domingo, 29 de marzo de 2020

Letra núm. 664, 29 de marzo de 2020


LA FE TÓXICA MATA
José Manuel Capella-Pratts, Presbyonline, 25 de marzo de 2020


Entonces el diablo lo llevó a la santa ciudad, lo puso sobre la parte más alta del templo, y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, lánzate hacia abajo; porque escrito está: ‘A sus ángeles mandará alrededor de ti”, y también: “En sus manos te sostendrán, Para que no tropieces con piedra alguna”. Jesús le dijo: «También está escrito: “No tentarás al Señor tu Dios”.
Mateo 4:5-7 RVC



Celebrando la ¿muerte? - WebislamAl momento de escribir estas líneas me encuentro triste. Es el undécimo día desde que decidimos suspender servicios y reuniones presenciales en nuestra congregación, como medida para combatir la propagación del COVID-19. Cuando tomamos esta decisión, ya la Organización Mundial de la Salud había declarado la pandemia. No era asunto de fomentar el pánico, sino de ser responsables y no exponer a nadie a un posible contagio, ya que, a todas luces, en ese momento algunos(as) de nosotros estaríamos contagiados sin saberlo y nos convertiríamos en portadores del Coronavirus. Uno de los proverbios bíblicos nos aconseja: “El prudente ve el peligro y lo evita; el imprudente sigue adelante y sufre el daño.” (Proverbios 22.3, Dios Habla Hoy)

Aquel sábado 14 de marzo tuve que llevar a cabo algo que jamás había imaginado tendría que hacer: colocar letreros en las puertas del templo, indicando que estará cerrado hasta nuevo aviso. Me provocó gran dolor: he pasado mis 23 años de carrera pastoral invitando personas a entrar al templo, y en ese momento estaba haciendo todo lo contrario. Fue lo prudente.
Aquel día y en días siguientes, aún al momento de escribir estos pensamientos, observé iglesias y grupos religiosos desafiando lo que ya en muchos lugares son toques de queda oficiales. Algunos lo hacen citando pasajes bíblicos, a manera de amuletos mágicos que les protegerán de todo peligro y enfermedad... “Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegará” (Salmo 91.7, RV60). “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, Y los defiende” (Salmo 34:7 RV60). Y no podía faltar el clásico: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4.13, RV60)
Lanzados como si fueran píldoras para el dolor de cabeza, los pasajes bíblicos citados fuera de contexto pueden convertirse en instrumento de muerte en lugar de ser instrumento de vida. Todo esto me hizo recordar un episodio en la vida de Jesús, sobre el que leíamos al comienzo de la temporada de Cuaresma. Cuenta el Evangelio Según Mateo que estando en el desierto, luego de haber ayunado por 40 días y noches, Jesús recibió la visita del tentador, quien con sus artimañas buscó poner en juego la identidad y misión del divino maestro...
Uno de los retos presentados ante Jesús, lo invita a lanzarse al vacío desde un lugar muy alto, teniendo como garantía de protección dos versos de la Escritura Sagrada (casualmente del Salmo 91). De primera intención, el desafío pudiera tener sentido: ¿Por qué no hacerlo, sobre todo cuando la “promesa bíblica” ha sido dada? La respuesta de Jesús fue tajante: “No tentarás al Señor tu Dios” (Deuteronomio 6.16).
Mi madre me enseñó de pequeño que podemos confiar en el cuidado y la providencia divina; y también me enseñó a mirar ambos lados antes de cruzar una calle. El mensaje bíblico nunca debe servir de fundamento para la imprudencia y la irresponsabilidad. Eso es fe tóxica. Y la fe tóxica ha costado muchas vidas a lo largo de la historia. Hablando sin rodeos: la fe tóxica mata. Repito: la fe tóxica mata.
Estamos viviendo tiempos muy difíciles. Apenas estamos comenzando a ver la magnitud de la pandemia en nuestra propia comunidad Miamense. No es tiempo de aventurarse y descuidarse con el pretexto de que la fe de alguna manera nos hace inmunes. El pueblo creyente no está exento del dolor, la enfermedad y la muerte. Es tiempo de ser prudentes. Es tiempo de poner en práctica el amor al prójimo tomando todas las precauciones a nuestro alcance para evitar contagios. Es tiempo de mantener la distancia física a la vez que mantenemos la interacción social a través del teléfono o la internet. Es tiempo de hacer uso de la capacidad para razonar, cosa que identificamos como regalo de Dios. Es tiempo de ser pacientes. Esta gran prueba colectiva será superada, pero no con soluciones rápidas carentes de esfuerzo. Roguemos al Señor que nos conceda su gracia y su fortaleza para resistir durante esta gran calamidad, ejercitando la solidaridad y la empatía. Soli Deo Gloria.
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LA REFORMA DE LA IGLESIA INVISIBLE (I)
Raúl Méndez Yáñez

