domingo, 31 de agosto de 2014

Letra 383, 31 de agosto de 2014

JUVENTUD
Karl Barth, Instantes
Santander, Sal Terrae, 2005, p. 57.

"Alégrate en tu juventud" (Qohélet 11.9)

“Juvenil” es, en el buen sentido de la palabra, podría denominarse una forma de actuar en la que resulta especialmente reconocible desde el pasado la obediencia al mandamiento de Dios como paso a la libertad. Tal vez la persona joven tenga ya también impresiones intensas, pero sigue poseyendo, no obstante, escasa experiencia. Hay viejos que la tienen en exceso. El hecho de que la persona joven sea aún relativamente inexperta puede llevar aparejada la oportunidad de que al menos no se le proponga directa- mente que sea ya una persona de hábitos, de rutinas, un tradicionalista, ni tampoco un engreído, un relativista, un escéptico.

A decir verdad, debería ser todavía capaz de cierta independencia y también de cierta fructífera capacidad de asombro. Todavía debería haber pocas razones para sentirse seriamente decepcionado o realmente afligido con respecto a demasiados seres humanos. También puede que aún esté realmente lejos de su ánimo la noción de un destino ciego a cuyo dominio estaría sometido. Dado que lo viejo no ha podido infundirle aún demasiado respeto, lo nuevo del mandamiento puede resultarle todavía más in- tensamente obvio en su novedad. Aún puede tener aliento disponible para la obediencia. Cuando hace esto con la espontaneidad y receptividad que podría caracterizar a un joven, actúa juvenilmente y de modo ejemplar para cuantos son más viejos, que también deberían pensar de manera juvenil, precisamente en este sentido, para ser obedientes al mandamiento de Dios.

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¿QUÉ ES LA BIBLIA? (II)
Juan Esteban Londoño, Lupa Protestante, 14 de agosto de 2014

A partir del siglo II a.C., se empezó a expandir la cultura griega-helenística con el emperador Alejandro Magno. La cultura helenística valoraba los textos escritos, y ya contaba con legados importantes como la Ilíada y la Odisea, las Tragedias de Sófocles y los Diálogos de Platón. Para ellos sí era importante atribuir la autoría a los textos, y por esto dijeron que la colección de cantos orales sobre la guerra de Troya (llamados todos en su conjunto la Ilíada) eran escritos por el poeta Homero.

El mundo judío se vio influido por esta cultura helenística, y de esta manera empezó a atribuir sus textos a personajes importantes para su historia, tales como Moisés, Samuel, David, entre otros.

Sin embargo, si atendemos bien a los propios textos bíblicos, nos damos cuenta que estos personajes antiguos no son tanto autores sino personajes. Por ejemplo, el libro de Isaías empieza diciendo: “Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén en tiempos de Ozías, de Yotán, de Acaz y de Ezequías, reyes de Judá” (Isa 1.1). Y el texto mismo sugiere que los discípulos de Isaías recopilaron las palabras que el profeta había escuchado de parte de Dios y fueron ellos los que las pusieron por escrito (Is 8.16). Así vemos que los profetas recibían mensajes Divinos y los predicaban al pueblo, y eran sus secretarios los que tomaban nota, como es el caso de Baruc, el secretario de Jeremías (Jer 36.32).

La familia era la principal encargada de transmitir las tradiciones orales. Los Salmos, por ejemplo, muestran cómo la historia de Israel no era transmitida a través de un libro, sino a través de canciones, que eran enseñadas a los niños y las niñas por sus papás y sus mamás (Sal 105.1-2). La literatura de Sabiduría era transmitida oralmente, y sólo con el paso del tiempo los dichos de los sabios y de los padres y las madres fueron puestos por escrito, como lo hace ver Proverbios 1.8: “Hijo mío, escucha los avisos de tu padre, no rechaces las enseñanzas de tu madre”. Algunos de estos proverbios son atribuidos a Salomón, pero se aclara que fueron recogidos por escribas de la corte, no escritos por el mismo rey: “Otros proverbios del rey Salomón que recogieron los escribientes de Ezequías, rey de Judá” (Prov 25.1).

En el Nuevo Testamento ya se escriben textos con autores definidos. Sin embargo, un escritor como Pablo sabe que es más importante la vida misma que viven los lectores que los textos propiamente escritos: “Nadie puede negar que ustedes son una carta de Cristo, que él redactó por intermedio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo, no en tablas de piedra, sino en corazones de carne” (2 Cor 3.3).

Para los rabinos judíos del primer siglo, había un vehículo de transmisión oral que se llamaba la Torah oral, y que servía como forma de interpretar la Torah escrita. Para los rabinos, era más importante esta Torah oral que la misma Torah escrita. La mayoría de la población no sabía leer, pero sí se podía aprender la tradición de memoria. En este sentido se consideraba que la Torah oral era más accesible a todos, mientras que sólo los alfabetizados podían acceder al texto escrito. Estos textos luego se escribieron y hoy se conservan en la Misná y el Talmud.

En el año 70 d.C., el Templo de Jerusalén fue invadido, y en el 135 fue destruido totalmente por parte del emperador romano Adriano. A causa de esto los judíos se dieron cuenta que era importante escribir y recopilar sus memorias, y también lo hicieron los cristianos. Así empezaron a juntar todas las tradiciones escritas y orales y ponerlas en forma de Canon, es decir una regla que les permitiera identificarse a lo largo del mundo. Así tanto los judíos como los cristianos pasaron a ser “pueblos del libro” hasta la actualidad. Sin embargo, esta historia nos hace recordar siempre que este “libro” proviene de muchos textos orales que se fueron componiendo y recomponiendo a lo largo del tiempo, y que hoy se llaman Biblia (Libros).
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LANZA ENCUENTRO SOCIAL PRIMER ANUNCIO TELEVISIVO  (I)

Luego de obtener su registro como uno de los tres nuevos partidos políticos hace aproximadamente un mes, Encuentro Social (PES), la organización señalada por sus nexos con dirigentes y militantes de iglesias evangélicas, ha lanzado su primer anuncio por la televisión abierta, además de estrenar logotipo y sitio web oficial (http://encuentro.social), en donde también aparece su “Decálogo social”, documento descargable de 4 páginas que contiene una serie de enunciados tales como honestidad, desarrollo económico, transparencia, derechos humanos, familia y medio ambiente, y sin ninguna alusión a elementos o aspectos religiosos, así como las demás plataformas de información y contacto: Facebook: EncuentroSocialPPN, Twitter: @PESO_cialPPN, e Instagram: @encuentro_social.

