sábado, 23 de febrero de 2019

Un templo reconstruido: fe profética permanente, A.I. Rubén Núñez C.



24 de febrero de 2019

La etimología de la palabra "dedicación" nos lleva a dedicatio, un vocablo de la lengua latina. Dedicación es el acto y el resultado de dedicar: emplear; dirigir algo a alguien; destinar; o consagrar un sitio a un culto.
También se llama dedicación a la inscripción que registra cuándo un templo fue erigido y a la celebración que recuerda cuándo fue dedicado.
La ceremonia consiste en consagrar este edificio a Dios haciéndolo un templo santo; destinado exclusivamente a reunirnos en él para rendirle culto, y escuchando su palabra.
El rito de la dedicación de un templo tiene una honda dimensión, profética, pascual y de purificación. 
Los judíos que reconstruyeron el Templo en Jerusalén se enfrentaron a muchos desafíos y dificultades. Un fuerte liderazgo era esencial tanto para poder reconstruir el Templo como para restablecer una comunidad fuerte.
Cuatro individuos jugaron un rol crítico en el restablecimiento de la comunidad judía en Israel, ellos fueron Zorobabel y Josue, así como Esdras y Nehemías sin dejar de referir las profecías de Hageo y Zacarías.
La dedicación del Templo reconstruido en Jerusalén, fue un acontecimiento muy importante, ya que nadie que había regresado del cautiverio probablemente nunca había visto el Templo de Salomón, que había sido destruido unos noventa años antes.
A pesar de que el pueblo ahora probablemente no tenía muchos recursos económicos como había sido el caso cuando el Templo original fue construido y dedicado, no obstante gozaba de su terminación.
 La terminación del Templo se indica en las palabras:

13 Entonces Tatnaí, Setar-Boz-naí y los demás jefes cumplieron cuidadosamente lo que había ordenado el rey Darío; 14 animados por los profetas Hageo y Zacarías, los jefes judíos siguieron con la reconstrucción. Terminaron el edificio de acuerdo con lo que el Dios de Israel había indicado y según las órdenes de Ciro, Darío y Artajerjes, reyes de Persia. 15 el templo de Dios quedó terminado el día tres del mes de Adar, en el año seis del gobierno del rey Darío.

Aunque las apariencias pudieran hacer creer otra cosa, es cierto que Dios rige los acontecimientos de la historia universal para la consecución de sus fines inefables. De esta manera vemos que el exilio fue una medicina saludable para Israel, que reconoció sus pecados y se volvió a su Dios. Como consecuencia, Yahvé depone su actitud airada y perdona a su pueblo. En prueba de su amistad y benevolencia hizo surgir monarcas partidarios a la causa de Israel, permitiendo y facilitando el regreso a la patria y un nuevo resurgimiento del pueblo judío.
Las autoridades provinciales recibieron con satisfacción la orden de Darío, escudándose en ella para frenar toda actividad hostil de parte de los samaritanos. El favor real animó a los judíos, tanto por la ayuda económica que les prometió como por la seguridad que les garantizaba con su decreto. En estas circunstancias pudieron los profetas Hageo y Zacarías apresurar el deber que correspondía a todos de trabajar en la obra del templo. Por un conjunto de circunstancias favorables, la obra terminó el día tercero del mes de Adar (febrero-marzo) del año 515 a.C. Los trabajos duraron cuatro años y medio. Todos los pormenores concurren a demostrar que no pudo competir este nuevo templo con el de Salomón, en cuya construcción se invirtieron siete años. Sin embargo, se procuró conseguir una reproducción del edificio anterior bastante perfecta. De este segundo templo escribió Hageo 1.9: “La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos.

16 Los sacerdotes, sus ayudantes y todos los demás judíos que habían regresado de Babilonia festejaron con alegría la dedicación del templo a Dios.
17 En esa fiesta de dedicación presentaron como ofrenda cien toros, doscientos carneros y cuatrocientos corderos. También presentaron doce chivos como ofrendas para el perdón de los pecados de las doce tribus de Israel.
18 Después organizaron a los sacerdotes y a sus ayudantes según las instrucciones que Moisés había dado para la adoración a Dios en Jerusalén.

