domingo, 8 de marzo de 2020

Letra 660, 1 de marzo de 2020


EL ANUNCIO PROFÉTICO DE LA ESPERANZA
L. Alonso Schökel y J.L. Sicre

Resultado de imagen para jesus at nazareth synagogueEl autor está hablando de una restauración que ha de suceder en la patria y que se abre hacia el futuro. Comprende dos elementos paralelos y complementarios: dentro tiene que triunfar la justicia en las relaciones ciudadanas, fuera han de cesar las injusticias y opresiones contra los judíos. La correlación se puede esquematizar:

opresores judíos         opresores extranjeros
oprimidos judíos           oprimidos judíos

Eliminar la primera opresión interna es condición para que cese la segunda externa; en ambos casos el resultado es una reconstrucción de la ciudad, un germinar del jardín. En el cap. 58 el profeta trompeteaba denunciando un pecado e invitando a la conversión con grandes promesas; en el cap. 61 el evangelista anuncia el cumplimiento de las promesas a nueva escala.
1. Como en 42,1-4 y 49,1-6, se presenta aquí en primera persona el profeta. No usa el término técnico “profeta”, pero menciona sus dos condiciones principales: el envío o misión y el servicio de la palabra. Como en 40.9, su actividad es dar una buena noticia o “evangelizar” y proclamar como heraldo o pregonero. Para esta tarea está equipado con el don del Espíritu, que es unción o consagración carismática (48.16). Con su palabra comienza curando por dentro a los que sufren, porque pregona y promulga un año jubilar de parte del Señor. Año jubilar al estilo de Lv 25,10 y semejante a Jr 34, sólo que referido a la situación de los judíos respecto a otros pueblos.
2. Por la última razón, la acción divina tiene dos direcciones: desquite, porque el Señor paga al enemigo por sus agresiones; gracia, porque resarce al pueblo de sus sufrimientos. El “desquite” se aplicaba en 59.18 a los adversarios internos de Dios, es decir, a miembros indignos de la comunidad judía; se aplicará de nuevo al enemigo en 63.4. Por su posible ambigüedad suprimió Jesús la última frase cuando leyó el rollo del profeta, y provocó así grandes protestas. Gracia: véanse 40.2 y 49.8.
La buena noticia lleva fuerza de convicción y opera una transformación interna que llama al consuelo (40.1). Sus beneficiarios son los afligidos que sufren pacientemente; es lo que exigía el profeta en 58.10, para anticipar la acción ejemplar de Dios.
3a. La consolidación interna busca su expresión, el gozo cambia los ritos de luto en ritos de fiesta (Sal 30), lo contrario que en 3.24. Perfume de fiesta recuerda Sal 45.8, pues sólo se lee en ambos pasos; si la referencia es intencionada, significa extender al pueblo el privilegio real (lo que ha hecho ya con David en 55.3-5).
3b. El cambio queda sellado con la imposición de un nuevo nombre, en imagen vegetal. Hay jardines idolátricos, plantados en honor de Baal, que llevan al fracaso, 1,29-31; 57,5; ahora el Señor quiere que su pueblo sea el bosque plantado en su honor. Esta interpretación, que toma hsdq como título del Señor, está abonada por el paralelismo próximo, mt Yhwh. Cabe otra interpretación, que no contradice la precedente, y es tomar sdq como adjetivo, con el sentido de legítimo: en tal caso, el pueblo es un plantío legítimo, como el sucesor de David será un “vástago legítimo” (Jr 23.5, véase el comentario). El contexto presente y la semejanza con 60.21 hacen preferible la primera interpretación.
4-5. Reconstrucción de ciudad y campo, restauración de agricultura y pastoreo (49.8). Las tareas del campo se encomiendan a extranjeros, dejando así libre a todo el pueblo para oficios sagrados. Véase la política de Josué (9.27) y de Salomón (1 Re 5.27-31; 9.20-24) acerca del trabajo de extranjeros. El tema prolonga lo dicho en 60.10.
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PRONUNCIAMIENTO DE LA CMIRP SOBRE LOS ÚLTIMOS SUCESOS DE VIOLENCIA DE GÉNERO EN MÉXICO