Apenas disimulada, la figura del pez cristiano ha formado parte del logotipo del PES, dirigido por su ya emblemático líder Hugo Éric Flores, quien luego de varios años de ser una agrupación política nacional (APN) y de tener registro local en el estado norteño de Baja California, gobernado desde hace varios sexenios por el derechista Acción Nacional. Anunciado meses antes, dicho registro fue buscado insistentemente por Flores, cuya presencia en los medios ha aumentado en frecuencia durante las últimas semanas a causa del interés que causa el primer partido evangélico mexicano. El anuncio de televisión (www.youtube.com/watch?v=F5VADHWs6FM) muestra a varias personas hablando desde un micrófono en un auditorio que poco a poco se va llenando. Resuenan las frases de batalla: “El podio es tuyo” y “Hagámoslo nosotros” y se habla persistentemente de la participación y de que “estamos hartos de escuchar promesas que no se cumplen. Ahora nos toca hablar a nosotros”. El anuncio, de minuto y medio de duración, también menciona que se requieren políticos con “valores”.

En el portal de internet en cuestión se afirma: “Somos un medio para que la agenda ciudadana pueda ser un factor de cambio de su comunidad y país. Pensamos que los cambios se hacen con y para la gente. En Encuentro Social buscaremos la participación de la ciudadanía bajo tres principios. En primer lugar, abriendo nuestra estructura a candidaturas ciudadanas. En segundo lugar, impulsando reformas que le brinden a los ciudadanos instrumentos para participar en la vida pública del país. Y por último, impulsando programas de diseño participativo a nivel local”.

Al referirse a la familia, el documento señala: “El fundamento del desarrollo social es la familia. Sin moldes ni estereotipos, la familia debe ser cuidada y fortalecida para formar hombres y mujeres con valores y principios para construir un México mejor. A nivel federal y local, debemos brindar elementos para el fortalecimiento de la familia. Por un lado, brindar herramientas a las madres, como guarderías de calidad y retomar la iniciativa de escuelas de tiempo completo. También, afinar las políticas de transferencias de costos para que los beneficios que obtengan los niños realmente se traduzcan en movilidad social para nuestra gente. Por último, reforzar campañas educativas de prevención de adicciones y anti violencia. No debemos dejar de lado una nueva Ley de adopción de menores, que facilite el proceso para que los niños puedan ser adoptados. De la misma forma, promover sistemas y una nueva ley u órgano de protección a menores”.

Precisamente en ese tema llamaron mucho la atención varias afirmaciones de Flores al hablar de la “defensa de la familia” desde un enfoque tradicional, pues en el norteño estado de Baja California el PES se presenta como el partido de la familia,[1] lo que fue interpretado por Bernardo Barranco como un nuevo rostro del conservadurismo social, pero ahora en un espacio religioso no católico: “Flores se alía con Casa sobre la Roca, una Iglesia dirigida por Alejandro y Rosi Orozco. Se venden ante Felipe Calderón como el leal brazo evangélico de su campaña presidencial. Igualmente neopentecostal, Casa sobre la Roca navega también en la ambigüedad, no se reconoce una agrupación religiosa, sino una comunidad de superación humana con inspiración en los valores bíblicos que se sustentan en los principios de la teología de la prosperidad. Pero su concepción de familia, sexualidad, aborto y otros análogos es idéntica a la de los católicos conservadores”.[2]Barranco reconstruyó el pasado eclesial y político de Flores: “…es un personaje de largo linaje evangélico. Nace en el seno de una familia enlazada a la Iglesia de Dios, agrupación de corte bautista; estudia en una preparatoria presbiteriana, Instituto Juárez, en el sur del DF, y desde muy joven milita políticamente. Trabajó con el grupo priísta de Colosio y fue asesor de Ernesto Zedillo, bajo la dirección de Liébano Sáenz”. No se incluyó el dato de que, luego de ejercer un cargo público, fue inhabilitado para volver a hacerlo y dicha sanción sigue vigente.

(LC-O)



Actividades

OREMOS FERVIENTEMENTE POR LAS NECESIDADES DE LAS FAMILIAS DE LA IGLESIA

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CULTO DE ORACIÓN Y ESTUDIO
Martes 2 de septiembre, 19 hrs.
Modera: A.I. Vicente Orozco G.

Llamamiento: Amós 8.1-8
Oración de ofrecimiento
Himnos: “A Dios adorad” (76)
             “Todos juntos reunidos” (408)
Momentos de oración
Lectura bíblica: Isaías 2
Tema: La esperanza de los profetas (I)
Himno: “A la divina Trinidad” (435)
Ofertorio
Bendición pastoral

LA ESPERANZA DE LOS PROFETAS
Louis Monloubou

Más que de escatología, un término técnico que se refiere, no sin ciertas ambigüedades, a las cosas del fin, hablemos simplemente de esperanza. Este término quiere significar entonces las realidades que aguardan los pro- fetas, esas mismas realidades hacia las que orientan las miradas de Israel y estimulan sus deseos. Es humano tener un objetivo, fijar un término a su acción, dar a los propios deseos un objeto definido. Los profetas se parecen a todos los demás hombres, con la excepción de que ellos muestran una atención especial, más ardiente que los demás, hacia el futuro; una atención tan ardiente que a veces resulta dolorosa.
Las representaciones que se hacen de ese objetivo los profetas van evolucionando profundamente. Desde los primeros testigos de la vena profética, desde los hijos de los profetas, pasando por Elías y Eliseo, con mayor claridad todavía en los primeros oráculos de Amós, hasta las últimas líneas del Apocalipsis, la esperanza de los profe- tas va cambiando. La transformación se lleva a cabo en dos puntos. En primer lugar, se modifica el contenido: Amós no siente el menor deseo de aguardar lo que espera el autor joánico. Y evoluciona además la característica temporal: aunque los dos autores hablen del “fin” (Am 8.2; Ap 2.26), no le conceden ni el mismo contenido ni la misma situación en la historia y en el tiempo.
¿Cuál es la esperanza, por ejemplo, de Débora? ¿Y la de Samuel y los hijos de los profetas que le rodean? ¿Qué es lo que desea Elías? ¡Qué aguarda Eliseo? Los textos se muestran demasiado reservados al respecto para permitir una “radioscopía” total; nos dicen por lo menos que esos hombres aspiran a la “felicidad” de la comunidad político-religiosa a la que pertenecen. “Muchos dicen: ¿quién podrá darnos la dicha?” (Sal 4, 7); esta debería ser la aspiración de la época, pero siempre con la certeza de que esta dicha, tan buscada y esperada, podía encontrarse en Yavé. Unas palabras tan ricas en el lenguaje bíblico y tan frecuentes en boca de los profetas como shalom (noción de plenitud) = “la paz”, (los profetas «de paz»: Jr 28, 9; Ez 13, 10.16; Nah 2, 1), sedagá (noción de 50 equilibrio) = “la justicia” (la predicación del Déutero- Isaías: Is 45, 8.23 s.; 46, 12; etc.), y hesed (sugiere una relación afectuosa) = “la amistad” (la enseñanza de Oseas 2.21; 4.1; 6.4.6; 12.7), etc., contienen lo esencial de lo que deseaba esa época y lo que desearán todas las demás. Pero ¡de qué contenido se trata?

