NUESTRA CRUZ
Karl Barth
Instantes. Santander, Sal Terrae, 2005, p. 122.
Alegraos de compartir los
sufrimientos de Cristo.
I Pedro 4.13
He Qi, El Cristo resucitado
L
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a cruz que hay que llevar en pos de
Jesús le sobreviene al cristiano sin que éste lo desee ni lo propicie. Nadie ha
de temer que no le llegue. Lo único que se ha de temer es que pueda negarse
obstinada o astutamente a aceptarla; que, apenas más o menos aceptada, se
apresure a arrojarla de nuevo lejos de sí. Lo único que se ha de temer es que
entonces ciertamente tenga que padecer de un modo u otro, pese a todo, pero
como un impío, sin el consuelo ni la promesa de compartir los sufrimientos de
Jesús. El cristiano tiene que orar para que esto no suceda, para que el
Espíritu Santo lo haga libre para aguantar la cruz que le ha sido asignada. Tal
asignación no es una última, sino una penúltima palabra. Propio de la esencia
de la cruz que ha de llevar el cristiano es que tenga una meta y, por tanto,
también un final. Supone imposición de límites, y por eso duele.
Pero esa misma imposición de
límites no es ilimitada. Soportada participando en la pasión de Jesús, quedará
revocada precisamente allí donde la pasión de Jesús señala a nuestra vida con
la fuerza de su resurrección y con su propia vida. Lo eterno no es nuestra cruz,
sino la vida inaugurada en virtud de la muerte de Jesús en la cruz. “Cuando el
invierno su nieve pierde, llega el verano hermoso y su color; también, por
tanto, tras el dolor, se alegra quien aguardarlo puede”. En efecto, en el
tiempo intermedio de esa espera tampoco puede faltar la alegría anticipada.
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PREDICACIÓN Y ESPÍRITU DE DIOS
Juan Stam
Protestante
Digital, 21 de junio de 2015
Por todo lo que hemos
expuesto hasta ahora, queda claro que la predicación es una tarea muy seria,
sin duda mucho más grande de lo que solemos pensar.
Con
razón observa Karl Barth, en su tratado sobre nuestro tema, que la predicación
es una tarea imposible; para ella, observa, todo ser humano es incapaz e
indigno (1969:48,52). Es aún imposible que sepa de antemano qué está pasando en
la predicación, porque depende enteramente de Dios (1969:48). Tenemos que
exclamar con San Pablo: "¿Quién es competente para semejante tarea?"
(2 Cor 2:16).
Pero
gracias al Señor, la palabra de Dios nunca corre sin que la acompañe el
Espíritu divino que la ha inspirado. Un tema constante en la teología de los
Reformadores fue el de "La Palabra y el Espíritu".
La
palabra sin el Espíritu conduce a una ortodoxia muerta; el Espíritu sin la
palabra llevaba, en la frase de ellos, al "entusiasmo" desordenado.
Los reformadores enseñaban también el testimonium spiritus sancti, sin
el que la letra escrita es letra muerta.
En
un brillante estudio de este tema, Bernard Ramm afirma que fue con esta
doctrina que los reformadores evitaron un concepto cuasi-mágico de la eficacia
de la Biblia que podría compararse con el ex opere operato del
tradicional sacramentalismo católico. La palabra escrita no opera sola sino
vivificada por el Espíritu de Dios.
En
nuestro tiempo, Karl Barth ha reformulado esta doctrina en términos muy
impresionantes. La palabra de Dios, para él, ocurre en su sentido pleno cuando
Dios habla y el pueblo escucha (1969:71). La predicación hace presente a la
palabra en forma viva; "cuando se predica el evangelio, Dios habla"
(1969:19) y entonces, en la frase de Lutero, "La palabra trae a Cristo al
pueblo" (1/1 61). En ese acto de Dios, el "Dios que habló" del
pasado se convierte en un presente "Dios que habla", siempre por las
escrituras. Por la acción del Espíritu Santo, la Palabra toma vida, como si
fuera una resurrección del texto.
La
predicación, así entendida, es un acto de Dios, totalmente imposible para un
ser humano (1969:21,48,52). El predicador no tiene ningún control sobre la
acción de Dios, ni puede garantizar que Dios hablará por medio de su homilía.
Eso
queda totalmente en manos de Dios y ocurre cuándo Dios quiere y dónde Dios
quiere. Por eso -y esto es lo sorprendente- la Palabra de Dios por medio de un
predicador y su sermón es siempre un milagro (1969:23,101). "En esta
situación concreta puede suceder que Dios hable y realice un milagro. Pero
nosotros no debemos incluir un milagro, por anticipado, en nuestra
predicación" (1969:23).
Al
predicador sólo le toca anunciar que Dios está por hablar (1969:14) y proclamar
a la comunidad lo que Dios mismo los quiere decir, mediante la explicación, en
sus propias palabras, de un pasaje de las escrituras (1969:13).
Esta
comprensión radicalmente teocéntrica y pneumatológica nos hace entender que la
única fuerza verdadera de la buena predicación es la obra del Espíritu Santo. A
fin de cuentas, el predicador no puede confiar en la elocuencia de su oratoria
ni el carisma y encanto de su atractiva personalidad ni nada parecido.
Reconocer
que el poder del sermón no pertenece a nosotros mismos, pero que Dios ha
prometido el obrar eficaz de su Espíritu, y confiar en el Espíritu y sólo el
Espíritu, no nos permitirá emplear mecanismos de manipulación para tratar de
persuadir a los oyentes (1 Cor 1:18-2:2; 2 Cor 4:2; 12:16-17; Ef 4:14).
