domingo, 11 de octubre de 2009

Predestinación y salvación: la mirada divina, L. Cervantes-O.

11 de octubre de 2009

1. La posibilidad de elegir según el Deuteronomio
Una de las críticas más severas a la doctrina de la presdestinación es su aparente falta de respeto hacia la libertad humana, o “libre albedrío”, como se insiste a veces en llamarlo. El problema de este concepto es que predispone a las personas porque se da por sentado que hay una contradicción irresoluble entre los decretos inamovibles de Dios y la voluntad humana. Entre otros problemas prácticos derivados de esta comprensión es la pregunta sobre por qué evangelizar si ya todo está decidido, por ejemplo. Semejante dualidad, que aparece con toda evidencia en las Escrituras, es expuesta en diversas situaciones históricas del pueblo de Dios, como sucede en el cap. 30 de Deuteronomio. Se trata de un pasaje que da fe, muchos siglos después, de una amplia visión retrospectiva de la vida de Israel, al grado de que este libro representa toda una corriente de interpretación teológica de lo sucedido con esa nación desde sus orígenes más remotos, hasta el surgimiento y desaparición de la monarquía, pasando por las etapas de conquista de la tierra y de los jueces.
Los vaivenes históricos habían llevado al pueblo de Dios a una encrucijada en la que la visión de la voluntad de Dios se había vuelto extremadamente compleja, sobre todo a la luz de la difuminación de las esperanzas que progresivamente habían abrigado las comunidades como resultado de la propaganda de sus gobernantes. Con el fin de la monarquía, los redactores deuteronomistas intuyeron que, además de que el pacto con Dios seguía vigente, su llamado consistía en una nueva percepción de la vida y la muerte, de la justicia y el mal. Con la diáspora en mente (v. 1), el texto subraya la necesidad de convertirse para posibilitar el retorno de los cautivos. Mediante una provocadora metáfora (la “circuncisión del corazón”, v.6), se busca llevar al pueblo hacia la disyuntiva de elegir su destino, una vez más, de ahora en adelante. Todo el libro conasidera esto mismo como la base del pacto de salvación: un Dios soberano tiene un trato con un pueblo libre, formado por personas responsables y conscientes, que toma decisiones tan importantes como seguir formando parte de esa alianza. La predestinación palpita en cada circunstancia en la que Dios actúa sin hacer sentir, de manera autoritaria y abusiva, que Él ya conoce los sucesos de antemano, pues se adapta a la pequeñez del ser humano y trata con seriedad su libertad y sus posibilidades de acertar o equivocarse.
El pueblo, en efecto, había optado por un modelo de gobierno que lo llevó al borde del desastre en su relación con Dios… y Él sabía que eso iba a suceder, pero aceptó la petición de tener una monarquía. La elección de una forma de gobierno tenía como fin principal garantizar la existencia del pueblo como un todo y plantear qué tipo de organización social era necesaria para mantener la vida del mismo pueblo. Creer quela monarquía lo lograría fue una gran apuesta social que falló, comol puede fallar cualquier proyecto político que obligue a recomenzar. En el camino, la alianza se descompuso a pesar de la intervención de Dios, quien conocía (y advirtió a tiempo, según cuenta el libro de Samuel, parte también de la historia deuteronomista) los defectos de raíz de ese régimen político. Aun así, continúa adelante en un trato con el pueblo mediado y controlado por los reyes y reyezuelos. El v. 12 alude a la cercanía del mandato divino y lo distingue del decreto eterno inaccesible: la ley divina es diáfana y directa, no deja sombra de duda, y se constituye en la razón de ser de una oferta dse salvación que reduce la elección tan sólo a dos posibilidades: la vida y el bien, la muerte y el mal (v. 15).

Con el exilio el pueblo de Israel hace una de las experiencias más duras de su historia. La destrucción de todos los símbolos que sustentaban su identidad: la tierra, el Templo, el culto, etc. En ese contexto, para explicar la destrucción y mostrar las posibilidades de salida, los redactores deuteronomistas reescribirán la historia desde la conquista de la tierra hasta la reforma religiosa de Josías, incluyendo el libro del Deuteronomio. Esa redacción es marcada por la teología oficial desarrollada por Ezequiel y su grupo. Los elementos fundamentales de esa teología son: el Templo (Dt. 31,11), la tierra (Dt. 4,38; 30,16), la raza elegida (Dt. 4,37; 29,13), la ley de lo puro e impuro (Dt. 7,1-16), la teología de la retribución (Dt. 7,9-11). Todos esos elementos son retomados y reforzados en la última edición de la historia, en el post-exilio, por el grupo de escribas de Esdras para respaldar la teocracia dirigida por sacerdotes y levitas. La observancia de la ley (Dt. 31; 32,45-47) gana relevancia en el período de Nehemías y Esdras, funcionarios de Persia.
[1]

