sábado, 10 de octubre de 2009

La violencia contra las mujeres y la espiral de violencia social, Amparo Lerín Cruz/ L. Cervantes-O.

20 de septiembre de 2009
1. Feminicidio o muerte social, un destino inaceptable para las mujeres
El feminicidio, es decir, la exterminación sistemática de las mujeres, y la muerte social o la condena a la invisibilidad por motivos étnicos, morales o religiosos, son destinos inaceptables según las Sagradas Escrituras. Una definición sociológica y antropológica afirma que el feminicidio es “el asesinato de mujeres por el solo hecho de ser mujeres”
[1] y que “se refiere a ese conjunto de brutales asesinatos de mujeres, donde los cuerpos se utilizan para dejar mensajes —como plantea por ejemplo Rita Laura Segato— y que suelen quedar impunes”.[2] Por su parte, Marcela Lagarde explica:

[…] el feminicidio se conforma en una violencia social contra las mujeres; en la sociedad se acepta que haya violencia contra las mujeres, la sociedad ignora, silencia, invisibiliza, desvaloriza, le quita importancia a la violencia contra las mujeres y a veces las comunidades (familia, barrios, cualquier forma de organización social) minimizan la violencia y tienen mecanismos violentos de relación y trato con las mujeres. La sociedad está organizada de tal manera que la violencia forma parte de las relaciones de parentesco, de las relaciones laborales, de las relaciones educativas, de las relaciones en general de la sociedad. La cultura refuerza de una y mil maneras esta violencia como algo natural, hay un refuerzo permanente de imágenes, enfoques, explicaciones que legitiman la violencia, estamos ante una violencia ilegal pero legítima, esta es una de las claves del feminicidio […]
[3]

En la Biblia, Jueces 19 es un ejemplo mayúsculo de feminicidio tolerado y alentado por una sociedad violenta y misógina, y Marcos 5 es una historia de superación de la “muerte social”, por parte del de Jesús de Nazaret, quien de manera pasiva es exigido en su carácter de curandero y, a la vez, representante máximo del Reino de Dios en el mundo. Hoy, cuando 42% de la mujeres en México ha experimentado alguna forma de violencia, y cuando tenemos nuestros episodios similares al de la época de los Jueces en Chihuahua, Guerrero, Estado de México, Sonora y la capital del país, es urgente denunciar, a partir de las Escrituras, este pecado social y responder al llamado para el arrepentimiento.

***

I. Por cuanto a ella se lo hicisteis a todas nos lo hicisteis
[4]
A Pali

El club de las mujeres muertas
Víctor Manuel
A las que se rebelan, no se callan
las humildes y las mansas;
las que imaginan cosas imposibles,
el derecho a ser felices;
a las que viven solas, pisoteadas,
las que ya no esperan nada;
a las desamparadas, olvidadas, las que caen y se levantan…
Cuántas vidas humilladas,
cuántas lágrimas calladas.
lo más triste es la tristeza
en el club de las mujeres muertas.
A veces porque miran, porque callan
porque piensan se delatan;
a veces porque cuentan, porque lloran
o porque no entienden nada;
hay quien perdona todo a quien las mata
hay quien lo espera todo de quien aman
y no pierden la esperanza…
Quemadas, arrastradas por los pelos,
torturadas, devastadas,
violadas legalmente, apuñaladas,
algún juez las mira y pasa.[5]

Cuando hablamos de feminicidios nuestra mente corre rápidamente a ubicarse en Ciudad Juárez, con las muertas de Juárez, pero aquí en la Ciudad de México también existe el problema. El D.F. y el Estado de México son las dos regiones del país en donde se registran el mayor número de feminicidios. En el D.F. las cifras van en aumento cada día se asesinan mujeres con saña, crueldad y violencia extrema. El 42% de las mujeres hemos sufrido violencia alguna vez durante nuestra vida. Cuando se ejerce violencia contra una mujer, se ejerce violencia sobre todas las mujeres. Esta mujer de Jueces cuyo nombre desconocemos, sufrió traición, violación multitudinaria o colectiva, asesinato y descuartizamiento. No podemos olvidar esta historia, ni mucho menos hacerla a un lado. Estamos desde que leímos el texto obligados a contarla.
Esta historia es una historia de misoginia, los protagonistas son en su mayoría varones, quienes hablan entre sí, se alimentan juntos, beben juntos, alegran sus corazones, toman acuerdos, negocian, y de dos mujeres: la concubina y una doncella. En especial la primera mujer nunca toma la palabra, no se le consulta nada, no decide, no actúa, es objeto, posesión del levita. La segunda es igual, objeto propiedad de su padre.