Los profetas del Antiguo Testamento, p. 50.
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES

7 – Santa Cena/ Reunión de Consistorio
15 – Noche mexicana

21 – Análisis de la problemática juvenil

Oración, profetismo y acción por la justicia, L. Cervantes-O.

31 de agosto, 2014

Todo árbol sano da buenos frutos, mientras que el árbol enfermo da frutos malos.
Mateo 7.17, La Palabra (Hispanoamérica)

El llamado Sermón del Monte, resumen de las enseñanzas de Jesús de Nazaret, visto como un todo, contiene muchas afirmaciones sobre la oración y la experiencia espiritual para quienes deseen participar en la esperanza de la venida del Reino de Dios al mundo. Mucho de lo expuesto ahí constituye una especie de “manual” para la vida presente en la cual la exigencia para experimentar dicha esperanza se complica por múltiples razones, especialmente por los afanes y preocupaciones de la vida cotidiana, justamente aquellas a las que se refiere el Señor Jesucristo al momento de transmitir la forma en que ese Reino debe instaurarse como la principal prioridad para sus seguidores/as.
Como parte de esa espiritualidad del Reino de Dios que enseñó él, la oración, el profetismo y la acción por la justicia se enlazan en una especie de “cadena mística” en la que, inevitablemente, debe encontrarse inmerso cada seguidor suyo. En este conjunto ninguno de los elementos sale sobrando porque su modelo de integración es el propio Señor, quien paralelamente a una vida de oración constante, realizó un trabajo profético intenso y comprometido, al mismo tiempo que ejerció una sólida acción por la justicia con su ministerio completo. La mística, la espiritualidad, la piedad y la acción solidaria, así sea mínima, no están nunca peleadas. Pero tal vez se les ha visto disociadas debido a la tentación por el dualismo que con mucha frecuencia asalta a las comunidades cristianas.
Muy cerca del final de este gran sermón, en Mateo 7, Jesús se refiere nuevamente a la oración y la presenta como una búsqueda permanente de que “Dios abra la puerta” (7.7) ante la certeza de que su respuesta será siempre sensible y atenta, incluso comparando a la actitud divina con la de los padres humanos: “Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre que está en los cielos se las dará también a quienes se las pidan!” (7.11). Inmediatamente después, Jesús utiliza la metáfora de los dos caminos para referirse a las vías opuestas de la justicia y la injusticia (v.13). La puerta ancha, la de la “perdición”, es el camino de la injusticia, lo contrario a los propósitos renovadores del Reino de Dios para el mundo. “El Reino es el objetivo diario de la práctica y enseñanza de la comunidad. El ser riguroso y justo en la atención de la justicia —dikaiosyne— de la nueva Torá revelada por el Mesías Jesús, hacía parte de la práctica misionera y de la militancia política de la comunidad”.[1]
La oración misma se sitúa como una acción dentro de la dinámica “Práctica-enseñanza-justicia. Estas tres realidades se tenían que tocar para que el Reino aconteciese en la vida de la comunidad”. Orar ya es una forma de acción contra la injusticia que hay en el mundo. La puerta angosta es el camino de la justicia y de la práctica permanente de una acción sólidamente dirigida a hacer presente el Reino en el mundo (v. 14), en medio de todas las formas de oposición que enfrentará. Es un camino de vida, de paz y de armonía que debe insertarse en la conflictividad material del acontecer cotidiano. El propio sermón se refiere a ello al comienzo al desarrollar una de las bienaventuranzas relacionadas con la persecución y el rechazo hacia la labor profética: “Felices ustedes cuando los insulten y los persigan, y cuando digan falsamente de ustedes toda clase de infamias por ser mis discípulos. ¡Alégrense y estén contentos, porque en el cielo tienen una gran recompensa! ¡Así también fueron perseguidos los profetas que vivieron antes que ustedes!” (5.11-12). Mt 5.10 es aún más explícito porque se refiere a la persecución “por causa de la justicia” (por cumplir la voluntad de Dios), que es la causa misma de Jesús y del Reino de Dios.
Todo aquél/lla que entra por esa puerta afrontará un compromiso que lo deslindará y ayudará a enjuiciar y desenmascarar a los falsos profetas, verdadero peligro y riesgo de engaño (7.15). La acción por la justicia no puede realizarse a partir de medias verdades sino de un genuino compromiso con la verdad del Evangelio. Si como dice el aforismo del v. 17: “Todo árbol sano da buenos frutos, mientras que el árbol enfermo da frutos malos”, sólo se espera que la actitud, la conducta y el pensamiento de quienes asumen esta triple visión de la fe y la práctica se proyecten en el terreno de la realidad. Los frutos buenos, frutos de justicia, se oponen radicalmente al dudoso testimonio de quienes, hasta en el nombre mismo del Señor, llevan a cabo acciones contrarias, en esencia, a la voluntad de Dios.
La oración, el profetismo y la acción por la justicia, finalmente, se entrelazan de tal forma que, al hacerse visibles en los ámbitos conflictivos de la vida humana, dejan constancia de que el Reino de Dios sigue avanzando en el mundo para superar las relaciones de injusticia e instaurar un nuevo orden y formas nuevas de existencia comunitaria.



[1] P. Lockmann, “Una lectura del Sermón del Monte (Mateo 5—7). El Sermón del Monte en el Evangelio de Mateo”, en RIBLA, núm. 27, www.claiweb.org/ribla/ribla27/una%20lectura%20del%20semon%20del%20monte.html.

