1. La Biblia en correlación
La relación entre la Biblia y la tarea evangelizadora no siempre ha sido fácil. Uno de los principales obstáculos en nuestro ambiente cultural es el limitado acercamiento y la falta de familiaridad con los textos bíblicos a pesar de que el trasfondo cristiano debería moldear de alguna manera la mentalidad de las personas, pero esto desgraciadamente no sucede porque el conocimiento de la Biblia inevitablemente produce perspectivas críticas sobre la fe y la religión. La evangelización es una labor que implica la adecuada transmisión del antiguo mensaje de Jesús, el cual, generación tras generación, tiene que ser redescubierto, releído e interpretado para las nuevas circunstancias. La tradición religiosa ha anquilosado en gran medida esta memoria y la ha convertido en un artículo de consumo consuetudinario que escasamente trasciende, sobre todo porque los énfasis problemáticos (o incluso subversivos) de la persona y obra de Jesús de Nazaret son maquillados y domesticados para que no alteren, eventualmente, el orden social edificado en nombre suyo, pero con perspectivas que en ambientes más críticos han adquirido un rostro muy diferente al acostumbrado.
De ahí que cuando se dice que las iglesias “evangelizan” hay que estar muy atentos al contenido o frescura no solamente de su predicación sino también de las acciones que la acompañan, así como de las consecuencias que ambas pueden tener en el ámbito social. Una pregunta sumamente pertinente es: ¿cómo se utiliza la Biblia para compartir el Evangelio de Jesucristo a las personas que supuestamente no lo conocen? Porque de las respuestas pueden derivarse varias observaciones complicadas. El uso predominante es el moralizante: se busca que la gente Otro más es el inmediatista, esto es, cuando la Biblia se utiliza como un recetario para cualquier problema vital mediante la aplicación indiscriminada de citas pasando por alto las circunstancias específicas de las personas. Este par de actitudes produce un fuerte reduccionismo en el efectivo papel de la Biblia para la evangelización, pues reduce ambas cosas, la Biblia y la evangelización, a meros remedios superficiales para la inmensa variedad de situaciones humanas.
Pensemos en la Conferencia Mundial sobre el sida que se lleva a cabo en estos días en la Ciudad de México, la cual estuvo precedida por una reunión de varias organizaciones religiosas, entre ellas, la Red Internacional de Líderes Religiosos que Viven con o están Personalmente Afectados por el VIH/Sida (Inerela).[1] Nuevamente, hay que preguntarse: ¿qué dice o cómo responde la Biblia ante este problema humano? La respuesta inmediata es moralizante, con su aderezo inmediatista: “el sida es consecuencia del pecado”, por lo tanto, todo lo que suceda en relación con él está marcado por el índice de fuego de la condenación. Al asumir esta postura, las iglesias desnaturalizan su mensaje al alejarse de los postulados del amor y de la gracia que deberían caracterizarla y subrayar pasajes tan oprobiosos como los referentes a Sodoma y Gomorra.
2. Importancia de la lectura e interpretación
En la última semana de julio de 2008 se anunció que la revista Líderes Mexicanos ha reconocido al actual director de la Sociedad Bíblica de México como “uno de los 300 personajes más influyentes de la sociedad mexicana”. Dicha publicación lo considera como un “líder” por la distribución de más de un millón de ejemplares de la Biblia en un año y la traducción de la misma a varios idiomas indígenas, lo cual, “dialectos ha contribuido a mejorar la vida social de México”.[2] Las estadísticas de venta, lamentablemente, no coinciden siempre con las de lectura, pues por más esfuerzos que se llevan a cabo en México, la inmensa mayoría de la población no alcanza a leer ni siquiera un libro completo durante un año. De modo que este tipo de cuentas alegres no tiene mucho valor ni siquiera al interior de las iglesias, adonde hay que decirlo sin rubor, la evangelización no termina de completarse mientras no haya una visión completa, sólida y autocrítica de las Sagradas Escrituras.