Terminadas las obras, se procedió a la dedicación del templo, conforme se hizo en tiempos de Salomón (1 Re 8:1ss; 2 Crón 5:1-7). Con ello, aquella obra se destinaba exclusivamente al culto religioso, declarándose lugar sagrado. No se dice cuánto duró la fiesta. La pequeña comunidad formada por los repatriados celebró el acontecimiento con todo entusiasmo. Sacerdotes, levitas y laicos se regocijaron en este día. Para esta celebración se inmolaron un número reducido de animales, que contrasta con el gran número de los tiempos de Salomón (1 Re 8:62-63). Los holocaustos se ofrecieron a Dios en reconocimiento de su dominio universal y para darle gracias por los beneficios recibidos; los sacrificios por el pecado eran expiatorios, conducentes a purificar al pueblo de sus pecados conforme al rito (Lev c.4; Núm c.15). Aunque los repatriados fuesen pocos y pertenecientes en su inmensa mayoría a las tribus de Judá y de Benjamín, se ofrecieron doce machos cabríos, según el número de las tribus de Israel.
Aquel pequeño grupo representaba a todo Israel, que en cierta manera había contribuido a aquella obra (Esd. 1:4; 7:16; 8:33). Al edificio material siguió la reorganización del culto en el templo. En tiempos de David
(1 Crón 23:6-24; 24:1-19) se organizaron las veinticuatro clases sacerdotales. Pero el texto invoca el "libro de Moisés," a saber, Núm 3:6 13; 8:6-15, en donde se habla de los sacerdotes y levitas y de sus respectivos oficios.
Con el v.18 acaba el texto aramaico. ¿Por qué no termina con el decreto de Darío? Porque el cronista del libro reproduce una fuente o documento escrito en arameo, empezando su trabajo personal con el v.19.

19 El día catorce del mes de Abib los que habían regresado de Babilonia celebraron la Pascua. 20 Los sacerdotes y sus ayudantes estaban en condiciones de hacerlo, porque ya se habían purificado. Entonces sacrificaron el cordero de la Pascua por todos los que habían regresado de Babilonia, por los otros sacerdotes y por sí mismos.
21 De la comida de la Pascua participaron los judíos que habían regresado de Babilonia, y también todos los que allí vivían y habían dejado las malas costumbres de otros pueblos. Todos juntos adoraban al verdadero Dios de Israel.
22 Durante siete días celebraron con alegría la fiesta de los panes sin levadura. Estaban muy contentos porque Dios había hecho que el rey de Persia los tratara bien, pues los ayudó a reconstruir el templo del Dios de Israel.

Durante los siete días que duraba la pascua, el reposo era obligatorio los días primero y último, y se comía el pan ácimo los panes sin levadura (Ex 12:15-2). La ceremonia principal consistía en la inmolación del cordero pascual, que se comía en familia, según un detallado ceremonial (Ex 12:1-14). Esta nueva pascua significaba el restablecimiento definitivo de Israel.
Los hijos de la cautividad se conformaron a las prescripciones antiguas. A ellos se juntaron los israelitas que no habían sido deportados y que se separaron de los cultos idolátricos de los pueblos paganos que poblaban la tierra y habían llegado a instalarse en las ruinas de Jerusalén.
Tras un largo paréntesis histórico, los nuevos tiempos se enlazaban con los de Moisés. La pascua se celebró el día 14 de Nisán (Ex 13:6; Lev 23:5), del año 515.
La reconstrucción del templo despertó la fe dormida de los judíos que habían quedado en el país. Se trata de israelitas y no de prosélitos, como prueba la comparación de nuestro texto con Esd. 2; 10-11; 9:1 y Neh 9:2; 10:29. La constancia y fe de los repatriados no podía menos de influir en el ánimo de los judíos, que se dejaron seducir por prácticas religiosas de otros pueblos.
Nadie que no estuviera puro podía tomar parte en la fiesta (Ex 12:2-5; Núm 9:3), sino que debía esperar a celebrarla un mes más tarde como sucedió en 2do. Crón 30:3, bajo Ezequías se celebró la pascua "en el mes segundo, pues no había podido celebrarla antes por no haber suficientes sacerdotes santificados." En esta ocasión podía celebrarse la pascua en su día, ya que los sacerdotes y levitas estaban purificados, por lo tanto, podían ejercer las funciones que les señalaba la Ley. Nuestro texto es algo confuso en relación a la  personas que se purificaron, pues mientras al final del verso da a entender que solamente se purificaron los levitas a fin de inmolar la pascua para el pueblo, para sus hermanos los sacerdotes y para sí mismos (2 Crón 30:17-19; 35:11), al principio señala que se purificaron "los sacerdotes y los levitas." Esta purificación se hacía con sacrificios por el pecado y por el delito. La purificación era tanto más necesaria en cuanto que, después del exilio, el cordero pascual era inmolado por los levitas en el atrio del templo, en vez de hacerlo el jefe de familia, como en otros tiempos (Ex 12:3-7; Deut 16.2). En la celebración de la pascua en tiempos de Ezequías inmolaban los levitas el cordero pascual "por los que no habían tenido el cuidado de santificarse para Yahve" (2 Cron 30:,17); bajo Josías, los levitas desollaban los animales para los sacerdotes y para ellos mismos, no teniendo los cantores y porteros que abandonar sus oficios (2 Cron 35:11-15). Los sacerdotes esparcían la sangre al pie del altar (Lev 17, 3-6; 2 Cron 30:16; 35:11). El sacrificio del cordero pascual revestía en carácter expiatorio para todos los que habían estado en el exilio. Al final del capítulo se hace hincapié en la alegría que reinó en "la fiesta de los panes ácimos (panes sin levadura) durante siete días." Esta fiesta, que en un principio era distinta de la pascua, pero unida a ella estrechamente, duraba una semana (Ex 12:15-20; Lev 23:6-9; Num 28:,17) celebrándose con grande alegría (2 Cron 30:21).
En esta fiesta de la pascua, los judíos tuvieron presente al rey Darío, que tan favorablemente se había portado con ellos.