Mateo 7.13-23




La Palabra (Hispanoamérica)

13 Entren por la puerta estrecha. La puerta que conduce a la perdición es ancha, y el camino fácil, y muchos son los que pasan por ellos. 14 En cambio, es estrecha la puerta y angosto el camino que llevan a la vida, y son pocos los que los encuentran.
15 Tengan cuidado con los falsos profetas. Se acercan a ustedes haciéndose pasar por ovejas, cuando en realidad son lobos feroces. 16 Por sus frutos los conocerán, pues no pueden recogerse uvas de los espinos, ni higos de los cardos. 17 Todo árbol sano da buenos frutos, mientras que el árbol enfermo da frutos malos. 18 Por el contrario, el árbol sano no puede dar fruto malo, como tampoco puede dar buen fruto el árbol enfermo. 19 Los árboles que dan mal fruto se cortan y se hace una hoguera con ellos. 20 Así pues, también ustedes conocerán a los falsos profetas por sus frutos.

21 No todos los que dicen: “Señor, Señor” entrarán en el reino de los cielos, sino los que hacen la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en el día del juicio: “Señor, Señor, mira que en tu nombre hemos anunciado el mensaje de Dios, y en tu nombre hemos expulsado demonios, y en tu nombre hemos hecho muchos milagros”. 23 Pero yo les contestaré: “Ustedes me son totalmente desconocidos. ¡Apártense de mí, pues se han pasado la vida haciendo el mal!”.

sábado, 23 de agosto de 2014

Letra 382, 24 de agosto de 2014

UNA MUJER ANÓNIMA: EL COLMO DE LA VIOLENCIA EN JUECES CAP. 19
(Fragmentos)
Phyllis Trible
Textos de terror. Lecturas literarias y feministas de relatos bíblicos.
Filadelfia, Fortress Press, 1984, pp. 65-91.


La traición, la violación, la tortura, el asesinato y el descuartizamiento de una mujer anónima, forman parte de una historia que quisiéramos olvidar, pero que estamos obligados a contar porque describe los horrores, la brutalidad y el triunfalismo del poder masculino, la indefensión, el abuso y la aniquilación de que son objeto las mujeres. Escuchar esta historia es habitar un mundo de terror inexorable que nos impide pasar del otro lado. Como parte del final del libro de los Jueces, este relato refleja una época sin líderes, Dios se manifestaba escasamente y el caos reinaba entre las tribus israelitas. Repetidamente, el editor deuteronomista del libro caracteriza a este periodo con la frase “en aquellos días no había rey en Israel” (Jue 17.6a; 18.1a; 19.1a; 21.25a). Lo que realmente importaba era que “cada hombre (ish) hacía lo mejor que le parecía” (Jue 17.6b; 21.25b). Semejante anarquía produjo violencia y venganza, como lo muestran ampliamente los relatos sobre la tribu de Benjamín (caps. 19-21).

De los tres sucesos que presentan estas tradiciones benjaminitas, el primero es el que llama nuestra atención. Contiene una introducción (19.1-2) y una conclusión (19.29-30) alrededor de dos escenas (19.3-10 y 19.15b-28), separadas por interludio (19.11-15a). Con Israel como telón de fondo, el movimiento geográfico del suceso es circular, es decir, que comienza y termina en el monte de Efraín. Belén de Judá es el escenario de la primera escena y Gabaa en Benjamín de la segunda. El interludio, ubicado en Jebús, los enlaza a ambos. Vistas amablemente, las dos escenas son estudios sobre la hospitalidad: la primera retrata una reunión familiar y la segunda un recibimiento comunitario. El uso frecuente de la palabra “casa” u “hogar” sirve para identificar su propósito común. Por el contrario, dicha palabra no aparece en el interludio, porque Jebús era una ciudad de extranjeros.

Los protagonistas del relato son mayormente varones: un levita, su asistente, un padre de familia, un anciano y un grupo de hombres. De las dos mujeres, la concubina es la principal; la otra, una doncella, reciba poca atención. Todos los personajes son anónimos. Los hombres hablan, incluso el siervo, y las mujeres jamás abren la boca. Aunque la mayor parte de los personajes aparecen únicamente en secciones del suceso, cada uno contribuye al escabroso tema de una vida tormentosa encaminándose a la muerte violenta. […]


1. El abandono. Introducción: 19.1-2
Al principio, el narrador introduce a los dos protagonistas, a través de una polarización de sexo, estatus y geografía: “hubo un levita que moraba como forastero en la parte más remota del monte de Efraín”, en oposición a “una mujer, su concubina, de Belén de Judá” (19.1). Estas descripciones se corresponden estructuralmente. El hombre (ish) y la mujer (ishah) son personajes paralelos. El remoto y poco identificado “monte de Efraín”, en el norte, se complementa con la más familiar ciudad de Belén, en el sur. Algo parecido sucede con los términos intermedios, “levita” y “concubina”, lo que no quiere decir que no haya disonancia entre ellos porque los levitas tenían un lugar honorable en la sociedad que los colocaba por encima de los demás varones; en cambio, una concubina tenía un lugar inferior que la colocaba muy por abajo de las demás mujeres. Legal y socialmente, las concubinas no tenían el mismo status de las esposas, ya que más bien eran esclavas, sujetas en todo a los deseos de sus dueños. Esta afirmación inicial resalta, gramatical y sintácticamente, la desigualdad. “un levita que oraba como forastero en la parte más remota del monte de Efraín, había tomado para sí mujer concubina de Belén de Judá”. Él es el sujeto, ella el objeto; él la controla. No sabemos cómo la adquirió, pero ciertamente le pertenecía. […] Existen varios manuscritos del texto, que reflejan dos tradiciones: en el hebreo (texto masorético) y siriaco se dice que “su concubina le fue infiel”, mientras que el latino antiguo y el griego sostienen que “su concubina se enojó con él.” Lo difícil es saber cuál de las dos es la parte ofendida: ¿ella fue infiel o él la hizo enojar? […]

2. Búsqueda y omisión
Primera escena: 19.3-10. Esta escena contiene tres episodios: el viaje del levita a Belén (19.3abc), la visita al padre de la mujer (19.3d-9) y la partida (19.10).

