La Palabra (Hispanoamérica)
18 Decía Jesús: —¿Con qué puede compararse el reino de Dios? ¿Con qué lo compararé? 19 Puede compararse al grano de mostaza que un
hombre sembró en su huerto, y que luego creció y se hizo como un árbol, entre
cuyas ramas anidaron los pájaros. 20 Dijo también: —¿A qué compararé
el reino de Dios? 21 Puede compararse a la levadura que toma una
mujer y la mezcla con tres medidas de harina para que fermente toda la masa.
22 De
camino a Jerusalén, Jesús enseñaba a la gente de los pueblos y aldeas por donde
pasaba. 23 Una vez, uno le preguntó: —Señor, ¿son pocos los que se
salvan? Jesús les dijo: 24 —Esfuércense en entrar por la puerta estrecha,
porque les digo que muchos intentarán entrar, pero no podrán. 25 Después
que el amo de la casa se levante y cierre la puerta, los que de ustedes hayan
quedado fuera comenzarán a golpear la puerta diciendo: “¡Señor, ábrenos!”. Pero
él les contestará: “No sé de dónde son ustedes”. 26 Entonces dirán:
“¡Nosotros hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras
plazas!”. 27 Pero él les replicará: “¡No sé de dónde son ustedes!
¡Apártense de mí todos ustedes que se pasan la vida haciendo el mal!”. 28
Allí llorarán y les rechinarán los dientes cuando vean a Abraham, a Isaac, a
Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, mientras ustedes son
arrojados afuera. 29 Vendrán gentes de oriente y occidente, del
norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. 30 Pues
los que ahora son últimos, serán los primeros; y los que ahora son primeros,
serán los últimos.
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