HAMBRE DE DIOS, HAMBRE DEL SER HUMANO
Rubem Alves
El Padrenuestro. Meditaciones. Bogotá, San Pablo, 2007, pp.124-125.
V
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ida: el mayor deseo del cuerpo. Mas
la vida no reside en él. Para vivir depende del exterior. Es el hambre,
imploración del cuerpo por el pan de cada día.
Pan, tocino, frijol, carne ahumada,
leche, café: fragmentos del mundo, mi carne, amasados con sudor y paciencia.
Sudor: trabajo.
Paciencia: espera.
Es necesario que el cuerpo de otro
caiga en tierra, como semilla, es preciso que un poco de ese cuerpo se pierda
en el sudor y en el cansancio, que se entregue, como semilla,
que muera,
en el trabajo…
El cuerpo que trabaja fecunda la
tierra, renace como pan, vida para el otro.
Cada pan que se come: cuerpos, miles
de cuerpos descuartizados.
Arroja tu cuerpo sobre la tierra, y
pasados muchos días, otros lo hallarán, como pan, como vida.
Tomad y comed: esto es mi cuerpo.
Y en el hambre, cuerpo que suspira,
boca que se abre, que espera, se revela, a través de gestos demasiado profundos
para ser traducidos en palabras, el anhelo que sentimos por el cuerpo del otro,
nuestro pan.
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NUESTRO ADN. LIBRO II. NUEVOS LÍDERES
Primera Iglesia Presbiteriana de
Valparaíso
Tema 1: ¿Qué tipo de iglesia queremos ser?
Concepto clave: Iglesia Urbana y Misional
Tema 2: ¿Qué tipo de miembros queremos formar?
Concepto clave: Discípulos comprometidos con
el Reino – Iglesia
Tema 3: ¿Qué tipo de liturgia queremos
desarrollar?
Concepto clave: Liturgia solemne, festiva,
didáctica, comunitaria
Nuestro ADN 7, MISIÓN – LIDERAZGO
Tema 4: ¿Qué tipo de predicación queremos exponer?
Concepto clave: Predicación fiel, relevante,
transformadora
Tema 5: ¿Qué tipo de ministerios queremos
tener?
Concepto clave: Ministerios evangelizadores y
discipuladores
Tema 6: ¿Qué tipo de acción social queremos
hacer?
Concepto clave: Acción social de redención
integral
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ARRECIA OPOSICIÓN RELIGIOSA CONTRA INICIATIVA PRESIDENCIAL (III)
ALC Noticias, 15 de junio de 2016
A
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l reconocimiento de
los logros en ese terreno en la capital del país agregó el hecho de que
partidos nuevos (como Morena) se opondrán a la iniciativa por mera conveniencia
política. La reacción de la iglesia católica, no es nada sorprendente, “pues
tras 150 años de Estado laico no acaba de entender (y menos aceptar) lo que eso
significa”. Su argumentación es clara y consecuente con la historia del país:
“Nadie le exige ofrecer el santo matrimonio a parejas del mismo sexo, pero eso
no implica que el Estado no pueda y deba hacerlo, precisamente por estar por
encima de toda religión (que mantiene pautas de discriminación inaceptables
para un Estado democrático)”. Su observación del rechazo religioso es perspicaz
y atenta a la práctica de las diversas religiones: “La intensidad con que las
iglesias judías, cristianas y musulmanas difundieron la homofobia penetró en
las sociedades donde se instauraron, al grado de secularizarse (es decir, se
mantiene incluso entre no practicantes, no creyentes y ateos). […] Peña
enfatizó que la verdadera patología (social) es la homofobia, causante de
agresiones y crímenes de odio, en lo cual México ocupa el segundo lugar (como
si nos faltaran)”.
En esa misma línea,
Octavio Rodríguez Araujo, haciendo tabla rasa de los religiosos, recordó la
constante oposición de los ministros de culto hacia la homosexualidad y
especificó:
La Iglesia católica, que quizá sea mayoritaria
en México, vive no sólo en el pasado, sino que se aferra a éste como si nada
hubiera cambiado. Pero es tan hipócrita como otras muchas iglesias: a sus curas
pederastas los defiende y, en el mejor de los casos, los castiga cambiándolos
de diócesis u ocultando los hechos. Empero, la homosexualidad no pedófila, que
también existe entre sus ministros religiosos y monjas, la oculta y no la
castiga, pero sí la desaprueba para quienes no forman parte de las órdenes
religiosas o de sus parroquias. Tampoco castiga, debe recordarse, a quienes
tienen relaciones sexuales con personas del sexo opuesto y hasta hijos que
luego esconden, regalan o venden a parejas que los quieren en adopción o para
otros fines.
Su énfasis final
recayó nuevamente en las políticas públicas valorando la importancia de la
iniciativa en ese marco, no sin sospechar de ella:
Aunque fuera para distraer a los mexicanos de
asuntos más importantes, el católico Peña Nieto tuvo el arrojo de lanzar una
iniciativa, como jefe de un Estado laico, en favor del matrimonio igualitario
entre adultos. La jerarquía religiosa ya protestó y, al igual que en el pasado,
quiere que las llamadas leyes religiosas sean las que rijan nuestra convivencia
en México. […] Nadie les está pidiendo que casen a homosexuales, para eso están
los juzgados civiles que deben actuar en función del Estado laico y de los
derechos humanos que prohíben la discriminación por cualquier motivo o
naturaleza […] Dependerá de los legisladores que la nación se ponga a la altura
de los países más avanzados en el tema de los derechos humanos o postrarse ante
la autoridad religiosa. Si optan por lo segundo, sólo queda recordarles que,
para ocupar el cargo que tienen, juraron respetar la Constitución mexicana y
que son parte de este Estado, no del Vaticano.