Una nueva conciencia de comunidad
D
ebido a la crisis sanitaria que ha afectado, al momento de escribir este texto, a más de 160 países, con un registro de 392 149 infectados y 17 736 muertes, vivimos en una situación inaudita para la generación que está sobre el planeta en estos momentos, independiente de los rangos de edad. Boomers, Millennials, Centennials, todos somos ahora la generación de la pandemia.
Somos la generación de quienes no nos habíamos enfrentado a una situación tan drástica como la que tenemos encima en estos momentos. Solamente aquellos que pasaron por situaciones de guerra o en localidades como Chernóbil, donde hubo verdaderos desastres bioquímicos, habían tenido noción de una situación como la que, ahora el planeta entero se encuentra viviendo.
En esta reclusión y aislamiento, parece paradójico tener que hablar de la comunidad. ¿Cómo hacer comunidad en un contexto en el que nos encontramos separados por una necesidad de cuidado y salud? El amor ya no se demuestra por la cercanía, sino por la “sana distancia”.
Esto no es un paréntesis que durará dos o tres meses. Este distanciamiento será la nueva regla del juego social a partir de estos momentos. Tenemos que cobrar conciencia que, según las estimaciones de la OMS, al final de esta pandemia, 60% de la población habrá sido infectada en algún momento. El objetivo es no contagiarnos todos al mismo tiempo. Lo que hará que esta situación de alerta dure mucho tiempo. Se estima, incluso, que años.
Pero más allá del momento en que finalmente podamos salir de esta contingencia sanitaria, lo cierto es que cambiarán las cosas en los hábitos, valores y creencias de la sociedad. Y por supuesto, también marcará a las futuras generaciones. El sentido de grupo y lo colectivo está siendo resignificado de una manera muy profunda. El contacto cara a cara, la cercanía piel a piel, está llegando a un punto sin retorno, en el que habrá que cambiar toda la interacción que tenemos como seres humanos.
Típicamente se hablaba de las culturas de la distancia y las culturas de la cercanía.[1] Las culturas de la distancia son aquellas como los ingleses, los alemanes, los coreanos, quienes en sus gestos y saludos respetan mucho el espacio personal o, como la antropóloga Mary Douglas le llamaba, el “registro de dignidad" de las personas.[2] De ahí que era muy frecuente hablar de la sorpresa que se llevaba el inglés que venía a una comunidad de México y era besado y abrazado por todos, y llegaba a sentirse incómodo al respecto, porque él forma parte de una cultura de la distancia, en la que 30 o 40 cm de alejamiento entre los cuerpos era apenas el mínimo necesario.
Por otra parte, se encuentran las culturas de la cercanía, entre las que destacan las de los árabes y las de los países latinoamericanos, a quienes nos gusta mucho el apapacho, el beso y la cercanía. Esta proxemia, es decir, esta relación de distancia entre los cuerpos, a partir de estos momentos ya no será la misma para ninguno de los dos tipos de culturas. 30 o 40 centímetros ya no son suficientes, sino al menos metro y medio de distancia.
La situación es la siguiente. Esto va a provocar que, incluso cuando hayamos salido de esta contingencia sanitaria, las personas sigan preocupadas por quién se les acerca y vamos a vivir en un estado de constante “hermenéutica de la sospecha” o, mejor dicho, una hermenéutica de la sospecha del riesgo de contagio. Van a existir nuevas interacciones entre los cuerpos, los saludos, el momento de comer, el momento de estar juntos en un espacio cerrado y, por su puesto, las aglomeraciones multitudinarias en conciertos o en mítines políticos. Todo eso ya está teniendo un drástico cambio del que no podemos anticipar completamente cómo nos marcará.
Desde luego las comunidades de trabajo como las ONG o las iglesias, los cultos y, por supuesto la atención pastoral, también se verán afectadas por este nuevo tipo de conciencia de comunidad que está surgiendo alrededor del mundo.