Jueces 19.1-11
Trible hace una excelente exégesis del texto. Muestra la polaridad entre el levita y su concubina: dos polos opuestos, dos extremos; uno el geográfico: ella de Belem, él de Efraín, dos sexos opuestos con las ventajas y desventajas que representaba ser varón y mujer en esa época (y en la nuestra) diferencias de status, mientras que el levita gozaba de un lugar privilegiado en la sociedad el cual le daba privilegios aun sobre los demás varones por estar vinculado con la religión oficial ella en cambio por ser la concubina tenía un lugar por debajo de las demás mujeres.
En esta exégesis se hace un análisis de las diferentes versiones antiguas de los textos. En el texto Masorético y Ciriaco se menciona que ella le fue infiel; (siempre hay versiones o textos antiguos que desfavorecen notablemente a la mujer), en cambio en el texto Latino y Griego menciona que se enojó con el levita, de hecho así es como lo traduce la versión DHH. Sea cual fuere la verdad, esta mujer fue muy valiente, quizás por única vez en su vida tomo una decisión; dejarlo, siendo posesión del levita no podía aspirar a tomar sus propias decisiones, sin embargo, lo hace, es el único momento en el texto donde la concubina es sujeto, sujeto de su propia historia, toma las riendas de su vida, decide, actúa por ella misma, deja de ser objeto y lo abandona (Jue. 19:2)
El levita después de cuatro meses decide buscarla, hablarle a su corazón y hacerla volver. Pudiera enternecernos esta parte y pensar que si el levita era el ofendido tenía un gran corazón al perdonarla, o que si ella era la ofendida él la amaba tanto que le pediría perdón hasta que ella regresara a su lado. Así parte el levita de Efraín hasta Belem, a la casa del padre de su concubina con un sirviente y sus asnos. El padre de la mujer recibe con alegría al levita, le muestra su hospitalidad judía. Recordemos que los judíos eran hospitalarios puesto que extranjeros fuisteis en Egipto (Dt. 10:19) También hubo extranjeras en Egipto, pero de eso ya no se acordaban los israelitas. La hospitalidad judía solo beneficiaba a los varones.
Como lo analiza Trible, nunca entra en escena la concubina, no existen las palabras que el hablaría a su corazón, nadie nunca le pregunta ¿Quieres regresar? No habla, no dice nada, no tiene ningún poder, no actúa por sí misma. Solo entre varones, ambos comen y beben, alegran su corazón juntos, es un encuentro entre corazones masculinos, sin ninguna palabra femenina, ella es excluida de estas muestras de hospitalidad. La hospitalidad judía solo beneficia a los varones, las mujeres quedan al margen.
Y como en un toma y daca, un estira y afloja durante cinco días, cuando el levita decide regresar, el suegro le convence de no hacerlo y alegrar su corazón, así sucesivamente hasta que el levita toma una resolución y ya en la tarde del quinto día decide partir con sus propiedades, sus objetos: su sirviente, sus asnos, su concubina, aparece ella en escena pero solo por ser una de las posesiones del levita, algo que tiene que llevarse, inclusive se nombra en el mismo campo semántico; asnos, sirviente, mujer. Como lo legitima Éxodo 20:17.
Ansioso por partir, sale de tarde, se hace de noche y se enfrentan al peligro nocturno. En ese entonces Jerusalén o Jebús no era ciudad judía, aquí hasta el siervo propiedad del levita habla, toma la palabra, pero ella es ignorada, no se le consulta dónde desea pasar la noche, ella es propiedad-objeto, su categoría es aun más baja que la del sirviente, al sirviente se le permite hablar pero a ella no, nunca emite una palabra y si lo hace no es escuchada. La omisión continúa….