Por su parte, Jorge
Iván Puma Crespo cuestionó los aspectos jurídico-políticos del debate desde dos
aspectos complementarios, el constitucional, por la obsesión reciente de
plasmar todos los derechos en la Carta Magna, y el estrictamente legal: “Más
allá de la controversia suscitada respecto la iniciativa presidencial sobre
matrimonio gay, habría que preguntarnos si elevar el tema del matrimonio
igualitario a la discusión política no es una oportunidad para emprender algo
que debimos hacer desde hace años. Es
momento de arrebatar las tablas de la ley a los juristas y a las Cortes, y
devolverlas a la ciudadanía. No sea que al final del camino, en una extraña
contradicción performativa, nos descubramos incapaces de sostener el discurso a
favor de la igualdad y la inclusión y prefiramos la tiranía de la
interpretación de las Cortes”.
El 30 de mayo
algunas iglesias evangélicas publicaron un desplegado, cuyo contenido fue dado
a conocer por el semanario Proceso. Bajo el título “Posicionamiento evangélico
sobre matrimonio igualitario”, enfatiza que “esta iniciativa nos discrimina
junto a la gran mayoría de mexicanos porque atenta contra principios y valores
fundamentales de la sociedad”. Y agrega que el Estado mexicano “tiene la
obligación de defender el modelo de familia que asegura la preservación de la
especie, dando a otras formas de convivencia las garantías que sean necesarias
para su realización plena, sin vulnerar a un modelo que ha probado a lo largo
de la historia su relevancia y certeza social”.
El documento
aclaran que la postura de las iglesias evangélicas no es “de un ataque o
rechazo a las personas con preferencias sexuales diferentes”, pues simplemente
busca que no se vulneren los derechos de la “mayoría de la sociedad”, cuya base
es la familia tradicional. Por lo que solicitan “una amplia consulta nacional
para que los legisladores federales y locales puedan tener el pulso de la
mayoría de la nación en un tema que puede ir de la homofobia a la heterofobia”.
El desplegado lo suscribieron, entre otras iglesias y movimientos, la Alianza
Cristiana y Misionera de la República Mexicana, Sólo Cristo Salva, Agua Viva
para las Naciones, Comunidad Cristiana Semillas de Vida, Comunidad Evangélica
Patmos, Ministerios Visión Internacional, Fraternidad Pentecostés
Independiente, Plataforma Apostólica de México y la Red Internacional de Ministerios
México, es decir, una inmensa mayoría de instituciones reconocidas como
neo-pentecostales y carismáticas. Además, los debates acalorados entre
integrantes de iglesias evangélicas han estado a la orden del día, pues en su
mayoría manifiestan el rechazo con argumentos dogmáticos.
Como resultado de
estas apreciaciones, Roberto Blancarte, investigador de El Colegio de México,
fue más específico al referirse a las iglesias evangélicas como instancias que
han pasado de discriminadas a discriminadoras, pues incluso a partir de la
negación de sus orígenes liberales, que las han llevado a aliarse
ideológicamente a la ultraderecha católica, se han colocado en posturas que
contradicen rotundamente su herencia cultural y política. Sin reconstruir con
amplitud esa trayectoria, Blancarte recuerda el pasado evangélico mexicano:
Hay pocas cosas peores que ver a personas o
instituciones que han sido discriminadas y que siguen siendo discriminadas,
convertidas en discriminadoras. Ése es el triste espectáculo que nos ofrecen
algunas Iglesias evangélicas, con motivo de la iniciativa del presidente Peña
Nieto para eliminar diversas formas de discriminación. Con muy poca memoria y
menos espíritu de tolerancia, de respeto a los diversos, algunos dirigentes
evangélicos anunciaron que se opondrán a dicha iniciativa. Ya se les olvidó que
ellos mismos durante mucho tiempo (y todavía hasta hace poco) fueron tratados
como ciudadanos de segunda e incluso ahora son discriminados; sus instituciones
eran llamadas “sectas” y no “Iglesias”, sus hermanos feligreses eran llamados
peyorativamente “aleluyas”. Todavía hoy es frecuente observar cómo los
“cristianos” o evangélicos son discriminados en sus gestiones o peticiones, en
muchas instancias oficiales y aún más en las no oficiales, en medio de una
sociedad que culturalmente todavía se asume como católica.
El reproche es duro
y directo, basado en la observación acumulada y atenta: “Y estas Iglesias
evangélicas, en lugar de convertirse en las primeras defensoras de una sociedad
más respetuosa de la diversidad y de las minorías, se convierten en
discriminados discriminadores. En lugar de luchar por los derechos de todos,
aunque no compartan sus decisiones de vida, su condición existencial o sus
preferencias sexuales, decidieron que van a luchar por una sociedad que siga
discriminando. Poco han aprendido de lo sufrido en carne propia”. La “ideología
protestante”, si es que alguna vez existió en la conciencia de estas iglesias,
no dejó de ser revisitada por este especialista (quien ha participado en varios
eventos de las mismas) con particular detenimiento, advirtiendo que su
“diferencia cultural” se ha perdido con el paso del tiempo ante estas
coyunturas socio-políticas.
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