La iglesia invisible se visibiliza
¿Cómo entonces podemos pensar en pastorales comunitarias en un contexto de aislamiento y separación? El COVID-19 vino a transformar nuestras eclesiologías haciéndolas caducas. Estamos juntos en esto y debemos pensar en forma cooperativa cómo vamos a ejercer ahora la pastoral. Personalmente tengo más dudas y cuestionamientos que respuestas. Porque no sé exactamente cuál sea la mejor forma de responder. Será entre todas y todos que iremos construyendo este nuevo sentido de comunidad.
Un concepto que es de pertinencia retomar es aquella categoría eclesiológica acuñada por Agustín de Hipona y retomada con singular entusiasmo por la Reforma desde Lutero y Calvino, la llamada “iglesia invisible".
Atendamos al Catecismo Mayor de Westminster.
P. 64. ¿Qué es la iglesia invisible? R. La iglesia invisible es todo el número de los elegidos que han sido, son y serán reunidos en uno bajo Cristo la cabeza. Efesios 1.10, 22, 23; Juan 10.16; 11.52.
La iglesia invisible es el conjunto de los fieles que adoran en todo el planeta y en todo momento a Dios, y quienes "gozan por Cristo de unión y comunión con él en gracia y gloria"(respuesta 65). Se distingue de la iglesia visible por ser esta el territorio de confinamiento en el cual se realiza un acto devocional, un culto, una eucaristía o un servicio a Dios. Es el templo cotidiano que podemos ver a simple vista y sus congregantes.
La iglesia invisible, por su parte, es lo más cercano a una comunidad virtual,[3] porque se encuentra dispersa en todo el mundo; no habita el mismo espacio específico de adoración, cada quien adora en cualquier región y parte del globo.
Algo estamos aprendiendo. Ya no es necesario estar en multitud para poder tener una experiencia significativa de fe, causa común o solidaria. Ahora, desde el aislamiento y la intimidad del hogar se crean los vínculos subjetivos desapegados del espacio físico. No es necesario estar en el mismo territorio para tener la misma causa. Esa es la iglesia invisible.
¿Cómo entonces generar un diálogo con alguien que no está a mi lado?, ¿cómo generar una interlocución con una persona distante y a quien quizá pueda ver por la pantalla, pero no tocar, oler ni tener toda la experiencia organoléptica que se da en el encuentro con el Otro. Ahora serán encuentros, más asépticos, con la menor invasión y contacto posible.
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Héctor Laporta Velásquez

C
El Rev. Dr. Héctor Laporta, pastor... - Iglesia Metodista del Perú ...omo humanidad estamos experimentando tiempos excepcionales. La pandemia de la Covid-19 registra ya 20 mil muertos, 464 mil personas contagiadas y en recuperación más de 113 mil pacientes alrededor de nuestra aldea global. Cifras que día a día aumentan. Pero también un tercio de la humanidad nos encontramos confinados a nuestras viviendas teniendo cambios drásticos, en nuestros hábitos, dietas y rutinas cotidianas.
Frente a ello, se han manifestado gobernantes, agentes de salud, pero también líderes de iglesias.
Dentro de estos últimos ha habido dos tendencias: Unos, como Ralph Drollinger (pastor del entorno de Trump), señalan que la pandemia es el resultado de la ira de Dios frente a la permisividad contra los ecologistas, lesbianas y gays; mientras otros nos invitan "solo" a orar, a mantener la calma y a sujetarse a las recomendaciones de nuestras autoridades.
Leía en estos días los trabajos de Juan Wesley sobre la salud y en ellos el subraya su disconformidad con aquellos que "reducen" la salvación al ámbito de lo espiritual; debido a que ello minimiza las afirmaciones bíblicas de la salud en la vida presente. En otro de sus sermones ataca a los sistemas de salud injustos y prácticas deshonestas y discriminatorias de la salud.
Muchos hoy en día se han concentrado su atención en conocer más sobre este virus, sobre el cual los científicos no se ponen de acuerdo si es una entidad química o un ser vivo; y de cómo evitar su contagio. Sin embargo, es importante señalar que este pequeño microorganismo no es el responsable de esta tremenda crisis.
Esta pandemia refleja el "pecado" de nuestra sociedad global y capitalista donde se rige por lo económico y el mercado bursátil y no por la salud y el acceso a ella por parte de todos, especialmente de los más débiles.
Lo que esta pandemia pone en evidencia y que debemos denunciar como teólogos y pastores es la fragilidad de nuestros sistemas de salud; la poca inversión del estado en salud, no llegando a los dos dígitos de nuestros presupuestos nacionales; la economía informal que limita a la gran mayoría de trabajadores en el mundo al acceso de beneficios sociales; la precariedad de las viviendas de las grandes mayorías sin acceso a servicios básicos alrededor de toda la aldea global.
Finalmente, Juan Wesley nos exhorta a cultivar el cuidado cotidiano de la salud, a nivel personal y social, en vez de recurrir a Dios sólo en tiempos de emergencia y de pandemias y de "sólo" orar.
Gracia y paz.


[1] Edward Hall, La dimensión oculta. México, Siglo XXI, 2003.
[2], Mary Douglas, Estilos de pensar. Ensayos críticos sobre el buen gusto. Barcelona, Gedisa, 1998.
[3] R. Méndez, "Dios te ha confirmado como amigo. Narratividad y religiosidad identitaria juvenil en las redes sociales Hi5 y Facebook", en Alberto Hernández, coord., Nuevos caminos de la fe. Prácticas y creencias al margen institucional. México, Colef, 2011.

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