A. Primer episodio: 19.3abc. Así como la mujer “se fue de él” (19.2), ahora el levita se “fue tras ella” (19.3), pero esto no resuelve la ambigüedad del abandono. Él fue detrás de ella, dice el texto hebreo, “para hablarle a su corazón y hacerla volver”. La frase “hablarle a su corazón”, implica tranquilidad, lealtad y amor. En otros pasajes donde esta frase describe la acción de un hombre respecto a una mujer, ella pude ser la parte ofendida o la parte culpable. Por ejemplo, luego de la violación de Dina, la hija de Lea y de Jacob, Siquem se siente atraído hacia ello: “pero su alma se apegó a Dina la hija de Lea, y se enamoró de la joven, y habló al corazón de ella” (Gén 34.3). […] Así, cuando el levita habla al corazón de su concubina se indica que la ama, sin especificar culpas. El relato no censura a nadie por la acción de la mujer. Es más, retrata con cierta simpatía al levita, porque si la mujer era culpable o no, él buscó la reconciliación y, acompañado por su criado y su par de asnos, viajó hasta “la casa de su padre” (19.2). […]

B. Segundo episodio: 19.3d-9. Los periodos temporales, abreviados marcan la visita del levita a Belén: tres días, otro día y otra noche, y un día final. En cada uno domina el suegro, aunque cada vez con menos poder. Cuando termina su influencia, la visita termina. Sorpresivamente, al disminuir los tres periodos, el recuento de los mismos aumenta a medida que la partida, que se había retardado, se acerca. La extensión de lo narrado se corresponde con la construcción de la tensión. Este modelo se sigue, escondido, en la segunda escena, la más terrorífica, en la que el periodo más corto de tiempo incluye el relato más largo y la más fuerte tensión. El padre de la concubina recibe al levita con alegría. La mujer punto de contacto entre ambos, desaparece de la escena. Ciertamente, esta muestra de la hospitalidad  oriental  es  todo  un  ejercicio  de  fraternidad  masculina:  “Y  le  detuvo  su  suegro, el padre de la joven, y quedó en su casa tres días, comiendo y bebiendo y alojándose allí. Al cuarto día cuando se levantaron de mañana, se levantó también el levita para irse” (19.4-5a). […]


“Y se sentaron ellos dos juntos y comieron y bebieron” (19.6). En ninguna de estas dos acciones se incluye a la mujer. Más aún, habiéndose debilitado la intención del levita a causa de la hospitalidad de su suegro, éste logra retenerlo nuevamente: “Yo te ruego que quieras pasar aquí la noche, y se alegrará tu corazón” (19.6). Y aunque el levita ofrece cierta resistencia, se vuelve a quedar. Dice el texto: “Y se levantó el varón para irse, pero insistió su suegro, y volvió a pasar allí la noche” (19.7). Con ello terminaba el cuarto día igual que los tres primeros (19.4). En la parte final de la visita, dos expresiones del padre, de extensión cada vez mayor, apoyan al relato (19.8-9). Mientras que sigue el parecido con los primeros días, surgen variaciones importantes: a diferencia del día anterior, los dos hombres ya no se levantan juntos: “Al quinto día, levantándose de mañana para irse” (19.8a). Se empieza a disolver la unidad entre varones, sin embargo, el suegro detiene a su huésped. […]

La lucha de poder entre los dos hombres realza la condición de la mujer que permitió su encuentro, pero a quien ellos y el narrador han ignorado. Al contrario de su padre, ella no ha dicho nada, y a diferencia del levita, no tiene ningún poder. Un viaje que había empezado para “hablarle al corazón” de la mujer se convirtió en un encuentro entre corazones masculinos, sin ninguna palabra femenina. Lo que el levita fue a hacer, lo olvidó para disfrutar de la hospitalidad y la competencia con otro varón. La mujer padeció este descuido.

C. Tercer episodio: 19.10. Yuxtapuesto al primer episodio, el tercero le corresponde en brevedad, pero contrasta con él en contenido: en aquél, el levita viaja temprano a Belén, en este se retarda. Ansioso por partir, se enfrenta al peligro de viajar por la noche. Rápidamente el narrador lo coloca “hasta enfrente de Jebús, que es Jerusalén”.  Con él iban “su par de asnos ensillados, su concubina y su asistente”. Habiendo llegado a Belén con dos posesiones, su asistente y los asnos (19.3b), el levita aparece en Jebús con tres, ya que la mujer entraba en esta categoría. Así concluye la primera escena.

3. Un interludio de omisión continua: 19.11.15a
Debido a que emprendieron el regreso muy tarde, los viajeros no pudieron llegar a Efraín el mismo día. Ante ello, el relato contiene un interludio para toma de decisiones. Comienza cerca de Jebús (19.11a) y termina en Gabaa (19.14-15a). Mientras tanto, el levita y su asistente conversan. El asistente propone que pasen la noche en Jebús (19.11), a lo que se niega el levita, quien, hablando por primera vez, argumenta que se trata de una “ciudad de extranjeros, que no pertenecen al pueblo de Israel” (19.13). Decide ir a Gabaa o Ramá. Aunque su razonamiento tiene sentido, él se da cuenta de la intensa ironía de su decisión. En su diálogo, ambos ignoran por completo a la mujer, ni le preguntan dónde desea pasar la noche. Si el asistente está subordinado al levita, la mujer es inferior a los dos. Su sexo, no su categoría social, es lo que la margina. Como los asnos, ella está incluida en el grupo que “se dirigió a pasar la noche en Gabaa”. El escenario está listo para la segunda escena.

4. La violencia al acecho
Segunda escena: 19.15b-28. En el registro de la visita del levita a la casa se su suegro, la duración del relato aumentaba junto con su tensión. […]

A. Primer episodio: 19.15b-21. En este episodio, el discurso narrativo (19.15b-17a y 19.21) rodea una conversación entre varones (19.17b.20). Este diálogo repite el molde: dos discursos del anciano (19.17b y 19.20) encierran las palabras del levita (19.18-19). La palabra crucial para la simetría de esta unidad es casa (byt). Aparece una vez al principio (19.15b), otra la final (19.21), y dos veces en medio (19.18).  Esto enfatiza el tema de la hospitalidad. El levita entra en la ciudad de Gabaa: “Y entrando, se sentaron en la plaza de la ciudad, porque no hubo quien los acogiese en casa para pasar la noche” (19.15b).

