¡Ojalá
rasgases el cielo y bajases,
derritiendo
los montes con tu presencia,
1 como fuego que prende en
los sarmientos o hace hervir el agua!
Para
mostrar a tus enemigos quién eres,
para que
tiemblen ante ti las naciones,
2 cuando hagas portentos que no esperábamos.
3 Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios fuera de ti
que hiciera tanto por el que espera en él.
4 Sales al encuentro del que practica
gozosamente la justicia
y tiene presentes tus caminos.
Estabas
airado, y nosotros fracasamos:
aparta
nuestras culpas, y seremos salvos,
5 Todos estábamos contaminados,
nuestra justicia era un paño asqueroso;
todos nos
marchitábamos como follaje,
nuestras
culpas nos arrebataban como el viento.
6 Nadie invocaba tu nombre
ni se esforzaba por aferrarse a ti;
pues nos
ocultabas tu rostro
y nos entregabas en poder de nuestra culpa.
7 Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro
padre,
nosotros la arcilla y tú el alfarero:
somos todos obra de tu mano.
8 No te excedas en la
ira, Señor,
no recuerdes
siempre nuestra culpa:
mira que somos tu
pueblo.
9 Tus santas ciudades son un desierto,
Sión se ha vuelto un desierto, Jerusalén un
yermo.
10 Nuestro templo, nuestro orgullo,
donde te alabaron nuestros padres, ha sido
pasto del fuego,
y lo que más queríamos está reducido a
escombros.
11 ¿Te quedas insensible a todo esto, Señor,
te callas y nos afliges sin medida?
*
1 No se conviertan en jueces de los demás, y así Dios no los juzgará a ustedes. 2 Si son muy duros para juzgar a otras personas, Dios será igualmente duro con ustedes. Él los tratará como ustedes traten a los demás.
3 ¿Por qué te fijas en lo malo que hacen otros, y no te das cuenta de las muchas cosas malas que haces tú? Es como si te fijaras que en el ojo del otro hay una basurita, y no te dieras cuenta de que en tu ojo hay una rama. 4 ¿Cómo te atreves a decirle a otro: “Déjame sacarte la basurita que tienes en el ojo”, si en tu ojo tienes una rama? 5 ¡Hipócrita! Primero saca la rama que tienes en tu ojo, y así podrás ver bien para sacar la basurita que está en el ojo del otro.
6 No den a los perros las cosas que pertenecen a Dios, ni echen delante de los cerdos lo que para ustedes es más valioso. Los cerdos no sabrán apreciar su valor, y los perros pueden morderlos a ustedes.
7 Pidan a Dios, y él les dará. Hablen con Dios, y encontrarán lo que buscan. Llámenlo, y él los atenderá. 8 Porque el que confía en Dios recibe lo que pide, encuentra lo que busca y, si llama, es atendido.
9 Nadie le da a su hijo una piedra, si él le pide pan. 10 Ni le da una serpiente, si le pide un pescado.
11 Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, con mayor razón Dios, su Padre que está en el cielo, dará buenas cosas a quienes se las pidan.
12 Traten a los demás como ustedes quieran ser tratados, porque eso nos enseña la Biblia.
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