LUCHA POR LA SOBREVIVENCIA
Karl Barth, Instantes
Santander, Sal Terrae, 2005,
pp. 69-70.
“El clamor de su servidumbre llegó a
Dios” (Éxodo 2.23)
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Juan Calvino
Institución de la Religión Cristiana, Libro III, capítulo XX
3ª La
humildad: ni sentimiento de propia justicia, ni confianza en sí mismo
A estas dos reglas hay que añadir una tercera: que todo el que se
presenta delante de Dios para orar se despoje de toda opinión de su propia
dignidad, y, en consecuencia, arroje de si la confianza en si mismo, dando con
su humildad y abatimiento toda la gloria a Dios; y esto por miedo a que si nos
atribuimos a nosotros mismos alguna cosa, por pequeña que sea, no caigamos
delante de la majestad divina con nuestra hinchazón y soberbia.
Tenemos innumerables ejemplos de esta
sumisión, que abate toda elevación en los siervos de Dios; de los cuales cuanto
más santo es alguno, tanto más, al presentarse delante de Dios se abate y
humilla. De esta manera Daniel, tan ensalzado por boca del mismo Dios, dice;
“No elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en
tus muchas misericordias. Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído Señor, y
hazlo y no tardes por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado
sobre tu ciudad y sobre tu pueblo” (Dan.9, 18—19). Ni tampoco se debe decir
que, según la costumbre común. él se pone entre los demás contándose como uno
de ellos, sino más bien que en su propia persona se declara pecador y se acoge
a la misericordia de Dios, como él mismo abiertamente lo atestigua diciendo:
después de haber confesado mis propios pecados y los de mi pueblo. De esta
humildad también David nos sirve de ejemplo: “No entres en juicio con tu
siervo, porque no se justificará delante de ti ningún ser humano” (Sal. 143,2).
De la misma forma oraba Isaías: “He
aquí, tú te enojaste porque pecamos; en los pecados hemos perseverado por largo
tiempo: ¿podremos acaso ser salvos? Si bien todos nosotros somos como suciedad,
y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros
como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento. Nadie hay que
invoque tu nombre, que se despierte para apoyarse en ti; por lo cual escondiste
de nosotros tu rostro, y nos dejaste marchitar en poder de nuestras maldades.
Ahora, pues, oh Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos
formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros. No te enojes
sobremanera, Jehová, ni tengas perpetua memoria de la iniquidad; he aquí, mira
ahora, pueblo tuyo somos todos nosotros” (Is. 64,5—9). He aquí cómo ellos en
ninguna otra confianza se apoyan más que en ésta: que considerándose del número
de los siervos de Dios, no desesperan que Dios haya de mantenerlos debajo de su
amparo y protección.
No habla de otra manera Jeremías
cuando dice: “Aunque nuestras iniquidades testifican contra nosotros, oh
Jehová, actúa por amor de tu nombre” (Jer. 14,7). Por tanto, lo que está
escrito en la profecía de Baruc, —aunque no se sabe quién es su autor es muy
grande verdad y está dicho muy santamente: “El alma triste y desolada por la
grandeza de su mal, el alma agobiada, débil y hambrienta, y los ojos que
desfallecen te dan a ti, oh Señor, la gloria. No según las justicias de
nuestros padres presentamos delante de ti nuestras oraciones, ni pedimos ante
tu acatamiento misericordia; mas porque tú eres misericordioso, ten
misericordia de nosotros, puesto que hemos pecado delante de ti”.
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MÉXICO: UN ESTADO FALLIDO PLANIFICADO (I)
Raúl Zibechi, Ecupres, 29 de octubre de 2014
http://ecupres.wordpress.com/2014/10/29/mexico-un-estado-fallido-planificado/
El Estado se ha convertido en una institución criminal donde se
fusionan el narco y los políticos para controlar la sociedad. Un Estado fallido
que ha sido construido en las dos últimas décadas para evitar la mayor
pesadilla de las elites: una segunda revolución mexicana.
“Vivos se los llevaron, vivos los
queremos”, grita María Ester Contreras, mientras veinte puños en alto corean la
consigna sobre el estrado de la Universidad Iberoamericana de Puebla, al
recibir el premio Tata Vasco en nombre del colectivo Fuerzas Unidas por
Nuestros Desaparecidos en México (Fundem), por su trabajo contra las
desapariciones forzadas. La escena es sobrecogedora, ya que los familiares,
casi todas madres o hermanas, no pueden contener llantos y lágrimas cada vez
que hablan en público en el XI Foro de Derechos Humanos.
