COMUNIDAD DE VIDA
Karl Barth, Instantes
“No os privéis el uno de otro” (I
Corintios 7.5)
Uno contrae matrimonio y persevera en él porque se ha dado cuenta de
que lo que Dios quiere de él es precisamente eso, y que por ello puede y debe
hacerlo. La vocación al matrimonio es vocación a la comunidad de vida. El
matrimonio es más que amor. El matrimonio es la prueba del amor. Pues en el
matrimonio se trata de repetir el sí del amor en un caso de urgencia. “En un
caso de urgencia” significa en una vida que es precisamente vida: trabajos y
preocupaciones, alegrías y sufrimientos, salud y enfermedad, juventud y
envejecimiento, afrontamiento de las cuestiones grandes y pequeñas, internas y
externas, individuales y sociales; pero todo, de algún modo, juntos, todo con
el cariño especial del uno al otro, todo acompasando el paso del uno al del
otro.
Pero comunidad de vida no significa
unificación forzada. Se han “matrimoniado” en su condición de realidad especial
que cada uno de ellos es en sí mismo. El matrimonio es comunidad asentada
dentro de esta libertad recíprocamente otorgada y mutuamente vivida. Lo
importante es la libertad dentro de la comunidad. El matrimonio como comunidad
de vida es la perseverancia de un hombre determinado en su orientación hacia
una mujer determinada, y viceversa. El verdadero amor significa precisamente
que uno sólo tiene que ver con ese otro —el entero ser de uno con la totalidad
del otro—. Entonces se crea también una atmósfera, se construye una “casa” que quizá
pueda llegar a ser un albergue, un refugio para muchos otros, y cuyo secreto,
sin embargo, estriba únicamente en ese acto de profunda alegría que acontece y
se hace continuamente acontecimiento en lo más íntimo de sí —en realidad, con
tan sólo los dos a solas.
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LA ORACIÓN DE JESÚS Y DEL CRISTIANO (V)
Jon Sobrino
Mencionan también al Hijo unigénito del Padre. Eso significa que, desde
Jesús, el Padre como misterio trascendente ha expresado claramente su voluntad,
ha roto la simetría abstracta de un Dios que —en cuanto poder— pudiera ser por
esencia salvación y condenación. Desde Jesús, lo que se sabe del Padre es que
es en directo salvación y no condenación. Y, por otra parte, al mencionar al
Hijo mencionan que ha aparecido en la
historia el modo correcto de corresponder y así acceder al misterio del Padre;
que en este Hijo ha aparecido el camino de acceso al Padre.
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Mencionan al Espíritu para afirmar
que el misterio de Dios no sólo ha aparecido en la historia de Jesús, sino que
se ha hecho interior al hombre y a la comunidad de hombres. Significa que la
novedad de vida no es algo propuesto sólo ejemplarmente en Jesús como el Hijo,
ni una posibilidad pensada o una nueva manera de comprender la naturaleza, la
historia y el hombre, sino que es un cambio real en la vida. Significa que el
hombre se hace deiforme al hacerse hijo en el Hijo. Más generalmente, significa
que Dios se ha introducido en la historia y que la historia está asumida en
Dios.
Esta realidad trinitaria explica la
oración del cristiano en el N.T. La oración cristiana comienza con la
fundamental afirmación de mantener el misterio de Dios y por ello el "no saber
cómo conviene orar" (Ro 8.26). El lugar de la oración cristiana es la
historia y su inserción en ella, la solidaridad y la no evasión de la misma a
pesar de los sufrimientos, la vanidad de la creación, nuestra flaqueza... (Ro
8.18, 20, 22). Dentro de la historia, la oración se hace en el Espíritu que nos
capacita para decir " ¡Abba! " y para seguir "gimiendo",
buscando la voluntad del Padre (Ro 8.15, 26). Lo que Pablo está intentando
decir es que la oración del cristiano se hace, en primer lugar, a partir de la
vida real, entre la miseria de la historia y en solidaridad con ella, sin
tratar de superar la historia concreta buscando algún otro lugar para la
oración aparentemente más tranquilo, pero realmente menos propicio y aun
imposible para la oración cristiana… Lo primero que hace el Espíritu es que
esta vida sea cristiana. Y desde esa vida cristiana la oración se hace
trinitariamente. Se ora al padre, misterio trascendente, pero a quien se puede
llamar Padre. Como Jesús, usando su misma expresión abba, e introducidos
en la historia como él, solidariamente con ella, dirigiéndose al Padre con la
misma confianza y los mismos gemidos. Se ora en el Espíritu, es decir, dentro
de una vida real cristiana, la vida en el Espíritu de Jesús.
