sábado, 8 de noviembre de 2014

Letra 393, 9 de noviembre de 2014

NECEDAD
Karl Barth, Instantes
Santander, Sal Terrae, 2005, p. 71.

“No le agradan los necios” (Eclesiastés 5.3)

El pecado es también necedad, y la necedad es además pecado. Con lo cual, por “necedad” se ha de entender en sentido estricto esa realidad reprobable que la Biblia llama “insensatez”. La necedad del ser humano se manifiesta en que, pensando dar con lo esencial —sin reconocer a Dios y sin escuchar ni obedecer su palabra—, precisamente no da nunca con lo esencial. Siempre llega demasiado pronto o demasiado tarde. Siempre duerme cuando debería velar, y siempre se pone nervioso cuando podría descansar tranquilamente. Siempre calla cuando debería hablar, y siempre dice algo cuando callar sería la única aportación oportuna. Siempre ríe cuando debería llorar, y siempre llora cuando podría reír sin miedo. Quiere hacer siempre una excepción cuando debería imperar la norma, y siempre se somete a una ley cuando tendría que escoger la libertad. Trajina siempre cuando lo único que sirve es orar, y ora siempre cuando lo único que sirve es trabajar. Siempre pelea donde no es necesario, sino perjudicial, y siempre habla de amor y paz cuando habría que repartir golpes con toda calma. Tiene siempre la fe en los labios cuando habría que expresar un poco de sana comprensión humana, y siempre razona cuando podría y debería ponerse confiadamente, a sí mismo y a los demás, en las manos de Dios. La necedad es única a la hora de pensarlo todo a destiempo, de decirle todo a la persona inadecuada, de omitir siempre lo sencillo, lo necesario y lo exigido en cada momento preciso para, en su lugar, querer y hacer con certero instinto lo complicado, lo superfluo, lo que en ese momento sólo estorba.

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LAS REGLAS DE LA ORACIÓN (IV)
Juan Calvino
Institución de la Religión Cristiana, Libro III, capítulo XX

Es necesario, por el contrario, confesar nuestras faltas y pedir perdón
En suma; el principio y preparación para orar bien es pedir perdón a Dios de nuestros pecados humilde y voluntariamente, confesando nuestras faltas. Porque no debemos esperar que nadie, por más santo que sea, alcance cosa alguna de Dios, hasta que gratuitamente haya sido reconciliado con El. Ahora bien, es imposible que Dios sea propicio más que a aquellos a quienes perdona los pecados. Por lo cual no es de extrañar que los fieles abran con esta llave la puerta para orar, según se ve claramente por muchos pasajes de los salmos; porque David, al pedir otra cosa distinta de la remisión de los pecados, con todo dice: “De los pecados de mi juventud y de mis rebeliones, no te acuerdes; conforme a tu misericordia acuérdate de mí por tu bondad, oh Jehová”. Y: “Mira mi aflicción y mi trabajo, y perdona todos mis pecados” (Sal. 25.7, 18). En lo cual asimismo vemos que no basta llamarse a sí mismo a cuentas cada día por los pecados cometidos durante él, sirio que es también necesario traer a la memoria aquellos de los que por el mucho tiempo pasado podríamos haber olvidado. Porque el mismo profeta, habiendo en otro lugar confesado un grave delito, con este motivo se mueve a volver hasta el seno de su madre, en el cual ya mucho antes recibió la corrupción general (Sal. 51,5): y ello, no para disminuir la culpa con el pretexto de que todos estamos corrompidos en Adán, sino para amontonar todos los pecados que durante toda su vida había cometido, a fin de que cuanto más severo se muestra contra sí mismo, tanto más fácil encuentre a Dios para perdonarle.