Habiéndose negado a entrar a Jerusalén, el levita no encuentra quien lo reciba entre la gente de Gabaa. La ciudad tribal se le convierte en un lugar extraño. Además, la aparición de otro personaje, que vive allí temporalmente, enfatiza la ironía: “ Y he aquí (hinneh) un hombre viejo que venía de su trabajo del campo al anochecer, el cual era del monte de Efraín, y oraba como forastero en Gabaa; pero los moradores de aquel lugar eran hijos de Benjamín” (19.16). Un habitante de Benjamín, paisano del levita, le ofrecerá la hospitalidad que los nativos le niegan, para demostrar sus severas limitaciones. Alzando sus ojos, el anciano vio al levita en la plaza de la ciudad y le preguntó: “¿A dónde vas (hlk), y de dónde vienes (bo)?”. Destino y origen, más que la situación presente, es lo que le interesa, pero la respuesta del levita intercala tres asuntos (19.18). Primero, incluyendo a sus acompañantes, describe la situación: “Pasamos de Belén de Judá a la parte más remota del monte de Efraín…” (19.18a), para luego, sin incluir a los otros, hablar de su origen y destino: “…de donde soy; y había ido a Belén de Judá; mas ahora voy a la casa de Jehová, y no hay quien me reciba en casa” (19.18b). Al final, regresa al presente, sin incluir a sus acompañantes: “no hay quien me reciba en casa”, palabras que, puestas en función de él solamente, hacen eco a las de 19.15b. Como sólo necesita un lugar para dormir, se asegurará de que el anciano no los vea como una carga. […]

B. Segundo episodio (19.22.28). El segundo episodio de la segunda escena comienza en la casa, sigue afuera y luego regresa. Estos tres movimientos organizan su contenido. Un elemento distintivo es el papel de las palabras “casa”, “puerta” y “portal”. Siguiendo esta temática a través de la historia, el término “casa” aparece en cada una de las tres secciones de este episodio. […]

1. Dentro de la casa (19.22-15b). Estructurada como una narración que rodea al discurso directo, la primera sección se abre con una fiesta. Dentro de la casa los viajeros “estaban gozosos en su corazón” (19.22), una frese que recuerda los días de hospitalidad en Belén cuando el padre de la mujer que tuvo el levita para ir a Belén: “hablarle al corazón de su concubina” (19.3). Qué tan lejos ha ido la historia que el levita no se ha dirigido a ella en absoluto. Es más, él sólo dirige su atención hacia otros hombres: su suegro, su criado, y ahora al anciano paisano suyo. A mitad del festejo “he aquí que los hombres de aquella ciudad, hombres perversos, rodearon la casa, golpeando a la puerta; y hablaron al anciano, dueño de la casa” (19.22). El peligro toca a la puerta de la alegría. Las extensas descripciones de los dos grupos presagian el conflicto. Los hombres de Gabaa son “hombres hijos de perversidad”: el anciano es “el dueño de la casa”. Se va a confrontar un poder masculino contra otro poder masculino. “Saca al hombre que ha entrado en tu casa, para conocerlo” (19.22e). Aunque la frase “conocerlo pude ser ambigua, en labios de estos hombres perversos podía presagiar lo peor: deseaban violarlo. El dueño de la casa, reacciona enérgicamente: “No hermanos míos”, con vocativo irónico, usado quizá para ablandarlos. Luego  agrega,  tratando  de  proteger  a  su  huésped  con  prohibiciones:  “Os  ruego  que  no cometáis este mal; ya que este hombre ha entrado en mi casa, no hagáis esta maldad (nebalah)” (19.23). Pero el dueño de la casa va más allá de las prohibiciones y propone una alternativa. Para balancear la prohibición ofrece algo permisivo. Acentuando el carácter positivo de su ofrecimiento, introduce su sugerencia con la enfática palabra hebrea hinnéh: “¡He aquí “, exclama, “mi hija virgen y su concubina” (19.24).

Ofrece dos objetos femeninos para proteger a un hombre del grupo de los “hermanos” malvados. […] El dueño de la casa no les pone restricciones a sus apetitos. Incluso, les permite que las violen. Sus últimas palabras de mandamiento negativo enfatizan de nuevo lo principal: “Y no hagáis a este hombre cosa tan infame” (nebalah, 19.24). […] El varón protector, en este caso el padre, se vuelve un proxeneta.

Estas dos historias muestran que las leyes de hospitalidad, en Israel, protegían únicamente a los varones. Aunque Lot hospedó hombre, el anciano también tuvo a una mujer huésped, y esta no gozó de la protección de ninguna hospitalidad. Ella fue escogida como víctima de la lujuria masculina. Aún más, en ninguna de estas historias ninguno de los anfitriones se ofrece en lugar de los huéspedes. La constante es siempre usar mujeres inocentes e inermes para la satisfacción de hombre de todos los tipos. Incluso, los sodomitas rechazaron el ofrecimiento de Lot, no porque se preocupasen por la virginidad de las mujeres sin porque no deseaban que un extranjero fuera juez entre ellos (cf. Gn 19.9). Irónicamente, la ira de los hombres contra Lot le evitó a sus hijas el terror para el cual él las ofreció. De modo semejante, hay una frase en nuestra historia que muestra la insatisfacción los benjamitas como respuesta al anciano: “Pero los hombres no quisieron escucharlo” (19.25a). Pero esta vez su cólera no libró a la mujer. […]

Similares escenarios, vocabulario y motivos, ahora las dos historias se separan, para hacerse más repugnante la segunda. Nada nos prepara el terror que se aproxima: el diálogo se detiene, cesa la negociación el anciano y su hija desaparecen. Nadie se imagina lo que irán a hacer los benjamitas, descontentos. Al contrario, se da un corto circuito en la historia, luego se informa que aquellos hombres no quisieron escuchar al anciano: “Por lo que tomando aquel hombre a su concubina la sacó” (19.25b). Es tan rápida la acción que el hebreo omite el objeto directo la [sacó] para el segundo verbo. Aquel a quien el narrador representara con simpatía, porque había ido a “hablar al corazón” de la mujer, ahora se la entrega a sus enemigos para salvarse a sí mismo. Verdaderamente, la hora había llegado, y la mujer es entregada en manos de los pecadores (cf. Mr 14.41). Al final de esta sección, pues, la seguridad interna, en la casa, se convierte en peligro externo, a fuero. Y sólo la concubina va a experimentarlo. Ninguno de los que están dentro acudirá a salvarla. Todos desaparecieron en la oscuridad nocturna (cf. Mr 14.26-42). El peligro que acechaba a aquellos que convivían fraternalmente consiguió su víctima.

