domingo, 11 de octubre de 2009

Sacerdotes, profetas y sabios, vehículos de la revelación de Dios, L. Cervantes-O.

27 de septiembre de 2009
1. La división de la Biblia Hebrea: testimonio histórico y teológico
George Steiner, uno de los grandes críticos literarios y analistas de la cultura de nuestro tiempo, escribió hace algún tiempo el prólogo a una edición de la Biblia Hebrea, nombre que corresponde mejor al llamado Antiguo Testamento, especialmente en el ámbito judío. Luego de exponer algunas de sus riquezas literarias basadas en la diversidad evidenciada por la división tripartita: ley, profetas, escritos, escribe acerca de los profetas:

Los libros proféticos del Antiguo Testamento llevan a un clímax de abrumadora exigencia ética e intimidad el diálogo entre Dios y los judíos, entre la eternidad y el tiempo tal como el hombre lo experimenta en su propia vida y en la historia. De Samuel a Malaquías, el antiguo Israel produce espíritus humanos inmediatamente informados, compelidos por el aliento del Todopoderoso, moralistas visionarios, vigilantes en lña noche, personas que reclaman justicia social cuyos mensajes trascienden enteramente el judaísmo.
[1]

Esto es precisamente lo que nos interesa: la forma en que los textos siguen vigentes tantos siglos después debido a su fuerza literaria y a su capacidad para dialogar con la existencia humana como si se hubieran escrito apenas ayer. Los ecos de un idioma extraño alcanzan a transmitir hoy, igual que en el momento en que sucedieron los eventos y cuando se plasmaron en escritura, la intensidad de la búsqueda de la voluntad de un Dios que en ocasiones resultaba incomprensible. Como agrega Steiner: “Estos universalistas intensamente locales son Casandra y Sócrates al mismo tiempo. Inevitablemente, entran en conflicto —puede que acabnen en una muerte crfuel— con la realñeza pecadora o el legalismo esclerotizado y las hipocresías de la clase sacerdotal dominante”.
[2]
Si entendemos que estas tres formas de vehicular la revelación coexistieron en Israel y en ocasiones entraron en conflicto dadas las exigencias de los tiempos y sus diversos contextos, apreciaremos la forma en que los redactores afrontaron la necesidad de enriquecer la visión del pueblo a partir de los diferentes énfasis que les dieron los responsables de transmitir estas formas literarias y teológicas. Cada sección de la Biblia hebrea buscó contribuir a la fe del pueblo aportando los aspectos esenciales de la existencia en relación con Dios que percibían como cruciales para una sana espiritualidad indivualidad y colectiva. Bruce Vawter lo resume muy bien:

En Israel se distinguió siempre cuidadosamente entre las funciones del sacerdote y las del profeta; sin embargo, estas funciones eran Cursivacoincidentes en parte. Jr 18.18 habla de la “ley” (torá) del sacerdote, del “consejo” (lésá) del sabio y de la “palabra” (dabár) del profeta. Estas tres categorías transmitían sus enseñanzas en formas diferentes —el sacerdote mediante una tradición institucional, el sabio según una tradición profesional, el profeta en una proclamación carismática—, pero sabían indudablemente que estaban persiguiendo, cada cual a su manera, un objetivo común. Cuando los profetas condenaban al sacerdocio, cosa que hicieron muchas veces, no era por lo que enseñaban los sacerdotes, sino por lo que dejaban de enseñar, porque habían rechazado el conocimiento y habían ignorado la ley (torá) de Dios (Os 4.6). En este mismo espíritu se condenaba también a los “falsos” profetas, no para rechazar el concepto de profecía, sino una perversión de ella.
[3]

2. Conflicto y búsqueda de armonía en el encuentro con Dios
Las diferencias de énfasis, matices y actitud religiosa entre estas tres formas de abordar la fe, el mundo, la humanidad y la comprensión de Dios son muy visibles en los textos, particularmente cuando se analizan algunos temas específicos como el concepto de Dios, de la alianza, el culto o la monaqruía, entre tantos. En este sentido, la historia y la profecía de Amós son un ejemplo casi paradigmático de hasta dónde podían llegar las tensiones entre un profeta llamado por Dios a salir de la rutina de su vida diaria, para asumir un destino peculiar en medio de la vorágine social y política de su tiempo, enfrentando por igual a reyes, sacedotes y falsos profetas, a fin de pronunciar un mensaje crítico y pertinente, para luego desparecer y volver a su realidad anterior.
Amós fue un auténtico “trueno en un cielo de verano”, pues corresponde plenamente a la acusación que recibió por parte del sacerdote Amasías, de destruir la paz del país y subvertirla. Y es que es necesario insistir en las barrras contra las que tuvo que luchar este profeta: no pertenecía a una escuela de profetas, ni era natural del reino al cual se dirigió con su mensaje. Era un hombre dedicado a criar bueyes para la agricultura y vivía en el reino del Sur. Amós atacó las falsas seguridades del pueblo impuesta por el poder monárquico, reglamentadas por un sacerdocio dócil, y canonizadas por un conjunto de profetas al servicio del poder. Acaso su crítica mayor fue directamente contra los elementos alterados de la autoconciencia religiosa, es decir, contra aquellas construcciones mentales que se establecen como dogmas y que presiden el comportamiento de las personas, en ese caso, desde las raíces religiosas de un sistema que estaba carcomiendo los cimientos de la alianza antigua con Yahvé.
“Amós anunció el derrumbamiento del Estado de Israel de su tiempo. […] En la realización de su misión, se esforzó con visible apasionamiento por hacer comprender a todos sus oyentes la justicia de esta decisión de su Dios. Sus adversarios, sin embargo, habrían aludido a su conciencia religiosa y a sus prácticas de culto; todo lo cual, según su punto de vista, garantizaría el futuro de Israel”.
[4] Pero él veía una línea de continuidad entre las políticas oficiales y las desavenencias con los planrfes divinos. No podía haber concordancia entre ambas puesto que la injusticia permeaba ya todas las relaciones y el Estado monárquico ya era incapaz para detener esos procesos o reformarse a sí mismo. Inevitablemente este anuncio llevó al conflicto con el rey, el sacerdocio y los profetas alineados, de lo que da testimonio el cap.7. Por ello, recurren a la fuerza para echarlo del reino del Norte y evitar que se propagase su crítica para hacer volver al pueblo a su responsabilidad. El encargado de oficializar la respuesta a Dios, el monarca, validó la represión contra el profeta y selló el destino de su pueblo, pero no pudo desarraigar la semilla de la revolución teológica que significó el mensaje de Amós. De manera equivalente, la libertad expresiva de los sabios también provocó rupturas espirituales que se aprecian en libros como Eclesiastés, que muestran el grado de desencanto que podían reflejar las Escrituras sagradas para transmitir nuevas visiones de la voluntad de Dios en tiempos tan diferentes.
Notas
[1] G. Steiner, Prefacio a la Biblia hebrea. Trad.de M. Cóndor. Madrid, Siruela, 2004 (Biblioteca de ensayo, 22), pp. 99-100.
[2] Ibid., p. 100.
[3] B. Vawter, en el Comentario Bíblico San Jerónimo.
[4] Hans Walter Wolff, La hora de Amós. Salamanca, Sígueme, 1984 (Nueva alianza, 92), p. 39.

No hay comentarios:

Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

29 de agosto, 2021   Yo, Juan, soy su hermano en Cristo, pues ustedes y yo confiamos en él. Y por confiar en él, pertenezco al reino de Di...