SÁBADO
Karl Barth
Instantes.
Santander, Sal Terrae, 2005, pp. 118-119.
Recuerda
el día del sábado.
Éxodo 20.8
He Qi, La zarza ardiente
E
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l mandamiento del día festivo explica
todos los demás mandamientos. Pues al exigir al ser humano que se distancie de
sus propias obras, declara que el Dios que manda, que ha hecho al ser humano
capaz de realizar lo que le ha encomendado, es el Dios que en Jesucristo le
muestra su misericordia. Le remite, de todo lo que él mismo puede llevar a
cabo, a lo que Dios quiere hacer por él. El día festivo es, en su singularidad,
un signo de lo que constituye el sentido de todos los días. La libertad, la
despreocupación y la falta de programa, que constituyen su carácter singular, deben
irradiar también desde él sobre el día laborable, en el que no pueden resaltar
igual —y lo mismo la alegría y la apertura a los demás, sin las que ese día no
resulta realmente imaginable—.
Cuando el día laborable es
sólo día laborable, sólo día de cárcel, día de preocupaciones, día de programas,
sólo día de absoluta seriedad, sólo día de autoayuda y justificación de uno
mismo, ;qué clase de domingo le ha precedido?; ¿cómo puede entonces el día
laborable ser, de hecho, un día laborable como es debido? Quien cree en el
domingo puede creer también en el día laborable. Trabajará durante la semana de
manera sobria y diligente, pero ni como señor ni como esclavo de su trabajo. Durante
la semana tendrá presentes una meta tras otra, y sin embargo no quedará a
merced de Mammón, el ídolo del dinero. Aun cuando discuta cada día, tendrá paz,
y aun cuando trabaje cada día, se detendrá y orará. Tomará totalmente en sus
manos sus propias riendas y, a la vez, se abandonará totalmente en manos de
otro. Además, en el día laborable nunca tendrá miedo. ¿Por qué? “No somos
nuestros, sino del Señor”. Y esto es lo que necesita ser practicado en el día
festivo.
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VALORES DE LA TRADICIÓN REFORMADA PARA UN MUNDO EN CRISIS (I)
“No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal. Como
yo no pertenezco al mundo, tampoco ellos pertenecen al mundo. Haz que se
consagren a ti por medio de la verdad; tu mensaje es la verdad. Yo los he
enviado al mundo, como tú me enviaste a mí”.
Juan 17.15-28, La
Palabra (Hispanoamérica)
500 años
de los valores de la fe reformada
La fe de la reforma significa, en el marco de las iglesias reformadas, fe en la acción
permanente, reformadora y renovadora de Dios. “Reforma” no encierra ya el mismo
significado que en los movimientos reformistas medievales, es decir, el de la
renovación de la iglesia como obra del hombre de buena voluntad, sino como obra
de Dios en la historia. “La reforma de Dios, sin embargo, como
movimiento renovador de la fe, afecta al hombre en su totalidad, al individuo y
su situación religiosa, social y política. Dada la íntima trabazón entre la
iglesia y la sociedad no basta llevar a cabo una reforma de aquélla”. (Jürgen
Moltmann, “La ética del calvinismo”).
Para las comunidades evangélicas y para las
sociedades occidentales en general, es un enorme desafío celebrar y
experimentar las consecuencias de las reformas religiosas del siglo XVI en
México, un país que no acaba de aprender a paladear los beneficios de la
modernidad, siempre postergada en tantos aspectos, desde la tan pospuesta
civilidad democrática hasta la urgente necesidad de seguridad pública, ambas
cosas garantizadas por un Estado visto como árbitro y garante de los derechos
de la ciudadanía. Ante los cambios sociales y culturales de la actualidad,
resulta urgente releer los elementos de la tradición reformada a fin de renovar
la visión de dichas comunidades para responder adecuada y pertinentemente.
Asimismo, se requiere un sólido y crítico análisis teológico del papel de las
religiones en la sociedad mexicana.
Las palabras de quien es quizá el principal
teólogo protestante de la actualidad resuenan en nuestros oídos como una voz
necesariamente profética pues se curtió, literalmente, mediante la desgarradora
experiencia de haber permanecido preso en un campo de concentración durante la
Segunda Guerra Mundial. De allí surgiría una auténtica “teología de la
esperanza” y la visión de un “Dios crucificado” que abriría nuevas brechas y
trincheras de diálogo en la teología contemporánea. Su énfasis en la
importancia de la ética reformada o calvinista para el mundo actual sigue
siendo un buen punto de partida para replantear continuamente lo que acontece
dentro y fuera de las iglesias debido al carácter “invasivo” y nada enajenante
de dicha ética la cual, a contracorriente de otras fuerzas y tendencias
religiosas, enfoca su interés en todas las áreas de la vida humana de manera holística
y efectiva. “A la ‘reforma de la doctrina’ ha de seguir la reforma de
la vida, puesto que la renovación, como reforma de Dios, es universal”. El
espíritu del famoso lema Ecclesia
reformata et semper reformanda est, así
como el consecuente “principio protestante” derivado de él, sigue siendo un
faro al que no siempre se le permite iluminar las realidades sociales y
espirituales.
En 2009, cuando se celebraron los 500 años del
nacimiento de quien consolidó y universalizó la fe reformada, el francés Juan
Calvino, se festejó también el surgimiento de una nueva civilización y de un
nuevo ser humano, los mismos que hoy se encuentra en medio de una profunda
crisis, pues a la autonomía de la esfera pública en relación con lo sagrado le
ha seguido una compleja distorsión de los valores que la Reforma impulsó en su
momento y que se ha ido transformando con el paso del tiempo, especialmente a
causa de las diversas mutaciones y expresiones de esta teología que ha llevado
a imponer algunas de sus versiones más conservadoras como únicas representantes
de la misma, orillando a los fieles a “casarse” con enfoques a veces
francamente reaccionarios y hasta incompatibles con el ideario de los primeros
reformadores y con los desarrollos más transformadores de la tradición
reformada.