2. El “orden de la salvación” según el apóstol Pablo
En Romanos 8.29-30, Pablo esboza un “orden de salvación” que indaga en la lógica divina a partir, precisamente del conocimiento eterno de Dios. Pero llama la atención, primero, el uso del tiempo pasado y, luego, la forma en que eslabona el conocimiento divino, la predstinación, siempre expresada en clave cristológica, el llamamiento, como el esfuerzo histórico de Dios para encontrarse con los redimidos/as, la justificación, como el acto jurídico que dictamina la amnistía para ellos/as y, finalmente, la glorificación, comko consumación de todo elk, proceso de salvación.
Este esquema redentor representa, para el apóstol, la propuesta divina que deberá encarnar en la vida de cada persona, de manera diferente, pues es algo así como la plataforma divina sobre la cual se coloca el edificio de cada existencia humana. Pablo llega a esas conclusiones después de una ardua reflexión teológica situada en su debate personal sobre el destino del pueblo judío, asunto que lo inquietaba particularmente, pues le preocupaba profundamente la forma en que Dios trataríoa con él después del rechazo de Jesús de Nazaret como Mesías. Este problema lo lleva a indagar en la manera en que Dios conduce el plan de salvación para toda la humanidad y los alcances universales de su actuación en la vida de las personas.
Este “orden de salvación” coloca en su justa dimensión las acciones divinas, más allá de la respuesta humana, pues ésta se encuentra sujeta a las contingencias históricas, psicológicas y cotidianas que rebasan la previsión de sus protagonistas concretos. La respuesta judía a la oferta de salvación había “complicado” la incoporación del pueblo depositario de la promesa original a los planes divinos de aplicación de la voluntad redentora, pero no hasta el punto de dejar de apreciar cómo los beneficios salvíficos podían extenderse a cada ser humano. La predestinación, en ese esquema, funciona como un punto de partida y garantía de los cuales debe tomar cada creyente la certeza del compromiso divino para obtener la salvación. La respuesta de cada persona a esa oferta de gracia es impredecible, única y contingente, es decir, depende de numerosos factores que constituyen una trama diferente para cada uno. Ante ello, la preocupación de Pablo, Agustín, Tomás de Aquino y el propio Calvino se centró más en la forma que responde cada ser humano que en la certeza del trabajo divino para garantizar la salvación. Como r3esume el doctor R. Bernhardt:

Por lo tanto, esta doctrina es básicamente una promesa que da certeza de la salvación. La fe no es la condición a cumplir para ganar la elección de Dios, sino el primer y más importante obsequio de la elección que Dios llevó a cabo desde la eternidad. La fe se convierte en cierto modo en un indicador de la propia predestinación a la salvación. […]
Para graficarlo de algún modo, Calvino no concibe el acto de la elección como la separación de una masa indeterminada, que luego se divide en dos grupos: uno a la izquierda y el otro a la derecha. Según su comprensión, la elección no es una decisión alternativa, ni un doble acto de amnistía y condena, sino un acto de gracia. Ni siquiera es necesario un acto de condena, dado que todos los seres humanos están condenados y destinados a la perdición, porque en todos yace el pecado original de Adán. Dios saca a algunos de esta massa perditioni“ por su pura e inexplicable gracia, y los salva del destino de pecado y del castigo que los amenaza. Por tanto, es necesario distinguir entre el acto de elección, y como resultado de éste, la doble predestinación para los elegidos y los no elegidos.
[2]

Notas
[1] Shigeyuki Nakanose, “Para entender el libro de Deuiteronomio: ¿una ley a favor de la vida?”, en RIBLA, núm. 23, 1996, www.claiweb.org/ribla/ribla23/para%20entender%20el%20libro%20de%20deuteronomio.html.
[2] R. Bernhardt, “La soberanía de Dios como centro de la fe. Predestinación y providencia”, conferencia presentada en la Universidad de Basilea, 12 de marzo de 2009, www.calvin09.org/media/pdf/theo/Bernhardt_Pr-destination-und-Vorsehung_Sp.pdf.

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