Nada que ver con la genealogía de las
desapariciones que conocemos en el Cono Sur. En México no se trata de reprimir,
desaparecer y torturar militantes sino algo mucho más complejo y terrible. Una
madre relató la desaparición de su hijo, un ingeniero en comunicaciones que
trabajaba para IBM, secuestrado por el narco para forzarlo a construir una red
de comunicaciones a su servicio. “Le puede tocar a cualquiera”, advierte,
diciendo que toda la sociedad está en la mira y que, por lo tanto, nadie
debería permanecer ajeno.
Fundem nace en 2009, en Coahuila, y
ha logrado reunir a más de 120 familias que buscan a 423 personas
desaparecidas, que a su vez trabajan con la Red Verdad y Justicia, que busca a
300 migrantes centroamericanos desaparecidos en territorio mexicano. “Daños
colaterales” los llamó el ex presidente Felipe Calderón, tratando de minimizar
la tragedia de las desapariciones. “Son seres que nunca tuvieron que haber
desaparecido”, replica Contreras.
Peor que el Estado Islámico
Un comunicado de Fundem, con motivo de la Tercera Marcha de la Dignidad
celebrada en mayo, destaca que “según la Secretaría de Gobernación, hasta
febrero de 2013, se contaban 26.121 personas desaparecidas”, desde que Calderón
declaró la “guerra al narcotráfico” en 2006. En mayo de 2013, Christof Heyns, relator especial
de ejecuciones extrajudiciales de las Naciones Unidas dijo que el
gobierno reconoció 102.696 homicidios en el sexenio de Calderón (un promedio de
1.426 víctimas por mes). Pero en marzo pasado, tras 14 meses del actual
gobierno de Peña Nieto, el semanario Zeta contabilizaba 23.640 homicidios
(1.688 al mes).
La cadena informativa Al Jazeera difundió un análisis donde se comparan
las muertes provocadas por el Estado Islámico (EI) con las masacres del narco
mexicano. En Irak, en 2014, el EI ha acabado con la vida de 9.000 civiles, en
tanto el número de víctimas de carteles mexicanos en 2013 sobrepasó las 16.000
(Russia Today, 21 de octubre de 2014). Los carteles llevan a cabo
cientos de decapitaciones todos los años. Han llegado a desmembrar y mutilar
los cuerpos de las víctimas, para después exponerlos para atemorizar a la
población. “Con el mismo propósito, los carteles también atacan a niños y
mujeres, y, al igual que el EI, publican las imágenes gráficas de sus delitos
en las redes sociales”.
Muchos medios de comunicación han sido silenciados a través de sobornos
o intimidaciones y desde 2006 los carteles han sido responsables del asesinato
de 57 periodistas. El Estado Islámico asesinó dos estadounidenses, cuyos casos
ganaron los grandes medios, pero pocos saben que los carteles mexicanos asesinaron
293 ciudadanos estadunidenses entre 2007 y 2010.
La pregunta no es, no debe ser, quiénes son más sanguinarios, sino
porqué. Desde que sabemos que Al Qaeda y el Estado Islámico han sido creados
por la inteligencia estadounidense, bien vale la pregunta sobre quiénes están
detrás del narcotráfico.
Diversos estudios y artículos periodísticos de investigación destacan
la fusión entre autoridades estatales y narcos en México. La revista Proceso
destaca en su última edición que “desde el primer trimestre de 2013 el gobierno
federal fue alertado por un grupo de legisladores, activistas sociales y
funcionarios federales acerca del grado de penetración del crimen organizado en
las áreas de seguridad de varios municipios de Guerrero”, sin obtener la menor
repuesta (Proceso, 19 de octubre de 2014).
Analizando los vínculos detrás de la reciente masacre de los
estudiantes de Ayotzinapa (seis muertos y 43 desaparecidos), el periodista Luis
Hernández Navarro concluye que el hecho “ha destapado la cloaca de la
narcopolítica guerrerense” (La Jornada, 21 de octubre de 2014). En ella
participan miembros de todos los partidos, incluyendo al PRD, de centro
izquierda, donde militaba el presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca,
directamente implicado en la masacre.
Raúl Vera fue obispo en San Cristóbal de las Casas cuando la jerarquía
decidió apartar de esa ciudad a Samuel Ruiz. Pero Vera siguió el mismo camino
de su antecesor y ahora ejerce en Saltillo, la ciudad del estado de Coahuila de
donde provienen varias madres que integran Fundem. Ellas no tienen local propio
y re reúnen en el Centro Diocesano para los Derechos Humanos. El obispo y las
madres trabajan codo a codo.
En 1996 Vera denunció la masacre de Acteal, donde 45 indígenas tzotziles
fueron asesinados mientras oraban en una iglesia de la comunidad, en el estado
de Chiapas, entre ellas 16 niños y adolescentes y 20 mujeres. Pese a que la
masacre fue perpetrada por paramilitares opuestos al EZLN, el gobierno intentó
presentarlo como un conflicto étnico.
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