***

2. La mujer enferma de flujo y su reintegración social
La Hemorroísa, así con mayúsculas, es uno de los personajes más notables de los Evangelios por la forma silenciosa y marginal con que interpela a Jesús. Su historia, contada por Marcos y Lucas, es un resumen crítico de la actuación de Jesús en medio de problemáticas humanas que no siempre eran abiertamente expuestas. No fue casualidad que este relato llamase la atención de los iniciadores del llamado arte paleocristiano, donde esta mujer anónima (igual que la concubina del levita) aparece recurriendo a la última posibilidad de curación que tenía y le plantea un conflicto ritual y de género a Jesús (de manera similar al de la mujer sirofenisa). Desde España, Elisa Estévez ha estudiado minuciosamente esta narración y advierte que, para la cultura de la época de Jesús:

Los cuerpos de las mujeres son incontrolables, y traspasan los límites familiares, sociales. En cambio los cuerpos masculinos están dotados de un eidos perfecto, racional, por lo tanto se puede controlar. Las mujeres alcanzan una limitada integración a la estructura social por el carácter reproductivo (procreación) controlado por los hombres y el dominio ejercido sobre ellas en el matrimonio. Las mujeres ligadas a los ámbito del hogar, sus males físicos, se vinculan de un modo a otro en su útero, a diferencia de los hombres dotados de racionalidad, capacidad de autocontrol y su pertenencia al mundo público, hacen diversas sus enfermedades.
[6]

En otras palabras, nadie se hacía responsable por curar a las mujeres condenadas a la invisibilización. La sangre menstrual era impura y la ley ordenaba a las mujeres quedarse en su casa y guardar cuarentena. Esta mujer no lo hace y se atreve a mezclarse con la gente y a tocar a un hombre en público (Mr 5.27; Lc 8.44), con el riesgo de propagar su impureza. Había padecido durante 12 años la afrenta social de la presencia de la sangre y su sufrimento era extremo (Mr 5.26) y aun cuando era de una clase social alta (por el enorme gasto en médicos: Mr 5.26, Lc 8.43), no podía cumplir su papel social, el de ser madre (como dicen en Guanajuato: “la que no puede tener hijos, que se la den al perro”), y tampoco tenía un hombre que la representase. “El espacio de la corporalidad femenina se construye exclusivamente en función de sus órganos reproductores. Sus cuerpos son tratados de acuerdo con su lugar jurídico, religioso y político. Para la sociedad judía la superabundancia de flujo de sangre era preocupante; considerado como una amenaza, a la procreación, que ponía en peligro la división asimétrica de tareas y funciones sociales entre los géneros”.
[7]

***

II. Sacrificando mujeres

¿Su nombre? ¿para qué?
era suboficial o teniente o no sé que
porque ordenaba, les dijo, háganlo rápido
como yo y no se ensucien demasiado
entonces pasaron uno por uno, dos, tres
no más, por favor, no, no, déjenme morir
cuatro cinco seis
ya no, Dios, ya no, ya no
siete
estaba completamente muerta, muerta, muerta,
ocho
de BAvioLADA
[8]