Pero en ocasiones los rumbos que toma la lectura de la Biblia son impredecibles, como le sucedió al peruano Segundo Villanueva, quien, como relata el libro La revelación, de Graciela Mochkofsky, a los 17 años heredó de su padre asesinado una Biblia y, al leerla, su vida cambió, porque empezó a cuestionar su fe y su religión católica para luego pasarse al protestantismo. Hasta ahí todo va por un rumbo más o menos conocido, pero después conoció otras religiones en Perú hasta que finalmente encuentra en la rigurosidad del judaísmo la verdadera religión, pero pese a ello somete a su fe a una serie de preguntas, cuyas respuestas consolida su creencia. Finalmente, Villanueva y la comunidad que lo seguía fueron a vivir a Israel.[3]
El libro de los Hechos es un muestrario de la forma en que la lectura y la interpretación de los textos antiguos podía y debía aplicarse a la nueva situación vivida por los seguidores de Jesús de Nazaret al entrar a un mundo distinto en el que las claves vitales e interpretativas eran muy diversas.
3. La insustituible mediación humana
Es significativo que un hombre africano aparezca en el cap. 8 como modelo de interés por las Escrituras hebreas quien, al encontrarse con el helenista Felipe, evangelista, buscará entender su significado para él. A pesar de su éxito inicial, Felipe había fracasado con Simón el Mago, como prueba de que la visión mercantilista de la religión siempre ha competido con sus posibilidades liberadoras. El segundo momento de la evangelización de Felipe sucede cuando en vez de ir al norte va no al sur, y no a un ciudad sino al desierto, y no a evangelizar multitudes sino a una sola persona. “Felipe imita exactamente el método que utilizó Jesús con los discípulos de Emaús (Lc 24)”.[4] Y ahí brota la gran lección para el presente de la evangelización: si el texto bíblico muestra que la mediación humana es insustituible, resulta imprescindible tener un conocimiento óptimo de las Escrituras para transmitir adecuadamente el mensaje cristiano. Ya el etíope se había acercado al texto, pero faltaba el elemento humano que integrara el mensaje a una realidad concreta. El diálogo interpretativo forma parte del proceso evangelizador: lectura, interpretación y aplicación, todo en una situación ideal.
La explicación de Felipe es convincente y, sobre todo, informada, contextual, pues respondió a la necesidad espiritual del etíope, la cual pudo ser entendida y servir como punto de partida para plantear la respuesta del Evangelio. Felipe plantea la labor misionera de la Iglesia en estricto apego a las Escrituras, por un lado, y con una atenta lectura y comprensión de la situación de la persona. Ambas cosas son ineludibles a la hora de buscar la fidelidad al Evangelio de Jesucristo y a las necesidades humanas.
Notas
[1] “Inician lucha contra estigmatización en Iglesias sobre el Sida”, http://mx.news.yahoo.com/s/02082008/7/mexico-inician-lucha-estigmatizaci-n-iglesias-sida.html, 2 de agosto de 2008. Cf. “Llaman líderes religiosos a romper el silencio sobre el VIH-Sida”, http://mx.news.yahoo.com/s/02082008/7/mexico-llaman-l-deres-religiosos-romper-silencio-vih-sida.html, 2 de agosto de 2008.
[2] Óscar Moha, “Publicación secular (sic) reconoce la influencia social del Director de Sociedad Bíblica”, en ALC Noticias, 31 de julio de 2008, www.alcnoticias.org/interior.php?lang=687&codigo=12034&PHPSESSID= e4af3bd74d281b783cc35487aa23c071.
[3] “La revelación', la vida de un peruano que condujo a su comunidad a Israel”, en http://afp.google.com/article/ALeqM5gpLG4pBVClb8tpw5dO5_aNFK4GDg, 2 de agosto de 2008. Cf. Manuel Eráusquin, “Historia de fe”, en www.correoperu.com.pe/lima_nota.php?id=72583&ed=14, 1 de agosto de 2008.
[4] Pablo Richard, El movimiento de Jesús antes de la Iglesia. Una interpretación liberadora de los Hechos de los Apóstoles. México, Dabar, 1998, p. 98.
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