2. Afuera de la casa (19.25c-26). Haber sacado fuera de la casa a la concubina marca una ruptura a la mitad del episodio. Por el distanciamiento de la forma narrativa, la historia se hace más terrible. El crimen como tal recibe pocas palabras. Si al narrador no le gusta la pornografía ni el amarillismo, se cuida poco al hablar del destino de la mujer. La brevedad de esta sección sobre la violación contrasta rudamente con la gran extensión concedida a la fraternidad y la confabulación entre varones. Esa enorme atención para ellos intensifica el terror perpetrado contra la mujer. Al narrar el crimen, se usan las palabras de los depravados benjaminitas, que deseaban conocer al huésped: “Y ellos la conocieron [violaron]” (19.25c). En este contexto, el verbo “conocer” deja de ser ambiguo: significa violación y tiene como paralelo el verbo abusar: “y abusaron de ella toda la noche hasta la mañana” (19.25d). […]

Sorpresivamente, la siguiente acción corresponde a la mujer: “Y cuando ya amanecía, vino la mujer, y cayó delante de la puerta de la casa de aquel hombre donde su señor estaba, hasta que fue de día” (19.26). Esta es la primera vez, desde el comienzo de la historia, que la mujer sola es sujeto de verbos activos, aunque no sea más un sujeto con poder para actuar. Al contrario, era la propiedad violada de un patrón que la traicionó. Una vez que ella lo abandonó, él la buscó solamente para entregarla en manos de los hombres que golpearon la puerta de la casa (19.22). La habían violado y abandonado del lado de afuera (19.25d), y ella solamente pudo caer “en la entrada de la casa”. Su estado físico encarna su posición servil. Mientras tanto, su amo pasó la noche entera a salvo, dentro de la casa. Hasta la mañana se confrontará con la atrocidad que inició. […]

3. En la puerta de la casa y en el camino de regreso (19.27-28). En la sección final del episodio, la mujer maltratada sucumbe a la voluntad de su amo. La forma y el contenido demuestran el poder del hombre y la condición de la mujer. De forma predominantemente narrativa, la sección comienza cuando el amo decide partir, pero se le atraviesa el cuerpo de la mujer y le interrumpe sus pensamientos. Sólo entonces aparece un discurso directo en palabras de él, no de ella. Al final, el hombre retoma el camino y la incluye dentro de sus planes. […]

Al inicio de esta unidad, la frase “de mañana” continúa la referencia temporal de la segunda sección (19.25-26). Las palabras puerta, portal (entrada de la casa) y casa son un eco de ambas secciones. Al usar la palabra para puerta que aparecía en la primera, y la palabra para entrada de la casa de la segunda, la última sección toca los límites que el amo buscó observar mientras forzaba a su concubina a traspasarlos. “De mañana al levantarse, el marido/amo abrió la puerta de la casa y salió para continuar el viaje”. El texto parece decir que él partiría solo sin considerar a nadie más. ¿Y por qué no? Por la manipulación y por la fuerza, había conseguido todo lo que se propuso, aun cuando todo aquello que temía había sucedido al revés: afrontó el peligro nocturno antes que quedarse en una ciudad; era más peligroso quedarse en una ciudad extranjera que entre su propia gente, pro no fue así; o quedarse en la plaza que en una casa, y tampoco fue así. Incluso, se salvó por un acto de cobardía que transfirió el peligro a su concubina. Ahora debía enfrentarse a la víctima.
“Y he aquí la mujer su concubina esta tendida delante de la puerta de la casa, con las manos sobre el umbral”. La palabra hinnéh introduce la presencia de la mujer. Los dos sustantivos hebreos “mujer” y “concubina” indican su posición inferior. La frase “tendida delante de la puerta de la casa” muestra, dramáticamente, cuánta humillación había sufrido. El siguiente detalle, “con las manos en el umbral”, lo confirmaba. Habiendo colocado a la mujer de regreso al umbral de la seguridad, el narrador la mantiene afuera en una imagen que destila cruel ironía. ¿Será que esa mujer, violada y abandonada, va a despertar alguna compasión o remordimiento a su amo y señor? Dos palabras hebreas responden a esto: “¡Levántate y vámonos!” ¡Esta es la primera y única vez en la historia que el amo le dirige la palabra! ¿Dónde están las palabras que le iba a hablar a su corazón? Ciertamente no aquí. […]

5. La escalada de violencia. Conclusión (19.29-30)
Cambiando radicalmente de lentes, la conclusión parece invertir la introducción (19.1-2). La historia comenzaba en las montañas de Efraín, donde vivía el levita, con la concubina abandonándolo para ir a su casa paterna en Belén (19.1-2); ahora los versículos finales comienzan en la casa del amo de la concubina que salió viva de la casa de su amo, regresa y se vuelve un objeto muerto de su terrible violencia. Él la va a usar, de hecho, para hacer un violento llamado a la venganza. Llegando a su casa, el levita no pierde ni un minuto; en rápida sucesión, cuatro verbos describen lo que hace: tomó un cuchillo, echó mano de ella, la partió en pedazos y la envió. “Tomó el cuchillo” –no un cuchillo, sino el cuchillo (19.29a) Resuena en esta frase el eco de la historia del sacrificio de Isaac: “Después Abraham extendió su mano empuñando el cuchillo” (Gn 22.10). En toda la Escritura sólo estas historias usan ese mismo vocabulario. Pero Abraham tomó el cuchillo expresamente “para sacrificar al hijo”. […]

“Tomó el cuchillo, y echó mano de su concubina”. Violada y torturada, muerta o viva, la mujer aún está en poder de su amo y señor. Su cuerpo completamente maltratado aún despierta en él una escalada de brutalidad. Ningún agente, inhumano o divino, interviene. Por el contrario, el cuchillo, símbolo de un terror que la fe antes evitó, predomina ahora. Antes, como se dijo, el amo “echó mano de la mujer y la puso fuera” (19.25b), ahora es él mismo quien termina la violencia. “Y la partió por sus huesos en doce partes, y la envió por todo el territorio de Israel” (19.29c). ¿Será que el cobarde traidor es también un asesino? Ciertamente, él no derrama ni una lágrima y tampoco hay sepultura para la mujer. De todos los personajes bíblicos, ella es puesta en el nivel más bajo. Surgiendo al inicio y al final de una historia que la violenta y la humilla, se encuentra sola en un mundo de hombres. Ninguno de los demás personajes, ni siquiera el narrador, le reconocen su humanidad. Ella es propiedad, objeto y artificio literario. Sin nombre, sin palabra o poder, no tiene un solo amigo que la ayude o que lamente su muerte. Ninguna mujer tuvo menos poder que ésta, de cuya vida un hombre dispuso como mejor le pareció. […]