Ciudad de México, 22 de febrero de 2020

Resultado de imagen para cmirpY el Señor le dijo: “¿Qué es lo que has hecho? Desde la tierra, la voz de la sangre de tu hermano/a me pide que le haga justicia”.
Génesis 4.10, Reina-Valera Contemporánea (modificada)

Ante los recientes acontecimientos relacionados con la violencia de género, particularmente los feminicidios de la menor Fátima y de Ingrid, y en el espíritu de las palabras del Génesis citadas, expresamos nuestra más profunda indignación, pesar y arrepentimiento.
Reconocemos que, como parte de este país, hemos participado, sobre todo desde nuestra enorme pasividad, de estos crímenes de odio, inconcebibles en estos tiempos de afirmación de la dignidad de todas las personas.
Aceptamos también que este pecado estructural, más allá de las complejidades de la vida individual y del daño psicológico que implica actuar de la manera más inhumana que se pueda imaginar y practicar, está presente en todos los ámbitos de la vida social y que nuestra proclamación del mensaje de Jesucristo no ha bastado para aplacarlo o disminuirlo. Ello se debe, no a la ineficacia de dicho mensaje, sino a nuestra limitada proyección y compromiso con él.
Confesamos que hemos sido partícipes, por omisión, indolencia y falta de compromiso con la justicia, de una actitud destructiva que, lamentablemente, sigue lastimando y cercenando vidas, con la misma ferocidad que en los tiempos de los Jueces (caps. 19-21), cuando una mujer anónima fue violentada en toda su realidad física y humana, y cuyo cuerpo fue fragmentado y repartido como una especie de sacramento brutal para testimonio de un pueblo que fue llamado a hacerle justicia.
Por lo tanto:

·    Pedimos perdón a las mujeres de este país por el grado de complicidad (activa o pasiva) con que hemos asumido este tipo de sucesos en los últimos años y que sigue poniendo en riesgo su sobrevivencia y vida digna.
·    Pedimos perdón a la Divinidad por tanta indiferencia y la nula acción ante estos hechos que han propiciado una auténtica crisis humanitaria en nuestro país.
·    Hacemos un llamado a nuestras comunidades a prestar atención a estos hechos para evitar su invisibilización, a clamar a Dios por su justicia, a anunciar las buenas nuevas de amor, paz y armonía ante hechos similares, a denunciar cualquier brote de violencia de género y a prevenir cualquier situación que atente contra la vida y estabilidad de las mujeres y menores de edad.
·    Invitamos a las demás comunidades que reivindican el nombre de Jesucristo a sumarse a las tareas de denuncia de este mal que amenaza con convertirse en endémico, a proclamar las bondades transformadoras del Evangelio y a participar activamente en la reconstrucción de la mentalidad social para superar este problema.
·    Exhortamos a la sociedad mexicana en su conjunto a asumir la tarea de mejorar la situación de las mujeres y así poder atender los riesgos y la enorme vulnerabilidad con que ellas viven en los tiempos presentes.
·    Solicitamos a los diferentes niveles de gobierno, especialmente a la Presidencia de la República, que escuche con atención el clamor de las mujeres que reclaman justicia por estos feminicidios, así como una mayor sensibilidad que permita abordar y solucionar el problema mediante medidas concretas.

Finalmente, afirmamos enfáticamente la esperanza en la resurrección experimentada por Jesús de Nazaret y que comparte con todo aquel o aquella que padece la injusticia criminal. Ella es la que no nos permitirá olvidar a Fátima, a Ingrid, y a todas las demás mujeres que han perdido la vida en esta espiral de violencia que sacude a nuestra nación.
Al lado de ellas y de todas las mujeres afirmamos también:

¡Ni una más! ¡Ni una menos!

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