científica,
y ha demostrado su fuerte dimensión espiritual y religiosa. Scioli comprobó que
la esperanza está ligada a virtudes como paciencia, gratitud, amor y fe. Y
estas son virtudes originalmente bíblicas. El investigador afirma que la
esperanza no establece vínculo solamente con el prójimo, sino sobre todo con un
Ser superior, es decir, con Dios. Eso muestra que la verdadera esperanza es
diferente del optimismo o el pensamiento positivo. La esperanza liga a la persona
con un Dios personal que es fuente de poder.
El
investigador estadounidense Charles S. Snyder, autor del libro The
Psychology of Hope [La psicología de la esperanza], lanzado en 1994,
entiende la esperanza como una idea motivacional que posibilita a una persona
para que crea en resultados positivos acerca de sus metas y aspiraciones. Según
él, la persona que tiene esperanza logra desarrollar estrategias de vida y de
supervivencia de forma más eficaz, y reúne motivación para ponerlas en
práctica.
En
el área de la salud, las investigaciones han demostrado que el sentimiento de
esperanza ejerce gran influencia en eliminar o reducir problemas físicos y
psicológicos antes de que sucedan. Es decir, el sistema inmunológico y hormonal
de la persona llena de esperanza es más eficaz. Las investigaciones de Snyder
comprobaron que la esperanza ayuda al individuo a reaccionar positivamente en
caso de enfermedades y lesiones. Esas personas son más fuertes en tolerar el
dolor. El psicólogo comprobó que los portadores de esperanza tienen más
capacidad o habilidad adaptativa para resolver sus problemas. La esperanza
realmente tiene poder.
La
emoción o el sentimiento de esperanza, por lo tanto, es capaz de promover no
solo la salud mental, sino también física. Algunos psicólogos relacionan la
depresión con la ausencia de esperanza, situación en que la persona no ve más
solución para sí misma Pero,
para muchos investigadores la esperanza es solamente una cuestión de
“pensamiento positivo”; algo que nosotros mismos producimos. Eso ocurre cuando
se ignora el origen y el mecanismo general de esa emoción.
Las promesas de Dios son fuente de
esperanza y certeza. Por lo tanto, la expectativa de aquellos que tienen
esperanza en Dios es tremendamente positiva. Por eso, podemos enfrentan los
desafíos con optimismo y reunir más fuerzas en todos los sentidos, según lo
confirman las investigaciones mencionadas. La esperanza tiene poder.
Hasta
aquí podemos decir que la esperanza de los que esperaban la venida de un
Salvador fue cumplida y quiero tomar las palabras de un anciano judío llamado
Simeón y de la profetisa Ana (en Lucas 2.28-38) ellos dan testimonio que la
esperanza de muchos como lo refiere el pasaje del profeta Isaías que hemos
leído después de muchos años y siglos se cumplió.
En
ese mismo tenor podemos continuar con las siguiente venida del Señor, la esperanza surge ahora ya no para un pueblo
sino para todos un evangelio que empieza a nacer y es predicado con la venida
de la promesa del Espíritu en el pentecostés que
se llevó a cabo al poco tiempo de la ascensión de Jesús, el derramamiento del Espíritu
como lenguas de fuego sobre la cabeza de los apóstoles y seguidores también en
la predicación de ellos en lenguas que eran entendidas por todo fue el segundo
cumplimento de la profecías de Joel 2.28-29 “sobre toda carne derramare mi
espíritu” y en Hechos 1.10-11 surge la promesa de la venida del Señor que es la
Parusía. Entendemos la Parusía,
como la segunda venida de Jesucristo, a la tierra, todas las referencias
evangélicas dicen que la Parusía, será un evento glorioso, un regreso triunfal
de Jesucristo y el establecimiento Definitivo del Reino.
En su
segunda venida, Cristo cumplirá a cabalidad lo que inició en su primera venida.
En el intervalo entre la ascensión y la parusía Cristo nos encomienda la tarea
evangelizadora en el poder del Espíritu (Hch 1:7). La misión es el sentido de
esta época de gracia (Mt 24:14); es nuestra tarea primordial con nuestros
mayores esfuerzos. En
el tratado Teología de la esperanza,
Moltmann concluye que "el cristianismo solo cumple verdaderamente su misión si
contagia de esperanza a los hombres" (cit. por Jaume Botey, Construir la esperanza. Barcelona, Cristianismo y Justicia, 2008).
Debemos ser una comunidad que contagie de esperanza. Es una
esperanza que nos inspira, no es un temor, y la misión no es fanática sino
esperanzadora. Somos el pueblo de la mayor esperanza que existe, una esperanza
que supera todas las antítesis de la historia en la gran síntesis final de la
venida de Cristo y su reino. Hoy día esto puede ser una parte primordial de
nuestra tarea. Hoy día cuesta esperar; es fácil tirar la toalla y decir que ya
no vale la pena luchar. Muchos dicen: “Luché mucho, me sacrifiqué mucho, y
mira, no queda nada, ¿cómo vamos a esperar hoy?". Pareceríamos locos. Pero
nosotros queremos ser locos, locos de esperanza. Queremos esperar contra la
esperanza, porque tenemos los ojos puestos en Alguien que venció a la muerte.
Podemos llevar esa esperanza a gente que no tiene cómo esperar porque no tiene a Cristo.
Por eso el apóstol Juan nos recuerda
que el fundamento de nuestra esperanza está basado en el conocimiento de la
promesa de la Salvación y del evangelio de Jesucristo, En esta epístola, el apóstol Juan habló acerca de la
peligrosa propagación de influencias apóstatas en la Iglesia. Advirtió a los
santos que no tuvieran comunión con las tinieblas y que se mantuvieran en la
seguridad de la luz del Evangelio, ayudarnos a aprender a discernir las
enseñanzas falsas sobre Jesucristo, y el seguir el consejo de Juan puede
ayudarnos a mantener una estrecha comunión con el Señor conforme permanecemos
en la verdad. Además, nos puede ayudar a llegar a comprender el gran amor que
nuestro Padre Celestial tiene por cada uno de Sus hijos, que se manifestó al
ofrecer a Su Hijo, Jesucristo, como sacrificio por toda la humanidad.
Finalmente, también
a nosotros nos son dadas estas enseñanzas “para que nuestro gozo sea completo”
(v. 4). Tenemos una responsabilidad asignada por Dios a la luz de este mensaje:
debemos proclamarlo e interiorizarlo. No tenemos el más mínimo derecho a
cambiar el mensaje que Dios ha puesto en nuestras manos, sino que debemos
traspasarlo íntegro a los pecadores con el fin de que, como nosotros, conozcan
la gracia perdonadora de Dios. Pero nuestro mensaje no es uno que se limita a
estar en nuestros labios; también está en nuestros corazones, y por eso el
apóstol habla del gozo completo que empezamos a degustar aquí en la tierra. ¿No
es este gozo la reacción más lógica y adecuada al contenido de semejante
mensaje? El Señor nos conceda ser fiel al evangelio por dentro y por fuera.
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