El “rescate” de los valores de esta teología y
los resultados de su visión para la iglesia y la sociedad no es una tarea fácil
y debe ser llevada a cabo de manera interdisciplinaria para ser capaces de
“traducirlos” a las categorías presentes del pensamiento y la acción. Aquí se
intenta hacer un ejercicio en ese sentido, pues la mera aplicación de
principios doctrinales como el de la “soberanía de Dios” o la “predestinación”
no basta para abarcar las múltiples tareas y retos que se enfrentan hoy. Una
muestra de ello es el uso y abuso de los llamados cinco puntos calvinistas que
se han impuesto como la lectura unívoca de todo asunto relacionado con el
calvinismo, a contracorriente de otros desarrollos en “zonas periféricas” de la
misma tradición teológica.
2. La
tradición reformada como teología profética en proclamación y acción
Moltmann, siguiendo una línea clásica de
interpretación, encuentra que hay tres vertientes para analizar (y asumir) la
ética reformada: la vida personal (vista desde los correlatos teológicos de la
“vocación” y la “santificación”), la ética económica (con la “ascesis
inmanente” como telón de fondo) y la ética política (con el “pacto religioso”
desdoblado en el secular “contrato estatal”), aun cuando se sabe bien que interactúan
continuamente entre ellas. Haremos algunas breves observaciones sobre las dos
últimas, sin dejar de lado el impacto que tienen en la primera. Una de las
posibilidades de desarrollo de la tradición teológica reformada es la que se
impuso en México a partir de los documentos doctrinales de Westminster,
redactados en Inglaterra en el siglo XVII, los cuales siguen siendo la base
teológica del presbiterianismo en este país, sin que hasta el momento exista la
posibilidad de que se elabore un documento propio. Esta tendencia
desmovilizadora ha hecho que el natural desfase entre el contexto de dicho
documento y las realidades que se enfrentan en otras épocas produzca una
sensación (y lo peor de todo, una práctica) dominada por la intemporalidad.
Con todo, ha tenido que ser un politólogo
mexicano, especialista en Max Weber, quien asumiendo el lenguaje religioso de
la época de Westminster se pregunte por el contenido de la conciencia puritana
expresada en dicho documento, que fue el que estudió Weber y a partir del cual
llegó a sus famosas conclusiones sobre las relaciones entre calvinismo y
capitalismo.
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¿QUÉ PASA CON EL PÚLPITO EVANGÉLICO? (III)
Juan Stam
Protestante Digital, 12 de julio de 2015
Constantemente se equivocan con el acento de las palabras, como cuando
dicen "metanóia" en vez demetánoia. "dunámis" en
vez de dúnamis, "parabásis" en vez de parábasis,
"anóthen" en vez de ánwthen, "paidión” por paidíon,
"teknón"por téknon y ""wee-os" por huiós
(con la "h" pronunciada).
La evidencia más chistosa de este fraude
lingüístico que he oído ocurrió cuando un predicador pronunció la palabra arjé
("principio", con la jota fuerte de algunas partes de España) como
"Arché" (como en "Che" del castellano), porque en el inglés
el "ch" es la transliteración del duro "ji" del griego.
No es necesario, para nada, ni en general
bueno, que los predicadores aluden al hebreo y el griego. Pero si lo van a
hacer, por lo menos que lo hagan responsablemente, con el debido conocimiento
del idioma.
Debe preocuparnos también el alto nivel de
manipulación en la predicación hoy. No es inocente estar preguntando
frecuentemente, "¿Cuántos dicen Amén?", para inducir un consenso
forzado. Produce un proceso de corto circuito en el pensamiento del oyente.
Es curiosa la invariable pregunta,
"¿Cuántos están felices esta tarde?". "¿Cuántos dan gloria a
Dios?", siempre "¿cuántos?", como si se tratara de una encuesta
de opinión popular. Aún peor es la fiebre ahora de "Repitan conmigo"
con cualquier cosa, para controlar lo que han de decir y pensar los oyentes.
Recién escuché a un predicador decir, "Digan todos conmigo, Ay, Ay,
Ay". Estoy esperando escuchar cualquier día que un predicador salga con "Repitan
después de mí, ¡Wow!".
Para terminar con una nota jocosa, a veces son
simpáticos los lapsos de los predicadores. No hace tanto un predicador muy dado
a los exabruptos piadosos exclamó, para defender los gritos en el culto,
"Cuando Saprissa mete un gol, gritan en todo el barrio, Alabado sea
Dios". Otro sermón terminó con la oración, "Enséñanos tus enseñanzas,
valga la redundancia, Señor". Hace unos años escuché a un locutor
exclamar: "Que Dios te bendiga a ti y a toda tu esposa". ¡Amén,
hermano! Bueno, podría pasarle a cualquiera. Errare humanum est.
Con toda razón dice Silvio Rodríguez, en su
canción “Alabanzas”, que “la voz de las antenas va sustituyendo a Dios. Cuando
finalice la mutación, nueva edad media habrá”. Creo que es hora de preocuparnos
muy seriamente por el púlpito evangélico, antes de que pierda para siempre toda
racionalidad y coherencia.
***
Hoy, en La Jornada Semanal
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