viernes, 10 de agosto de 2007

Jesús relee las Escrituras (I): En la sinagoga de Nazaret, Guillermo Garlatti

El hermoso relato de Lc 4.16-21 adquiere en nuestros días una gran relevancia teológica y pastoral. Ello se debe principalmente a que este pasaje ofrece, más allá de las múltiples y variadas interpretaciones a que ha sido sometido a lo largo de la historia, una serie de pautas interesantes acerca de la candente cuestión del modo como se relacionan evangelización y liberación o evangelio y libertad. [...] Lucas se propone mostrar el sentido profundo de la acción evangelizadora de Cristo. Y para ello intenta destacar, según el enfoque de su propia teología y de una manera muy original, cuál es la relación de dependencia que se produce entre la proclamación del evangelio por parte de Jesús, los pobres en cuanto destinatarios del mismo y la liberación como resultado primordial de esta acción salvífica. [...]

Hay que tener en cuenta tres aspectos: la actitud que asume Jesús al proclamar el evangelio en la sinagoga de Nazaret; los pobres en el pensamiento de Jesucristo; y la relación entre evangelio y liberación. [...] Es sabido que Lucas, contrariamente a Mr y Mt, sitúa el comienzo de la manifestación pública de Jesús en la sinagoga de Nazaret. De este modo la patria de Jesús se constituye no sólo en el lugar en donde el Señor se ha criado, sino también en el lugar en donde se ha dado a conocer a los hombres como el auténtico “mensajero” del evangelio.
El mismo Jesús, en el discurso inaugural que allí pronuncia asume con toda claridad y plena conciencia la función de “mensajero” o “heraldo de buenas noticias”. Este heraldo, de acuerdo con las expectativas mesiánicas del AT, tenía como misión anunciar el triunfo sobre los enemigos, proclamar las victorias de Yahvé y dar a conocer solemnemente la salvación o liberación que Dios iba a realizar en favor de su pueblo. Es justamente este último aspecto el que más sobresale en la actitud que, en cuanto “heraldo de buenas noticias”, el propio Jesús asume en la sinagoga de Nazaret Y, en tal sentido, se presenta como el profeta anunciado y consagrado que, en los tiempos mesiánicos, no sólo iba a proclamar el mensaje gozoso de la liberación, sino que también la iba a instaurar efectivamente con su propia persona.

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