Plan divino
La intervención de Dios y su plan divino con relación al templo. Las montañas a menudo son los lugares donde Dios se encuentra con la gente, cambia sus vidas y los envía de regreso al mundo con un mensaje profético. No cabe duda que lo imponente de las montañas apenas pueden contener la grandeza y poder de Dios. Es la cumbre donde se levanta el templo a Jehová no tiene límites ni muros ni fronteras y aun así como en el monte del Sinaí  desde allí llama al hombre y al pie de la montaña su pueblo y la humanidad  admira con temor la cumbre humeante y de fuego donde la presencia de Dios con toda su magnificencia está presente en este mundo. Mientras que el Monte Sión se nombra más que cualquier otro monte en la Escritura, en los Evangelios es el Monte de los Olivos el más asociado con Jesús, especialmente en los días anteriores a su crucifixión, cuando se retiraba ahí después de enseñar en el Templo (Lucas 21:37). Lo que es más importante, Jesús completó su ministerio en la cruz en una colina conocida como monte de la calavera o Gólgota (Marcos 15,22-25).
Pero el plan de Dios continua de desde la cumbre de los montes como dice el salmo 91 de donde vendrá mi socorro… Dios se acerca  más a su pueblo lo acompaña en su peregrinaje, la presencia de Dios y su pacto ahora en un arca de madera  protegida en una tienda conocida como el tabernáculo el salmo 15:1: "Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en integridad y hace justicia, Y habla verdad en su corazón".
Fue Moisés el cual instauró el Tabernáculo, poniendo los tablones y las bazas y travesaños, y asentando las columnas, y extendiendo la cubierta, como el Señor le tenía ordenado. Puso también las tablas de la Ley en el arca, cubriéndola con el propiciatorio, y metiendo por debajo las varas. Y colocada el arca dentro del Tabernáculo, colgó delante de ella el velo, cumpliendo el precepto del Señor. Puso el velo a la entrada del Tabernáculo, el altar del holocausto, donde ofreció holocausto y sacrificios. Colocó la concha del lavatorio y la llenó de agua. Y Moisés y Aarón y sus hijos, lavaron sus manos y pies al entrar en el Tabernáculo de la Alianza para llegar al altar. Concluidas todas estas cosas, una nube cubrió el Tabernáculo, y quedó todo lleno de la gloria del Señor. Ni podía Moisés entrar en el Tabernáculo, porque la nube lo cubría todo, y brillaba la majestad del Señor. Y cuando la nube se retiraba del Tabernáculo, marchaban los hijos de Israel por escuadrones. Si la nube se quedaba encima parada, hacían alto en el mismo sitio. Porque la nube del Señor durante el día cubría el Tabernáculo, y por la noche aparecía allí una llama, a vista de todo el pueblo de Israel.
Una vez que Israel se estableció como nación, le fue necesario tener un santuario central símbolo de la unidad en el culto a Dios. Durante los años del desierto y la conquista el tabernáculo cumplía esta función, que era un santuario portátil símbolo de la presencia de Dios entre su pueblo. Dentro del tabernáculo ocupaba el lugar principal el “arca del pacto”  Después que el pueblo se asentó y construyo ciudad David adoraba desde el tabernáculo y considerando que el cómo rey tenía un palacio pensó en levantar un templo. Una casa para Dios. El deseo natural de un hombre piadoso como David fue edificar un templo pues él mismo habitaba en un palacio. Aunque Natán estaba originalmente de acuerdo, Dios le hizo saber que él mismo elegiría el momento y el lugar. Más tarde Dios explicó que, debido a que David era un guerrero, había derramado mucha sangre y que sería su hijo Salomón. Y Salomón edificó el Templo, como nos narra el 1 Libro de los Reyes, 6.1, así edificó la casa y la perfeccionó, y la cubrió con artesanados de cedro. Después habló el Señor a Salomón, diciendo: En esta casa que tú has edificado (si tú siguieres mis preceptos, y mis determinaciones, y guardares todos mis mandamientos, sin desviarte de ellos), verificaré en ti la promesa que hice a David, tu padre; y habitaré en medio de los hijos de Israel, y no desampararé nunca al pueblo mío de Israel. Edificó, el Primer Templo, planeado por el rey David y construido por Salomón, (motivo de orgullo para el pueblo de Israel hasta hoy), fue arrasado, saqueado y destruido hasta sus fundaciones. Todo el cuidado en la construcción, que contó con técnicas avanzadas para la época, no sirvieron de nada en el momento en el que el pueblo de Dios se equivocó en relación a la grandiosa obra, apartándose del verdadero Creador. La corrupción y la idolatría de los israelitas hicieron que la Palabra de Dios no volviera atrás, llevando al pueblo judío a ser derrotado por los babilónicos, bajo el mando del rey Nabucodonosor, en el 586 a.C.
En el momento en el que el propio Templo pasó a ser el centro de atención, y no el Dios Todopoderoso para quien había sido construido, no quedó piedra sobre piedra de él y ni de la ciudad de Jerusalén. Una vez más, como en el pasado, los judíos eran dominados por otra nación.
Dios buscó demostrarle al hombre lo que esperaba de él. Eso puede observarse en el hecho de que Él no permitió que el rey David construyera el gran santuario, debido a los errores que él había cometido. “El Señor de los Ejércitos quería que David y el pueblo entendiera que, más que habitar en un templo, Él quería habitar en el corazón del hombre. Eso muestra cuán necesario es cuidarse para que las cosas de Dios tomen el lugar que le pertenece. Él no divide Su gloria con nadie”,
Mi reflexión de hoy: ¿Porque Dios nuevamente permite que el hombre reedifique un lugar sagrado (un templo) para manifestar su presencia?
  ¿Qué produjo el cambio en la mente y el corazón de los judíos que volvieron del cautiverio, para que reiniciaran el trabajo de construcción?

