sábado, 10 de octubre de 2009

Letra 135, 23 de agosto de 2009

EL AMOR QUE SALVA
César Vidal
Protestante Digital, 28 de septiembre de 2007
Supongo que algunas personas se sentirán sorprendidas de que mencione el Amor de Dios en cuarto lugar dentro del listado de cuestiones que debemos predicar los evangélicos. La verdad es que las Escrituras son, al respecto, enormemente claras. De entrada, debe quedar de manifiesto que el amor no es ese sentimiento blando, algodonoso y bonachón que se proclama desde algunos púlpitos y libros y que podría resumir con la frase "Como Dios me ama comprende todo… y puedo hacer lo que quiera". Por supuesto que Dios comprende todo, pero no lo justifica, ni lo legitima, ni va a dejar de juzgar, y, desde luego, no ve con agrado que hagamos lo que queramos.
Por eso, el Amor de Dios sólo es comprensible si tenemos en cuenta lo que es el pecado y la manera en que ese pecado quebranta la justicia divina y merece un justísimo castigo. De hecho, cuando algunos contraponen en la predicación evangélica el Amor a la justicia —como si fueran dos alternativas intercambiables— sólo dejan de manifiesto que no han captado un aspecto esencial del mensaje de salvación y de la predicación evangélica.
Al respecto, la enseñanza bíblica es clara. En Lucas 15, cuando Jesús narra la parábola del Hijo pródigo, comprendemos el amor del padre precisamente porque hemos visto antes cómo era el hijo pródigo, es decir, un estúpido prepotente y amante de los placeres que no es capaz de comprender la manera en que está arruinando su existencia hasta que desciende al nivel de los cerdos. Precisamente al reflexionar sobre la gravedad necia e injustificada del pecado del joven, entendemos el amor que le muestra el padre y nos admira aún más su reacción.
En contra de lo que el pastor de una iglesia me decía que había escuchado a una de sus ovejas ("La verdad es que yo he cometido tan pocos pecados que no sé si merece la pena que Cristo muriera por mi"), la verdad es que el conocimiento del pecado, de la justicia de Dios y de Su juicio nos permite acercarnos a comprender, aunque sea de manera limitada, al Amor de Dios.
Eso mismo es lo que describe Pablo en Romanos 5, 6 ss. El apóstol ha estado refiriéndose a una serie de pasos en la vida espiritual especialmente alentadores y casi nos parece escuchar la voz de un interlocutor que dice: "Pablo, Pablo… te estás liando. ¿Qué te hace pensar que todo lo que dices no es una invención, un fruto de la autosugestión y tu excitada imaginación religiosa?" La respuesta que da Pablo es tajante: "Porque el mesías, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Verdaderamente, ya es difícil que se muera por alguien justo, pero, a pesar de todo, cabe la posibilidad de que alguien se atreva a morir por alguien que es bueno. Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, el mesías murió por nosotros. Por lo tanto, siendo ya justificados en su sangre, mucho más seremos salvados de la ira por él. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo, estando reconciliados, mucho más, seremos salvados por su vida" ( Romanos 5:6-10).
La enseñanza de Pablo es rotunda e indiscutible. Nuestro egoísmo, nuestro deseo de disfrute, nuestra soberbia, sobre todo, puede que nos digan que quebrantar la ley de Dios en aspectos como la veracidad, la sexualidad o la honradez no tiene especial importancia e incluso puede ser adecuado y deseable. La realidad es muy diferente. Esa desobediencia nos convierte en enemigos de Dios y podemos creer en Su amor porque supera ampliamente las categorías humanas. En esta vida, puede que alguna persona muera por un ser querido, pero —no cabe engañarse— nadie muere por un enemigo. En serio, ¿alguien se imagina a Gaspar Llamazares muriendo voluntaria y animosamente por el general Franco? Se puede alegar que tiene motivos para todo lo contrario. En el caso de Dios, justo juez del universo creado por Él, esos motivos se multiplican hasta el infinito con cualquiera de nosotros. Sin embargo, el amor de Dios se manifiesta en que siendo enemigos de Él, nos amó hasta el punto de encarnarse y morir en la cruz por nosotros. El que no capta ese punto no entiende ni de lejos lo que es el Amor de Dios y el que no predica esos términos no está predicando el Amor de Dios sino un sucedáneo nebuloso más propio de un comercial televisivo que de la Biblia.
Y es que ese Amor precisamente es el que no viola jamás la justicia ni evita el juicio. A decir verdad, ejecuta justicia y juicio, de manera rigurosa y total, pero en la persona de Jesús que ha muerto en nuestro lugar en la cruz. Precisamente, es lo que hallamos en Romanos 3:21-26, donde Pablo puede hacer hincapié en que "Dios es justo y, a la vez, el que justifica" al pecador "que cree en Jesús".
Ese Amor precisamente –que es justo, que sobrepasa el pecado, que es sacrificial, que se encarna en la cruz- es el que debemos predicar.
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EN EL CORAZÓN DEL "CINTURÓN BÍBLICO" HOLANDÉS VIVEN LOS "VERDADEROS HEREDEROS" DE CALVINO