Confesión general y confesión especial. Y aunque no siempre los santos pidan con palabras expresas perdón de sus pecados, sin embargo, si consideramos diligentemente las oraciones que de ellos refiere la Escritura, en seguida veremos que es verdad lo que digo: que siempre han cobrado ánimos para orar por la sola misericordia de Dios, y que han comenzado procurando apaciguar su ira y aplacarlo. Porque si cada uno se pone la mano en el pecho y pregunta a su conciencia, tan lejos está de atreverse familiarmente a descargar ante Dios sus congojas, que sentirá horror de dar un paso adelante para acercarse a Él, a no ser que confíe que Dios por su pura misericordia lo ha recibido en su favor.
Es verdad que hay otra confesión especial, cuando pidiendo a Dios que aparte su mano y no los castigue, reconocen el castigo que han merecido. Porque sería gran absurdo y confusión de todo orden, querer quitar el efecto dejando la causa. Pues debemos guardarnos muy bien de imitar a los enfermos ignorantes, los cuales procuran cuanto pueden quitar lo accidental y no tienen cuidado alguno de la causa y raíz de la enfermedad. Por tanto, lo que ante todas las cosas debemos procurar es que Dios nos sea propicio y no que nos muestre su favor con señales externas; porque él quiere guardar este orden; y poco nos aprovecharía sentir su liberalidad, si nuestra conciencia no lo sintiese aplacado e hiciese que nos fuera amable. Lo cual se nos declara por lo que dice Jesucristo, cuando habiendo determinado curar al paralítico, declara: “Tus pecados te son perdonados” (Mt. 9.2). Al hablar de esta manera levanta el corazón a lo que principalmente debemos desear; a saber, que Dios nos reciba en su gracia y después nos muestre el fruto de nuestra reconciliación ayudándonos.
Además de esta confesión especial que los fieles hacen de sus culpas y pecados, la introducción general por la que se confiesan pecadores y que hace que la oración sea acepta, en modo alguno ha de omitirse; porque jamás nuestras oraciones serán oídas, si no van fundadas en la gratuita misericordia de Dios. A este propósito puede referirse lo que dice san Juan: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Jn. 1.9). De aquí nació que en la Ley, las oraciones para ser aceptas, eran consagradas con efusión de sangre, a fin de que el pueblo fuese advertido que no merecía tan excelente privilegio como es invocar a Dios, hasta tanto que, limpio de todas sus manchas, pusiese toda su confianza para orar, en la sola misericordia divina.
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MÉXICO: UN ESTADO FALLIDO PLANIFICADO (II)
Raúl Zibechi, Ecupres, 29 de octubre de 2014

Controlar la sociedad
Por su larga experiencia, sostiene que la masacre de Ayotzinapa, “es un mensajito al pueblo, es decirnos: vean de lo que somos capaces”, como sucedió en San Salvador Atenco en 2006, cuando militantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, que participaban en La Otra Campaña zapatista, fueron brutalmente reprimidos con un saldo de dos muertos, más de 200 detenidos, 26 de ellas violadas. El gobernador a cargo del entuerto era Enrique Peña Nieto, el actual presidente.
Esos “mensajes” se repiten una y otra vez en la política mexicana. El padre Alejandro Solalinde, quien participó en el Foro de Derechos Humanos, coordina la Pastoral de Movilidad Humana Pacífico Sur del Episcopado Mexicano y dirige un alberque para migrantes que pasan por México hacia Estados Unidos, asegura que recibió información de que los estudiantes fueron quemados vivos. Luego de ser ametrallados, los heridos fueron quemados, como le relataron policías que participaron en los sucesos y “reventaron por conciencia” (Proceso, 19 de octubre de 2014).
Si el modo de asesinar revela un claro mensaje mafioso, deben develarse los objetivos, hacia quiénes apuntan y porqué. La respuesta viene de la mano del obispo Vera. Destaca la íntima relación entre los carteles y las estructuras política, judicial y financiera del Estado, al punto que es imposible saber dónde comienza uno y acaba el otro. Constatar esa realidad lo lleva a asegurar que los dirigentes de su país “son el crimen organizado” y que, por lo tanto, “no estamos en democracia” (Proceso, 12 de octubre de 2014).

