jueves, 9 de abril de 2020

El Señor manifiesta su entrega, L.C.-O.

La Última Cena'' Oswaldo Guayasamin (con imágenes) | Guayasamin ...

Oswaldo Guayasamín, La última cena (1965)

9 de abril, 2020

Jesús les dijo: “Esto es mi sangre, y con ella Dios hace un trato con todos ustedes. Esta sangre servirá para que muchos puedan ser salvos. Será la última vez que yo beba este vino con ustedes. Pero cuando estemos juntos otra vez en el reino de Dios, entonces beberemos del vino nuevo”.
Marcos 14.24-25, TLA

Traición y sombras
La noche de la entrega total, del desprendimiento absoluto, del desmayo completo para asumir la tarea de redención desde lo más profundo. Pero también la noche de la comunión y de la intimidad, Jesús en medio de lo humano con sus luces y sombras, aunque también en la búsqueda abismal de la voluntad del Padre. “La entrega vuelve a ser el elemento clave. A diferencia de otras interpretaciones teológicas, aquí no es Dios quien entrega al Hijo del hombre, sino “uno de ustedes, que come conmigo”; no es resultado de una necesidad eterna (a pesar de que se dice que su ida está escrita), sino del rejuego de voluntades humanas: la alianza de uno de los Doce con el Centro judío”. Marcos expone linealmente lo acontecido en la vida de Jesús como parte de una simbiosis entre la experiencia humana más triste, pero al mismo tiempo de la conciencia redentora más diáfana y efectiva. Ched Myers ha resumido bien lo sucedido:

El “juego de la pasión” de Marcos corresponde exactamente a un cuadro político pintado con tonos de tragedia, de realismo y de parodia. En él, Marcos dramatiza el conflicto final entre la acción simbólica no violenta de Jesús, el aparato de seguridad de las autoridades y los anhelos revolucionarios de los rebeldes, la “guerra en el cielo” que irrumpe en el teatro de la vida real de los tribunales judío y romano, de sus prisiones y de sus torturas.[1]

Efectivamente, hay dos niveles en el relato: el histórico y el espiritual. En el primero, los hechos acontecen lógica e irremediablemente en una espiral de violencia incontrolable. En el segundo, el plan divino de salvación se desarrolla según sus cánones, en conflicto dialéctico con los sucesos visibles. En ese sentido, no se esconde el hecho de que Jesús fue traicionado dentro de la comunidad para cumplir el plan en su contra (14.1b-2). Si le llegaron al precio a Judas Iscariote o no, o si sus ansias nacionalistas fueron intensas, o su desesperación por la falta de radicalidad de Jesús hacia el imperio romano evidenció su pasado zelota, todo ello es posible plantearlo al momento de tratar de entender por qué traicionó a su maestro. Mr 14.10-11 es muy claro al respecto: la iniciativa fue suya después de que Jesús fue ungido por una mujer y de escuchar a Jesús anunciar que sería asesinado (14.8b).

Carlos Bravo Gallardo comenta: “Se puede suponer que haya mediado una desilusión de Judas respecto del papel jugado por Jesús en la liberación del pueblo. O que Judas quisiera presionar a Jesús y a la gente para que tuvieran una reacción de fuerza en contra de los romanos”.[2] El texto subraya que comenzó a buscar “una buena oportunidad” para entregarlo. “Ése será para Jesús un kairós de perdición”.[3] La suerte estaba echada y todo lo sucedido previamente se había acumulado alrededor de él se vendría en cascada para precipitar los acontecimientos de la pasión y muerte.

Desde el principio, este banquete está lleno de ansiedad, ya que Jesús anuncia que está al tanto de la infiltración (14.18), entendiendo la gravedad de la violación de la confianza en su alusión al lamento del Salmo 41.9. La comunidad reacciona con dudas sobre sí misma y su solidaridad comienza a desmoronarse. La condena dirigida a Judas, bajo un contrato lucrativo como agente (14.21), es un recordatorio aleccionador de la advertencia anterior de Jesús: “¿Y no hay nada que una persona pueda dar para salvar su vida?”.[4]