1.      Fue la predicación de la Palabra de Dios, por medio de Hageo y Zacarías (v.14; ver Esd 5:1-2).  Ver Hag 1:12. Restablecer a los profetas
2.      Restablecer el orden sacerdotal Esd.6:18
3.      Restablecer la alabanza
4.      La purificación de todo el pueblo por medio del sacrificio

En Esdras 6 Dios vuelve el corazón del rey hacia los judíos, y el corazón de los judíos hacia Dios.
Hoy en día también debemos ofrecernos a sí mismos y edificarnos como “piedras vivas” en el templo espiritual. “Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.” -1 Ped. 2:5.
San Juan nos describe la culminación de la secuencia de los Templos, con la visión del último Templo vivo en el que ya no veremos a Dios como en un espejo, sino cara a cara y en gloria sustancial y definitiva, es decir, le veremos cómo nos la relata el visionario de Patmos en el Apocalipsis 21.1: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido, y el mar ya no existía. Y vi bajar del cielo de junto a Dios, a la ciudad santa, la nueva Jerusalén ataviada como una novia que se adorna para su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: "Esta es la morada de Dios entre los hombres; él habitará con ellos; y ellos serán su pueblo; Dios en persona estará con ellos y será su Dios. El enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni clamor, ni dolor; pues lo de antes ha pasado." El que estaba sentado en el trono dijo: "Todo lo hago nuevo" Y dijo: "Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas." Me dijo también: "¡Ya son un hecho! Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed, yo le daré gratuitamente de la fuente de agua viva. El que salga vencedor heredará esto; porque yo seré su Dios, y él será mi hijo." Vino uno de los siete ángeles y habló conmigo diciendo: "Ven acá. Yo te mostraré la novia, la esposa del Cordero." Me llevó el Espíritu sobre un monte grande y alto, y me mostró la santa ciudad de Jerusalén, que descendía del cielo de junto a Dios, radiante con la gloria de Dios.
Tenía una muralla grande y alta con doce puertas, y a las puertas había doce ángeles, y en cada puerta grabados los doce nombres de los Apóstoles del Cordero. Y oí una voz grande que venía del trono, y decía: Al sediento yo le daré de beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere poseerá todas estas cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
Templo no vi ninguno; su templo es el Señor Dios omnipotente con el Cordero. Y la ciudad no necesita sol ni luna que alumbren en ella; porque la claridad de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero”. ¡Dichosos los llamados y elegidos a participar en las bodas del Cordero en su templo santo que es él mismo, el Verbo de la Vida!
Esa era la mente de Dios, cuando le dictaba a Moisés la Tienda, y a Salomón el Templo, y a Esdras y a Nehemías la reconstrucción, y a Pablo que somos templos vivos del Espíritu Santo, y a Juan en el Apocalipsis, que el Templo y la lámpara es el Cordero.

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