Jueces 19.13-28
Quizás cuando leemos Jueces 19-21, nos parece demasiado grotesca y hasta grosera la historia, hubiéramos preferido nunca oírla, ni leerla, ni verla, ignorarla, estas experiencias nos podrían parecer insoportables y, sin embargo, han sido experimentadas y superadas por miles de mujeres a lo largo de la historia de la humanidad.
La violación es un acto que implica en todo momento una aberración por lo otro y al mismo tiempo un anhelo de eso que se degrada, la mujer no puede vivir libremente su sexualidad porque ésta es satanizada, es violentada, porque se vuelve un estigma y una carga, porque es siempre socavada por el otro, arrebatada, destruida. Las violaciones se cometen en todas las clases sociales, una de cada cuatro niñas es agredida sexualmente antes de llegar a los 13 años. Una de cada cinco niñas menor de 5 años es agredida sexualmente por un hombre de la familia.
[9]
El levita y sus objetos van caminando y el levita decide dónde pasar la noche en Gabaa o Guibeá, pero en esa ciudad judía no hay quien los reciba, en una ciudad judía donde se jactaban de ser hospitalarios algo sucedía pero nadie les ofreció un techo, nadie muestra su hospitalidad en esta ciudad de Benjamín. Hasta que pasa un anciano que no era de esta ciudad, vivía ahí pero era de Efraín. El levita explica su situación y rindiendo pleitesía al anciano para ganar su favor, le habla adulándolo, pone a su servicio a su concubina, no así al criado. El anciano los lleva a su casa mostrando nuevamente esa hospitalidad judía, donde veremos solo los hombres son protegidos. Los hombres estarán seguros, las mujeres no. El levita la sigue ignorando, solo dirige su atención a varones: su suegro, el criado, ahora el anciano, a ella la descuida, no hay palabras a su corazón, no existen.
Hombres de Benjamín, rodean la casa quieren al levita para violarlo, el anciano propone una salida con ventajas para él: comercia, negocia, ofrece un trueque se vuelve proxeneta de su hija virgen (hueso de sus huesos y sangre de su sangre) y de la concubina que aunque es propiedad de su huésped, le fue ofrecida en propiedad al inicio. ¿Quién puede negociar con su propia hija? ¿Quién puede ofrecer a su niña a cambio de la salvación de un desconocido? ¿Quién propone que violen a su hija? Tal es la situación de las mujeres judías en época de los jueces, sin valor ante los varones de su pueblo, sin valor ante los ojos de su propio padre. ¡Que desgracia para esta doncella tener un padre así!
Ofrece dos objetos femeninos para proteger al levita desconocido, pero era un levita, su status era mayor que el de cualquier ciudadano. Una virgen la otra experimentada, ambas podían satisfacerlos. Y propone: humíllenlas, hagan con ellas lo que mejor les parezca. Pero no hagan con este hombre cosa tan infame, tan perversa. Entonces, si se lo hacían a un varón era perversidad, si lo hacían a una mujer era permitido.
Un problema de hombres queda solucionado sacrificando mujeres. Como las mujeres que son brutalmente asesinadas para mandar mensajes del narcotráfico en nuestro país. Un cártel a otro se envían mensajes de amenaza utilizando para ello la muerte y los cuerpos de mujeres.
[10]
La mujer también es su huésped y no gozó de la misma hospitalidad que el levita, fue escogida como víctima de la lujuria masculina, no se ofrece por ejemplo al criado, recordemos que los benjaminitas querían un varón no una mujer, la constante es usar siempre a mujeres inocentes e inermes para la satisfacción de hombres, solucionar los problemas de varones sacrificando mujeres.
Este acto tan canalla, tan salvaje, ruin por demás queda minimizado ante el acto de horror que comete el levita quien al verse perdido toma a su concubina, la saca y la entrega en mano de estos hombres perversos, enfermos, ansiosos de violencia, ansiosos de demostrar su poder sobre el otro, sobre la otra, en este caso sobre la concubina.
En esta época los levitas son sacerdotes por excelencia adscritos a los diferentes santuarios del país, dedicados y consagrados para el servicio de Dios.
[11] El levita varón dedicado a presentar sacrificios delante de Dios ahora decide para salvarse sacrificar a su mujer a su concubina y dársela a los benjaminitas enfermos de poder, enfermos de violencia para que la violen colectiva y repetidamente. El sacerdote dedicado a la vida cultica, sacrifica a su concubina para que la violen.
La concubina es traicionada por el levita, ¿Dónde están esas palabras que le hablaría a su corazón? ¿Dónde quedo su disposición de perdonarla? Es víctima de una violación multitudinaria, abusan de ella toda la noche y toda la madrugada, no fue uno una sola vez, no fue solo uno, lo cual ya era grave. Fueron varios, cantidad de veces. Con mucha violencia, tortura, degradación, humillar sobre la humillación era su objetivo, dañar sobre lo ya dañado. El narrador se ahorra los detalles de la misma, pero el resultado nos dice a que grado se llevo esta violación; al asesinato. Los culpables: El levita y los benjaminitas.
La violación colectiva trae la muerte a esta mujer, ¿Qué llevo a estos hombres a violarla en repetidas ocasiones? Normalmente los violadores colectivos muestran un grave problema de identificación viril, sin una clara figura de la imagen paterna. Al violador poco le importa la mujer que viola, como esta vestida, su porte, si es sexy o no, su edad, su situación social incluso contrario a lo que se cree vulgarmente ni el grado de seducción de la mujer importa, no importa si es una anciana de 73 años como Ernestina Ascensio indígena nahua de Zongolica Veracruz, violada y asesinada
[12] por varios miembros del ejército mexicano o una niña de 4 años. Lo único que quiere es “volcarse injuriosamente “sobre una mujer. El hacerlo en grupo los envalentona, les permite cometer el delito sin culpa. Todos ellos poseen una extrema pobreza síquica[13]
La agresión no esta vinculada a una necesidad sexual, esta ligada a una necesidad de dominación. Más que gozar lo importante es dominar, conducirse salvajemente, bárbaramente como un conquistador. La violación es un acto de rabia, de agresión y violencia. Tiene mucho más que ver con los sentimientos de inferioridad del violador, que con su urgencia sexual.
Son muchos para probar su ventaja numérica sobre una sola mujer, son muchos para probar la intención brutal de humillarla más allá de la propia violación. Las victimas de violaciones tumultuarias, tendrán que aprender a volver a vivir si sobreviven el ataque. La victima solo piensa en morirse y lo desea ardientemente como un alivio, dormir, dormir, como una especie de muerte larga, la fatiga, la pérdida del apetito, la postración la tristeza, el recuerdo de la violación, de las caras, lo que se vio obligada a decir o hacer, el asco, la vergüenza y la culpa no de haber provocado una violación sino de haberla sufrido. Todo esto sigue tras una mujer que sobrevive una violación tumultuaria
[14]…no fue el caso de nuestra protagonista.
La concubina muere… con el sacrificio de sus propias vidas, las mujeres proponen ante la muerte una nueva luz de esperanza, otra fortaleza…