Staphorts, Holanda, 14 de agosto de 2009. (AFP). En Staphorst, corazón del "Cinturón bíblico" holandés, la gente vive según los preceptos de la ortodoxia protestante, las mujeres no usan pantalones, blasfemar está prohibido y la televisión desterrada. "Los habitantes se ven como los verdaderos herederos de Juan Calvino", el teólogo protestante francés nacido hace 500 años, explica a la AFP Jan de Wolde, un historiador octogenario, residente de Satphorst desde hace 54 años.
En esta ciudad de 16.000 habitantes considerada como la más conservadora de Holanda, situada a un centenar de kilómetros al este de Ámsterdam, "se considera que el resto del mundo es impío", agrega. Un decreto municipal prohibió la blasfemia, sin castigarla, y según cifras del proveedor de televisión por cable Ziggo, el 80% de los hogares no tiene televisión, que se considera como el diablo. Las mujeres que usan pantalones, "una vestimenta de hombre, no bíblica", según Wolde, son raras.
El domingo en Staphorst los autobuses no circulan. Los negocios y la piscina municipal están cerrados. Pero la calles que llevan a los cinco templos de la ciudad están repletas de gente. Para asistir al culto, las mujeres tienen que cubrirse la cabeza. "Todo está cerrado el domingo, salvo la iglesia. Es imposible vivir aquí, asfixiante", asegura Vic van Vuuren, un estudiante de 19 años que se proclama ateo y que está ansioso de abandonar su ciudad natal.
Staphorst tiene una de las tasas de natalidad más elevadas de Europa y una las tasas de divorcios más baja de Holanda (39 por 1.000 habitantes). Aproximadamente mil mujeres usan todavía las vestimentas tradicionales que le valieron el sobrenombre de Zwarte kousen (medias negras) a los calvinistas del "Cinturón bíblico" holandés, que atraviesa el país en diagonal del suroeste al noreste.
"Desde el exterior, todo puede parecer medieval", reconoce una habitante de 66 años que usa una pollera negra recubierta con un delantal, un chal, una cofia y las famosas medias negras tejidas a mano. La eutanasia, la legalización de la prostitución, el aborto y el casamiento homosexual, que hacen de Holanda un laboratorio del liberalismo social, son tabú en este lugar.
Como toda ciudad, Staphorst tiene "sus extremistas", agrega, "pero la gente que vive aquí es en su mayoría tolerante con el otro y es reconfortante vivir en una comunidad tan unida". "Uso falda porque así me siento bien", afirma Ventje Veijer. Esta joven de 21 años nunca visitó Ámsterdam, con su famoso "Barrio rojo" y sus coffee shops, donde se vende marihuana, "porque allá tienen valores diferentes". El Consejo Municipal de Staphorst está dominado por el partido protestante SGP, que prohibió a las mujeres los mandatos electivos, y el periódico más leído es el Het Reformatorisch Dagblad (el Periódico reformista), que no tiene páginas deportivas, pero publica numerosas noticias parroquiales.
Durante la guerra de 80 años entre España y Holanda, que terminó en 1648, el gobierno holandés "utilizaba la fuerza para promover el protestantismo como una barrera contra los españoles católicos que invadían el sur", recuerda la historiadora Mirjam van Veen. El "Cinturón bíblico" de hoy está situado, de hecho, "en la línea de frente" de la época, agrega. A pesar de todo, "el tiempo no se detuvo en Staphorst", asegura Jan de Wolde. Cada vez más habitantes tienen Internet en sus hogares. En los años 1970, la mitad rehusaba vacunarse, estimando que hacerlo era interferir con la voluntad del Señor. Hoy sólo el 20% lo sigue pensando, subraya.

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