domingo, 30 de agosto de 2015

Isaías 40.1-11

1 Consuelen, consuelen a mi pueblo,

dice su Dios.
2 Hablen al corazón de Jerusalén,
anúncienle a gritos
que se acabó su servidumbre,
que su culpa ha sido perdonada;
que ha recibido de mano del Señor
doble castigo por sus extravíos.
Una voz anuncia a gritos:
“Preparen en el desierto
un camino al Señor,
allanen en la estepa
una senda a nuestro Dios.
4 Las vaguadas serán levantadas,
montañas y colinas allanadas.
Lo tortuoso será enderezado,
lo escabroso será aplanado.
5 Aparecerá la gloria del Señor,
y todo ser vivo podrá ver
que ha hablado la boca del Señor”.
6 Dice una voz: “¡Grita!”.
Respondo: “¿Qué he de gritar?”.

“Que todo ser vivo es hierba,
su hermosura flor de campo.
7 Se seca la hierba, se amustia la flor,
cuando sopla sobre ellas el aliento del Señor.
8 Se seca la hierba, se amustia la flor,
permanece inmutable la palabra de nuestro Dios”.
9 Súbete a un monte encumbrado,
tú que traes buenas nuevas a Sión.
Alza luego con fuerza tu voz,
tú que traes buenas nuevas a Jerusalén.
Alza tu voz sin miedo,
di a las ciudades de Judá:
“Aquí tienen a su Dios.
10 Aquí llega con fuerza el Señor Dios;
su brazo le proporciona poder.
Aquí llega acompañado de su salario,
su recompensa le abre camino.
11
Conduce a su rebaño como un pastor,
lo va reuniendo con su brazo;
lleva en su regazo a los corderos,
va guiando a las que crían”.

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