6. Respuestas al relato
1. De las tribus de Israel. El segundo (Jue 20) y tercero actos (Jue 21) son una respuesta inmediata. Todos  los hombres, desde Dan hasta Beerseba se reunieron “como un solo hombre… delante del Señor, en Mizpa”. Sin duda, esta respuesta fe desmesurada. El mismo Dios, que antes estuvo totalmente ausente, ahora participa en la reunión de los 400 mil hombres para pedirle una explicación al levita de Efraín. Su respuesta (20.2.4-7) comienza sin ningún rodeo: “Yo llegué a Gabaa de Benjamín con mi concubina, para pasar allí la noche. Y levantándose contra mí los de Gabaa, rodearon contra mí la casa  por la noche”. Entonces prosigue con una interpretación que luego explica las intenciones de los gabaonitas: “con idea de matarme”. Pero, como se vio, ellos querían “conocerlo”. Aun cuando tal interpretación del levita fuera legítima, las siguientes palabras oscurecen la verdad: “Con idea de matarme; y a mi concubina la humillaron de tal manera que murió”. Él omite completamente lo que hizo que tomó a su mujer, la sacó fuera y se la entregó a los hombres. Callando sospechosamente, busca absolverse. Incluso se cuida con la atente frase: “de tal manera que murió”, en vez de decir que ellos la mataron, lo cual refuerza la sospecha de que él sea tanto asesino como traidor. Pero el escarmiento de la mujer es referido después como obra del levita. “entonces tomando yo mi concubina, la corté en pedazos, y la envié por todo el territorio de la posesión de Israel”. […] La violación de una mujer se convirtió en la de 400 más. Incluso los benjaminitas estaban insatisfechos porque aún quedaban 200 sin mujer. […]

2. Del redactor del libro. Una segunda respuesta es la del redactor de libro de los Jueces, cuya voz parece confundirse con la del narrador de la historia. Al comienzo del primer acto, él describe la época: “En aquel tiempo, cuando no había rey en Israel”. Al concluir el tercer acto, repite la misma sentencia y agrega: “Cada quien hacía lo bueno delante de sus ojos”. Esta expresión incluye las mismas palabras que el anciano le dijo a los malvados gabaonitas (19.24). La ausencia de un rey parecía una invitación a la anarquía y a la violencia. De esta forma, el redactor usa los horrores que acaba de contar para promover una monarquía que pusiese orden y ley en Israel. Esta historia y todo el libro concluyen con esta acusación formal, preparando a los lectores para ver con buenos ojos la institución de la realeza. […]

3. De los organizadores del canon. Es posible encontrar una tercera respuesta a partir de la disposición del canon bíblico: la de la yuxtaposición. En la Biblia hebrea, la historia de Ana sigue inmediatamente después de la historia de la concubina asesinada y descuartizada (1 Sam 1.1-2.21). Aunque también se ubica en las montañas de Efraín, con un viaje hacia otra región, este relato retrata un mundo muy distinto habitado por gente muy diferente: Elcaná, el marido cariñoso que oye las quejas de su mujer estéril; Elí, el sacerdote bueno que bendice a la mujer y solicita el favor divino; Yahvé, la divinidad benévola que atiende las lágrimas y oraciones otorgando fertilidad; y Samuel, el hijo extraordinario que honra a su madre sirviendo al Señor en Siló. En todo el relato, Ana recibe constante atención y mucha simpatía. Es una mujer que tiene nombre y voz, llena de piedad y de perseverancia, fiel y magnánima. Los hombres, incluyendo al narrador, le reconocen sus méritos y su fe. Y todo eso ocurre también en la época de los jueces. […]

La total ausencia de misoginia, violencia y venganza en las dos historias yuxtapuestas a las tradiciones benjaminitas, pronuncia una palabra salvadora en la época de los jueces. El perfil de las mujeres acentúa mejor aún el mensaje. […]

4. De los profetas. Hay todavía una cuarta respuesta a esta historia, la que aparece en la literatura profética, especialmente en Oseas. Las dos alusiones que hay en ese libro muestran que el recuerdo de Gabaa persistirá durante siglo. Al anunciar los días de castigo que vendrán sobre Israel, el profeta declara: “Ellos se corrompieron profundamente como en los días de Gabaa. Él (Dios) se acordará de su falta y castigará sus pecados” (Os 9.9). […]

5. Del resto de la Escritura. Un impresionante y opresivo silencio es la quinta respuesta a este texto, y procede tanto del antiguo Israel como del cristianismo primitivo. Si el levita alteró la historia al contársela a las demás tribus de Israel, ¡cuánto más la tradición canónica no se iba a olvidar del episodio! Las palabras mordaces y sarcásticas del profeta Amós captan muy bien el espíritu de esta quinta respuesta: “Por eso, el sabio se calla acerca de este tiempo, porque es un tiempo de desgracia” (Am 5.13). El silencio encubre impotencia y complicidad. Callarse es pecar, porque la historia misma ordena a los que lo oigan: “considerad esto (volved al corazón) sobre ella, tomad consejo, hablad” (19.30: 20.7).

6. De los/as lectores/as. “¡Volved vuestro corazón (considerad) hacia ella, tomad una decisión y hablad!”. Del antiguo escenario llega ese mandato hasta el día de hoy, desafiándonos a dar nuevamente una respuesta. Así, la sexta respuesta es para despertar a los/as lectores/as actuales y, como consecuencia, hablar por esa mujer es interpretarla en sentido contrario al del escritor, a la trama, a otros personajes en la escena y a la tradición bíblica, porque no mostraron atención ni compasión hacia ella. Si volvemos nuestro corazón, ¿qué decisión podemos tomar?, ¿qué diremos al respecto?, ¿qué podemos decir, nosotros herederos de Israel, ante la presencia de ese horror avasallador e irredento? Antes que nada, tenemos que reconocer que la historia es contemporánea. La misoginia es de todas las épocas, de la nuestra por supuesto. [..] Es una historia palpitante de vida en la que hay mucha maldad. Por eso, más allá de la mera confesión, debemos tomar una decisión y declarar: “¡Nunca más!”. Y aún esa declaración resultará ineficaz si no dirigimos el corazón hacia el más comprometedor de todos los mandamientos bíblicos, hablando la palabra no a los/as demás, sino a nosotros mismos: Conviértete, conviértete…

Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

29 de agosto, 2021   Yo, Juan, soy su hermano en Cristo, pues ustedes y yo confiamos en él. Y por confiar en él, pertenezco al reino de Di...