Entrega y comunión
Pero más allá de la traición de Judas, sobre la que se han escrito cientos y cientos de textos (uno de ellos, del escritor místico francés Lanza del Vasto, 1938), lo que destaca en este episodio crucial de la vida de Jesús es su disposición para la entrega, es decir, para dejarse llevar por la dinámica propia de los sucesos en su contra y, en medio de ella, asumir una actitud de desprendimiento total hacia su vida e intereses personales, a fin de someter su existencia completa al proyecto máximo de Dios. En la reunión con los discípulos para conmemorar la liberación del pueblo en Egipto, sucede algo similar a la entrada en la ciudad: la preparación es enigmática, en los bordes de la clandestinidad, pues Jesús tenía aliados en la ciudad que colaboraban con él, pero directa (12-16). Al momento de la cena pascual, Jesús advirtió acerca de la traición de uno de los presentes (18) y, ante el estupor generalizado (19), subraya que es quien estaba comiendo con él en su plato (20).

A continuación, Jesús mismo estableció los dos niveles del momento: por un lado, afirmó que la Escritura anuncia la muerte necesaria del Mesías (21a), y por otro, destacó la terrible ignominia de la traición (21b). Quien lo entregaba tendría un fin trágico y vergonzoso (21c), pero aun así no dejó de participar en la cena. “Judas debe ayudarlos a prender a Jesús y a apartarlo de la posibilidad de protección o respuesta públicas, en el “momento exacto” (eukairos) en que la comunidad puede ser tomada desprevenida. El Getsemaní en el silencio absoluto de la noche […] reunirá todos esos requisitos, irónico contraste con el “momento” de vigilancia recomendado por Jesús en el sermón apocalíptico”.[5]

La entrega de Jesús, en sus tres sentidos, primero por causa de la traición, segundo por su propia decisión redentora, y tercero por su carácter sacramental, aparece como el núcleo de esa cena pascual en la que él entrega su cuerpo y su sangre (22-24) “para que muchos puedan ser salvos” (24b).

En el contexto de la Cena Pascual y del recuerdo del Éxodo a través del cual conquistó el pueblo la libertad y fue regalado con la Alianza, que lo constituyó como Pueblo y como pueblo de Dios, un pan partido y entregado y una copa de vino compartida son usados por Jesús para expresar el sentido de su entrega. Ha compartido con la gente su pan, su vida, su fe en el Reinado del Padre; ahora comparte su cuerpo-pan para la vida, y su sangre será el sello de la Alianza que constituya al nuevo pueblo de Dios.[6]

La pascua-entrega de Jesús estaría marcada por el sufrimiento: “Con ello nace un sentido completamente nuevo de la celebración de la pascua. Tal vez en la palabra páscha percibió Marcos también la palabra griega páscho (‘sufrir’). La etimología es equivocada, pero la temática no se encuentra distanciada”.[7] Ese banquete tenía, además, una proyección escatológica que apareció inmediatamente en la que se apunta hacia la consumación del reino de Dios, adonde ya no habrá traiciones ni sombras. En ese futuro anunciado, la comunión de los discípulos con el Maestro y Salvador será total, absoluta. La entrega de Jesús a su misión salvadora habrá rendido su fruto cuando la comunión del pueblo que surgiría de la cruz y de la resurrección haga suya la entrega al mundo en testimonio y obra.




[1] C. Myers, O Evangelho de São Marcos. São Paulo, Paulinas, 1992, pp. 421-422. versión de Alberto F. Roldán, Jesús en acción. II. Buenos Aires, Publicaciones Alianza, 2003, p. 134. Cf. C. Myers, Binding the strong man: A political reading of the Gospel according to Mark. Versión abreviada: https://martinnewellcp.files.wordpress.com/2019/03/binding-the-strongman-abridged-by-ched-myers-with-forward-by-daniel-berrigan.pdf.
[2] C. Bravo Gallardo, Jesús, hombre en conflicto. El relato de Marcos en América latina. México, CRT-UIA, 1996, p. 219, nota 32.
[3] Ibid., p. 220.
[4] C. Myers, Binding the strong man, p. 34.
[5] C. Myers, O Evangelho de São Marcos, p. 428.
[6] C. Bravo Gallardo, Jesús, hombre en conflicto. El relato de Marcos desde América Latina. 2ª ed. corregida y aumentada. México, Centro de Reflexión Teológica-Universidad Iberoamericana, 1996, pp. 5-6.
[7] J. Gnilka, p. 274.

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