Estructura
En toda oración, para que sea cristiana, y no meramente oración en el
sentido de las religiones, no ha de faltar ninguno de los siguientes elementos:
a) Oír la palabra
de Dios. En este oír está implicado que el
misterio de Dios es personal y tiene una voluntad salvífica y liberadora. Las
mediaciones de este oír son, de una parte, la vida de Jesús consignada en la
Escritura y acumulada en la tradición; y, de otra parte, la palabra de Dios que
se manifiesta en la situación histórica concreta en todas sus dimensiones
personales, sociales, políticas y eclesiales.
b) Hacer lo que
se ha escuchado. Más allá de la problemática
nominalista de si el “hacer” es ya oración, lo que queremos afirmar es que
corresponde a la estructura global de la oración cristiana.
c) Palabra de
acción de gracias o de petición de perdón. Este es el momento de pronunciar el abba, o bien a la manera de
Jesús, dando gracias, o bien a la manera del hijo pródigo, pidiendo perdón.
La cronología de estos tres pasos
puede ser más compleja: el oír puede acaecer en lo que descriptivamente
se llama acción; la acción puede ser aquello que nos capacita para oír,
etcétera. El oír es la traducción antropológica del ser mayor de Dios, la
necesidad de discernimiento de la voluntad de Dios, que por ser un Dios que
supera absolutamente todo, no puede ser adecuadamente captado a través de la
naturaleza, de la inercia de la historia, de las tradiciones de los hombres y
ni siquiera de las prescripciones eclesiales.
Todo esto serán elementos del
discernimiento, pero no su solución. El hacer es la condición de posibilidad y
la verificación de que la actitud de quien ora es cristiana. Es en el hacer
y no meramente en la interioridad de la oración donde se van concretando las
actitudes del cristiano que posibilitan que la interioridad expresada en la
oración corresponda a la objetividad de la exigencia cristiana. La palabra
de respuesta es la expresión doxológica de corresponder, de ser afín a la
realidad que llamamos Dios. Dar gracias o pedir perdón son expresión de la
afinidad experimentada con Dios, como misterio último, o la expresión de su
ausencia.
Oración y acción por la justicia
Se trata de hallar la correcta relación acción-oración superando una
cierta tendencia al ex opere operato atribuido por unos a la oración y
por otros a la acción. De hecho la absolutización de la oración ha alienado,
como la absolutización de la acción no resulta algo infrecuente hoy. Vamos a
presentar dos modelos teóricos de relación acción-contemplación y los vamos a
analizar y criticar teóricamente, sin desconocer que la riqueza de sus
realizaciones escapa a nuestra esquematización.
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HOY DEJAMOS DE SER EL PUEBLO ELEGIDO
Rabino Mijael Even David
ALC Noticias, 28 de julio de 2014
“Hoy nos
hemos unido a los fuegos de la Inquisición. Quemamos personas vivas de una fe
diferente a la nuestra y decimos que es nuestro Dios que lo requiere. Hoy nos
unimos a las hordas de los cosacos, con odio asesino y salvaje, sin ver al
otro, solo viendo que somos diferentes. Hoy nos unimos a los asesinos nazis,
matando un niño brutalmente por su raza y etnicidad.
Hoy dejamos de ser el Pueblo Elegido, porque para esto no fuimos
elegidos Tal vez necesitemos otros dos mil años de Exilio para recordar quienes
deberíamos ser. Hoy perdimos cualquier superioridad moral que queríamos creer
que teníamos. Somos exactamente como ellos. También somos asesinos. Todos nosotros.
Los que prendieron en llamas, los que gritaron “muerte a los árabes”, los que
declararon que la Tora nos pide matar, asesinar y vengarnos. Aquellos que
vieron todo esto y no hicieron nada, aquellos que mañana aún no harán nada.
Especialmente aquellos que tratan de encontrar paz para sus conciencias
en las comparaciones. “Ah, pero nosotros no celebramos asesinatos” “Nosotros no
enseñamos a odiar en nuestras escuelas”. “Nosotros no consideramos a los
terroristas héroes.” Pero no es sobre ellos, Dios Altísimo ¡es sobre nosotros!
Es sobre perdernos a nosotros mismos, sobre nuestro fracaso como nación.
Evidentemente hemos fallado.
En el futuro cuando estudien las leyendas sobre la destrucción de
nuestra sociedad, de nuestro Estado, ellos leerán: “Por el asesinato, la quema,
el salvaje homicidio de Muhammad Abu Jdeir, nuestro templo destruido, nuestra
tierra desolada y fuimos exiliados entre las naciones.”
Nunca la paz se vio más lejana. Nunca estuve tan avergonzado de ser
israelí. Nunca estuve tan avergonzado de ser judío”.
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