Gustavo Doré, Jesús expulsa a los mercaderes del templo
Marcos 11.12-19
6 de abril de 2020
A la manera de los profetas, Jesús realiza tres acciones simbólicas, profundamente interrelacionadas, para criticar al Centro y así corregir las expectativas mesiánicas equivocadas. [...]
Al entrar en Jerusalén Jesús cuenta con la gente que lo acompaña, entre quienes encuentra eco una mentalidad nacionalista. Ha previsto incluso los detalles. Frente a la efervescencia popular de esos días, toma medidas que connotan una cierta clandestinidad, para proteger su acción de indiscreciones que pusieran al Centro sobre aviso.
¿Pero a qué va Jesús a Jerusalén, previendo un desenlace violento? ¿Va simplemente a “celebrar la Pascua” y lo sorprende la muerte? [...]
Los responsables de la ortodoxia del culto y de la ley de la pureza han apreciado justamente la amenaza que representa la libertad de Jesús y su práctica ilegal; desde temprano han buscado desautorizarlo, pero inútilmente. Incluso ahora, que llega a su propio terreno, no ven la manera de acabar con él, porque la gente lo escucha más que a ellos y ellos tienen miedo a la gente (Carlos Bravo Gallardo).
Los gestos simbólico-proféticos de Jesús lo conectaron con la gran tradición profética del antiguo Israel. Las palabras dirigidas a la higuera pueden ser leídas en la clave del reproche que Dios dirigió a su pueblo (“Nunca jamás coma nadie fruto de ti”, 11.14) por su ineficacia testimonial o como una manifestación de su capacidad de fe para actuar. Lo que sigue es el episodio de la “limpieza” del templo, un momento álgido que bien pudo costar la vida a Jesús.
La expulsión de los vendedores y la exigencia de que ese espacio litúrgico recuperase su sentido original (11.15-16) mostraron el celo profético anclado en las palabras antiguas de Isaías (56.7) que impactó rotundamente a sus adversarios, pero también los convenció de atentar directamente contra su vida (18) por causa de la veracidad y eficacia de su mensaje. La acusación de haber convertido el templo en una “cueva de ladrones” fue hasta la raíz del sistema oficial de creencias y lo sacudió rudamente.
Con esta acción, Jesús cimbró las estructuras institucionales de la religiosidad oficial del templo y puso definitivamente en su contra a todo el aparato religioso y político con quien había roto inevitablemente y que lo llevaría a una muerte violenta e injusta. Jesús no permaneció en la ciudad ese día y pernoctó fuera, para volver al día siguiente a continuar el ataque frontal y a la denuncia de los diversos aspectos de la práctica religiosa viciada que ocultaban la realidad profunda y que aparentaban una estabilidad que perjudicaba a las personas más desfavorecidas y poco informadas de las exigencias de la alianza.
Marcos dedica varias secciones a las controversias que desató Jesús para exhibir las fallas y desobediencias de los dirigentes religiosos de Jerusalén que controlaban la vida de toda la nación sometida al imperio romano, con quien habían pactado reciprocidad en el apoyo.
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