SATISFECHOS
Karl Barth, Instantes
El Señor es mi pastor, nada me falta (Salmo
23.1)
Quien tiene a Dios lo tiene todo, de hecho: probablemente, no como querría tenerlo, pero sí, ciertamente, como Dios quiere que lo tenga y, por tanto, de manera que puede darse por satisfecho. Sólo Dios le basta. El ser humano no tiene gloria propia que le permita la satisfacción. El ser humano es insuficiente. Por eso tampoco puede en modo alguno tener bastante consigo mismo. Pues, indudablemente, sólo es ser humano, no Dios..., ¡y está en contradicción con Dios! Pero quien, amenazado por todo, alza en todo la mirada a la gloria de Dios, queda eficaz y definitivamente consolado en medio de toda esa amenaza. Esta consolación propiciada por la gloria de Dios es la auténtica satisfacción.
Precisamente en esto consiste la gloria de
Dios: en que Dios no se guarda para sí la plenitud de su divinidad, sino que demuestra
y comunica que quiere bastarse a sí mismo siendo nuestro pastor. Allí donde
esto se ve y se oye, la única respuesta posible es ésta: “¡Nada me falta!”.
Cualquier carencia nunca será más que cerrazón nuestra frente a la gloria y, por
tanto, resistencia de nuestra parte frente al pastoreo de Dios. Pues la gloria
de Dios es el amor de Dios. ¿Cómo llegamos a estar cerrados y rebeldes en este
punto? Si ciertamente el Señor es mi pastor, nada me faltará, ni siquiera el
estar cerrado y rebelde.
EL FIN DE LA LEY ES CRISTO
Óscar Margenet Nadal
Protestante
Digital, 8 de marzo de 2014
Un solo justo murió para que los injustos fuésemos justificados.
En nuestra anterior elegimos como referente al apóstol Pablo para la
sección ‘La justicia de Dios en la Ley”. El título de esta nota se basa en un
texto de la carta paulina a los cristianos de Roma, que es clave para esta
nota: “…. porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo
aquel que cree.”
Conozco tres interpretaciones sobre esta afirmación: Una, ve en el
Señor Jesucristo —que no vino a abolirla— al Mesías prometido a Israel que
rescata la ley para hacerla norma de conducta de sus seguidores. Sus mentores enseñan que somos sus verdaderos
testigos siempre y cuando vivamos cumpliéndola y enseñando a otros a cumplirla
al pie de la letra.
Otra, afirma que la ley cumplió su fin cuando Cristo consumó su obra
salvífica al morir en la cruz, resucitar al tercer día, y ser glorificado en el
cielo por Dios Padre; que, al hacer nuevas todas las cosas, el Señor nos liberó
de la ley y de su observancia; y que por estar justificados la ley se aplica
ahora sólo a los judíos.
La tercera, ve en la ley al tutor antiguo que señala al hombre-bisagra
de la historia de la humanidad: Cristo Jesús, el Hijo de Dios predestinado a
venir al mundo; que la cumplió junto a las profecías, por lo cual es el único
capaz de reconciliarnos eternamente con el Padre de justicia y misericordia, y
regresarnos al hogar celestial.
El Evangelio de Cristo y Sus apóstoles gira en torno a la doctrina de
la justificación por la fe; por ella, el creyente sabe que la fe le llega por
el acto de oír la Palabra viva que le muestra su condición real ante Dios, lo
mueve a arrepentirse de sus pecados y a confesar a Jesucristo como su Salvador
y Señor.
Los nacidos del Espíritu son
los que Dios justifica; la nueva vida y conducta del creyente es descrita en
las bienaventuranzas del sermón del monte, que no conforman ‘una nueva ley a
cumplir’ en remplazo de la primera, sino que describe lo que es y hace cada creyente
a quien Dios santifica y equipa para vivir cada día en humildad, hacer justicia
y amar misericordia.
Un amigo incondicional poco
consultado
Personalmente, no me avergüenza compartir que más de una vez interpreté
erróneamente un escrito por no haber consultado antes un buen diccionario. Eso
ocurre cuando tenemos ideas tan arraigadas que a lo largo de los años, sin
darnos cuenta, se convierten en prejuicios. Quizás las dos primeras
interpretaciones arriba citadas satisfagan a los que creen sinceramente en
ellas. Pero, si realizaran un simple análisis gramatical podrían descubrir que
la palabra ‘fin’ tiene dos usos, según el contexto en que aparezca.
El original del término ‘fin’ en nuestro texto es el griego τέλος (Telós) del que deriva ‘teleología’. En ese buen amigo que es el diccionario –
y que pocos consultan - encontré estas dos acepciones para esa palabra:
a) Momento o lugar en que termina
alguna cosa. Término, remate o consumación
de una cosa; momento en que deja de existir, ocurrir o funcionar algo /
Sinónimos: acabamiento, conclusión, final, expiración.
b) Finalidad, meta a la cual tiende
una acción, motivo con que se efectúa una cosa. Intención con la que se hace o dice algo determinado / Sinónimos:
intento, propósito, designio, objeto, objetivo, norte.