No
harán falta gritos y gemidos simulados, ni pegajosa música de trasfondo, ni
pavonearse de un lado a otro, micrófono en mano. Es el Espíritu Santo quien
penetrará en los corazones, y nosotros los predicadores sabremos confiar en su
actuar y no interferir contra su eficaz actuar.
Por
otra parte, nunca tomaremos la promesa del Espíritu como un pretexto para la
pereza. Convencidos del inmenso privilegio de ser instrumentos del Espíritu,
estudiaremos las escrituras con mayor ahínco y prepararemos los sermones con
todo cuidado y pasión.
El
texto favorito de algunos predicadores, "no se preocupen de qué van a
decir; el Espíritu Santo los enseñará lo que deben responder" (Lc
12:11-12), no se aplica a la preparación de sermones ni al estudio sistemático
de las escrituras sino a casos de arresto y persecución, cuando uno no tiene
tiempo para preparar su defensa.
La
exégesis bíblica no aparece entre los dones carismáticos de la iglesia. El
Espíritu Santo nos acompañará con su luz en nuestro estudio de la palabra, pero
sólo si de hecho la estudiamos (2 Tim 2:15; 1 P 3:15; Hch 17:11; 1 Tes 5:21; Mt
22:37).
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ROMA DEDICA UNA PLAZA A LUTERO EN PLENO CENTRO DE LA CIUDAD
Protestante
Digital, 19 de agosto de 2015
Lutero tendrá una plaza
con su nombre en pleno centro de Roma. El consistorio de la capital italiana ha
aprobado finalmente la iniciativa que propusieron hace 6 años las iglesias
adventistas. El visto bueno del Vaticano ha facilitado que el proyecto se haga
realidad, explican fuentes evangélicas. “El próximo día 16 de septiembre, a las
5 de la tarde, se dará la ceremonia de nombramiento de la plaza en Roma al
reformador alemán Martin Lutero, cerca del Coliseo”, explicaba desde Roma a Evangelical
Focus Stefano Bogliolo, responsable de comunicación de la Alianza
Evangélica Italiana.
Plaza al “teólogo alemán”
Seis años después de que
el Ayuntamiento recibiera la propuesta de la Unión de Iglesia Adventistas —que
presentaba la idea en relación al quinto centenario de la Reforma— el
consistorio finalmente aprobó la iniciativa hace unas semanas. La “Piazza
Martin Lutero” estará muy cerca del Coliseo, en el parque Parco Del Colle Oppio
y junto al Viale Fortunato Mizzi. Se ha acordado que la placa descriptiva
tendrá una descripción muy neutra: “Plaza Martín Lutero. Teólogo alemán”.
Una decisión delicada
Los medios italianos
habían ignorado la noticia hasta hace unos pocos días, explica Bogliolo, pero
finalmente el diario Il Messaggero publicó la información.
Pero
fue el alemán Süddeutsche Zeitung que publicó un primer reportaje sobre
la intención del consistorio. En su información citaba a la Iglesia Evangélica
Luterana de Roma, que a daba a conocer que el Vaticano no se opondría a la
iniciativa, siguiendo las nuevas directrices sobre diálogo ecuménico. “Sabemos
que los políticos italianos son ultrasensibles a los estados de ánimo de la
jerarquía vaticana, y sin su consentimiento habría sido difícil conseguir
alcanzar la meta de esta plaza”, comenta Bogliolo.
Decisión “altamente simbólica”
La decisión del
ayuntamiento es “altamente simbólica”, sigue explicando el representante
evangélico, porque "Roma fue la capital de los Estados Papales, que
cayeron el 20 de septiembre de 1870, un aniversario que se cumple sólo cuatro
días después de la dedicación que se hará de la plaza a Martín Lutero”.
La inauguración
será atendida por representantes de diferentes iglesias evangélicas, además de
una delegación de la Alianza Evangélica Italiana. No se ha confirmado, de
momento, la asistencia al acto de representantes católicos.
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“DEBEMOS LIBERAR AL MUNDO DE LAS ARMAS NUCLEARES”
“Lo primero que se nos
pide es que tengamos el valor de vivir de acuerdo con nuestras convicciones.
Para el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) nuestra convicción es que el mundo
debe estar libre de armas nucleares", dijo la Rev. Dr. Sang Chang,
presidenta del CMI para Asia, en su discurso durante el simposio sobre el
desarme nuclear celebrado en Hiroshima, Japón, el 6 de agosto.
Chang,
de la Iglesia Presbiteriana de la República de Corea, hizo estas declaraciones
en la sesión del simposio titulada "Medidas para el desarme nuclear de
ahora en adelante: Nunca más la guerra".
Chang
es miembro de una delegación de líderes de iglesias del CMI que está haciendo
estos días una peregrinación en Japón para conmemorar los bombardeos atómicos
de los días 6 y 9 de agosto de 1945.
Al
hablar sobre el tema de las armas nucleares, Chang dijo que las iglesias se
enfrentaban al "reto de ir más allá de las denuncias retóricas de la
violencia, la opresión y la injusticia, y traducir sus juicios éticos en acciones
que contribuyan a una cultura de paz".
"Creemos
que esta responsabilidad de actuar tiene su base en la bondad de todo lo que
Dios ha creado y en la bondad esencial de toda la humanidad, por estar hechos a
imagen y semejanza de Dios", dijo.
Chang
explicó que la postura del CMI respecto a las armas nucleares emana del
fundamento que rechaza categóricamente estas armas por considerarlas un
problema para la humanidad, las iglesias y las sociedades.
Chang
instó a las personas de fe a alzar sus voces contra las armas nucleares,
animándolas a trabajar dentro de sus propias religiones, con las organizaciones
de la sociedad civil y con los gobiernos.
"Los
líderes religiosos deben aportar liderazgo. Las personas de fe de todos los
ámbitos deben tomar medidas". […]
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