
El mensaje peculiar del capítulo 24 consiste en este salto de la situación de muerte, derrota y frustración a la vida, el testimonio y la alegría del testimonio; el salto de la finitud de la muerte a la apertura del Reino de Dios. Lo que empezó con una tumba de un crucificado, culmina con la alabanza de Dios por el Señor glorificado. [...] Hay un progreso cualitativo en la superación de la incredulidad y el miedo. Los tres grupos de discípulos son testigos “cada vez más complejos”. Las mujeres se convierten en anunciadoras por las palabras de los enviados de Dios; los discípulos de Emaús quedan convencidos por el encuentro personal; los apóstoles y demás son instituidos explícitamente en el papel de testigos, recibiendo la promesa de ser revestidos de poder de lo Alto.
El AT por sí mismo no pudo llevar a los discípulos al reconocimiento de la necesidad del camino del Mesías a través de pasión y muerte a resurrección y gloria. Recién el Crucificado-Resucitado los condujo a la comprensión de las Escrituras. De esta manera, quedó establecido un círculo: del Resucitado al AT y del AT –gracias al Resucitado– a la aceptación de la relación Pasión-Resurrección. El Resucitado mismo inculca la necesidad divina de este camino (v. 44). Se trata de una necesidad histórico-salvífica, no de un mero cumplimiento mecánico de hechos profetizados en el pasado.
Selah, Recursos cristianos, www.selah.com.ar/new/verrecurso.asp?CodigoDeItem=1769
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