Si juzgásemos correcta a una la otra pasaría,
necesariamente, a ser incorrecta. En el caso que nos ocupa, estimo que
erraríamos si aplicásemos al texto solo una de las dos acepciones, ya que no
siempre ocurre que dos acepciones de un término dado sean excluyentes entre sí.
Si partimos de la base que el AT y el NT de la Biblia son dos partes de
un todo integral que nos da a conocer el propósito divino desde ‘la eternidad
pasada’ y hasta ‘la eternidad futura’, podemos afirmar que el sujeto del texto,
Cristo, da sentido y significado a las dos acepciones del término ‘fin’.
Cómo lo hace de manera simultánea es lo que
intentaremos descubrir juntos, estimado lector.
La ley de Dios es viva
Hemos compartido en nuestra nota anterior ejemplos de la Escrituras
donde la ley de Dios demuestra su naturaleza justa y su cualidad de espejo.
Podríamos preguntarnos ahora: ¿A qué le debe la ley su
instrumental eficacia a través del tiempo y las circunstancias?
Pablo, el apóstol a los gentiles, nos brinda su respuesta cuando enseña
que la ley no solo es letra grabada en piedra en lenguaje comprensible para
todos los humanos, sino que le debe su origen espiritual a su autor. Dios es
Espíritu; es el creador de la vida, porque Él es vida. Todo lo que Él crea y
comparte tiene vida.
No podemos demostrar que la ley de Dios haya
muerto; por el contrario, las profecías aún por cumplirse le aseguran buena
salud hasta que llegue el día en que Él juzgará con justicia a todos, vivos y
muertos. Si algún escéptico pusiera en duda la
autoridad de Pablo para enseñar esta doctrina, él se encarga de disiparla: (…) nuestra
competencia proviene de Dios, el
cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la
letra mata, mas el espíritu vivifica. Y si el ministerio de muerte
grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no
pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su
rostro, la cual había de perecer, ¿cómo no será más bien con gloria el
ministerio del espíritu? Porque si el
ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el
ministerio de justificación.”
Reconocer que en la ley hay una diferencia
entre ‘letra’ y ‘espíritu’ es esencial. De lo contrario, por más que leamos las
Escrituras no la entenderemos como el Señor desea que la aprehendamos.
Además, la gloria divina es muy diferente a la humana. Nuestra gloria
es efímera, la de Dios es eterna. La impronta de Su gloria marca todo lo que Él
hace; Su ley cumple con dos fines: condena a quien no la cumpla y es el ‘ayo’
que instruye a los humanos dándoles a entender la necesidad de salvación.
BOICOT EN EL MUNDO ÁRABE AL NOÉ DE RUSSELL CROWE
Protestante
Digital, 14 de marzo
El veto más severo es el anunciado por Emiratos Árabes Unidos, Catar,
Bahréin y Kuwait, que han decidido prohibir proyectar la película
La película Noé de Crowe ha enfurecido
al mundo árabe más conservador. Y en menor medida a sectores cristianos y
judíos. Su interpretación de Noé — el
“único justo” en quien Dios pudo confiar para rescatar en su arca una muestra
de cada pareja de seres vivos del planeta antes de arrasarlo con el diluvio
universal— le está granjeando críticas y censuras tanto de estados como de
comunidades concretas que consideran que la cinta ofende de una u otra forma a
sus creencias o al texto de Génesis.
El veto más severo es el anunciado por
Emiratos Árabes Unidos, Catar, Bahréin y Kuwait, que han decidido no proyectar
la cinta, coprotagonizada por Jennifer
Connelly y Anthony Hopkins, porque “entra en conflicto” con el islam. Egipto y
Jordania están decidiendo qué hacer pero, según indican en el departamento de
relaciones públicas de Paramount Pictures, se espera que también anulen el
estreno, previsto para el 28 de marzo (4 de abril en España).
Lo que más molesta en estos países árabes es
la aparición física en la pantalla de Noé, cuando “cualquier representación de
un profeta o de sus compañeros” se considera haram, es decir, pecaminosa, como ha recordado la Universidad Al Azhar de El Cairo, una de las
escuelas teológicas suníes más importantes del mundo, que ha recomendado que se
prohíba el filme. “Lo hacemos por respeto a los sentimientos religiosos no solo
del islam, entra en conflicto con muchas religiones”, ha explicado, por su
parte, el Consejo Nacional de Medios de Emiratos.
En Estados Unidos, grupos cristianos de Nueva
York, Washington y Nueva Inglaterra se han manifestado ante los cines que ya
lucen su cartel porque entienden que desvirtúa una de las historias más
conocidas de la Biblia.
Algunos judíos, para quienes Noah-Noé es
igualmente un referente esencial, estiman que se “frivoliza” con su figura y su
relación con Dios, como señala el rabinato hasídico de
Jerusalén.
El director, el judío Darren Aronofsky (Cisne
negro, La fuente de la vida), defiende que ha sido “muy respetuoso” con la
historia original, que los creyentes hallarán en ella
“valores” y los ateos, “emoción”.
Paramount ha incluido una nota al inicio de la película que explica que
se han tomado “licencias artísticas” en el relato, pero el matiz no calma a sus
críticos.
Noé está siendo noticia estos días porque, a
la polémica religiosa, se ha sumado la denuncia de Emma Watson sobre la dureza del rodaje con Aronofsky. […]
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