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CAMPAÑA DE LA JUVENTUD CRISTIANA EXIGE JUSTICIA PARA LOS ESTUDIANTES DESAPARECIDOS DE MÉXICO

Jóvenes estudiantes del Movimiento Estudiantil Cristiano del México "MEC por la Equidad" (MECM) y la Federación Universal de Movimientos Estudiantiles Cristianos en América Latina y el Caribe (FUMEC-ALC) han llamado a las iglesias, organismos ecuménicos y la comunidad internacional para mostrar su apoyo a las familias de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, que desaparecieron durante una protesta estudiantil en Iguala, México, en la tarde del 26 de septiembre.
A través de la campaña "Todos Somos Ayotzinapa", el MECM y la FUMEC - ALC, organizaciones ecuménicas asociadas del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), están exigiendo la visibilidad del caso, mientras que se aumenta la conciencia acerca de los abusos de derechos humanos en México. La campaña afirma que el incidente de los estudiantes desaparecidos de México no es un caso aislado, sino parte de un panorama más amplio en el cual la policía estatal ha estado involucrada en violaciónes de derechos humanos.
Los estudiantes desaparecidos son de la Escuela Normal Rural Manuel Isidro Burgos, en Ayotzinapa, y fueran secuestrados en camionetas de la policía en el día de su desaparición. La campaña de solidaridad ecuménica por los estudiantes de la región está pidiendo una investigación seria del caso.
La campaña invita a participar de una petición en línea para el presidente de México, Enrique Peña Nieto, apelando a la reparación de la cuestión. Se ha enviado cartas a las embajadas mexicanas en todo el mundo y iniciado acciones de incidencia en las redes sociales.
"Estamos enviando un mensaje a la comunidad internacional inspirado en nuestra fe en Dios que nos llama a la justicia. Les llamamos a estar atentos a todos estos ‘signos de los tiempos’, para actuar de forma puntual y pertinente al llamado de justicia y paz del Dios de la vida", afirma la declaración de la FUMEC - ALC, citando a un mensaje del MECM.
El 26 de octubre, la Comunión Mexicana de Iglesias Reformadas y Presbiterianas (CMIRP) también emitió una declaración sobre la situación de los estudiantes mexicanos desaparecidos. "Nos añadimos a la multitud de voces inconformes que se han escuchado dentro de nuestra patria mexicana y en muchas ciudades alrededor del mundo, y la consigna es la misma: ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!"
El comunicado de la CMIRP exhorta a las congregaciones de todo el mundo a se reunir en en oración y en el ejercicio de sus derechos de ciudadanía mediante la participación en acciones de solidaridad con los que sufren la violencia y expresa su solidaridad con las familias de los estudiantes desaparecidos.
"Es con gran preocupación que seguimos las noticias acerca de los estudiantes desaparecidos en México. Nos sumamos a las voces de los movimientos cristianos juveniles, a nivel local y global, para exigir justicia para los 43 desaparecidos de Ayotzinapa", dijo Carla Khijoyan, encargada del programa del CMI para la Participación de la Juventud en el Movimiento Ecuménico.
"Es responsabilidad del Estado mexicano garantizar la seguridad y el retorno seguro de estos jóvenes estudiantes a sus hogares. Esperamos que el gobierno escuchará nuestras súplicas", dijo.
Christine Housel, secretaria general de la FUMEC, dijo que "la protesta de los 43 estudiantes desaparecidos, quienes insistían en vivir con verdadera justicia y respeto de los derechos humanos, es lo que los estudiantes cristianos deben hacer. Nuestro llamamiento es a las autoridades mexicanas para que reaccionen con rapidez y encuentren a los estudiantes con vida."

www.oikoumene.org, 6 de noviembre

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