***

Jesús, como otros curanderos, debía tener un ser más grande que se extendía hacia su sombra y sus vestidos. La mujer “sólo aspiraba a tocar el manto (5.28) por ser una prolongación de la identidad de Jesús. Lo tocó, se sanó y confesó públicamente su atrevimiento […] (5.33) Aquí tenemos violación tras violación de la ley: una mujer en público, sin un intercesor hombre, con su sangría, tocando a un extraño [importancia de la corporalidad: un cuerpo sanando a otro cuerpo] y para colmo, dirigiéndole la palabra”.
[15] La interacción terapeútica, no buscada por Jesús, plantea una relación impensada entre la fe, la enfermedad y la salud, pues a contracorriente de algunas tendencias actuales con hondas raíces ancestrales, Jesús no sana en el templo y hace más: no invita a la mujer a unirse a su grupo, pues su intención era reintegrarla a la sociedad como una persona digna y con derechos. Al escogerlo como agente de salud, se rompe también su obligación de ser curada solamente para ser madre: lo más uregente era devolverle su dignidad.
“Hija, tu fe te ha salvado” (Mr 5.34, Lc 8.48) es una frase que la destaca entre la multitud, la saca de la invisibilización y la coloca como modelo de mujer con iniciativa, además de confirmar “su sanidad total, de cuerpo y alma, del trastorno físico y de la afrenta social”.
[16] Como resume Violeta Rocha: “…el .equilibrio. requerido por la sociedad ha sido restaurado. Aunque este “reintegro” […]es posible en el marco de los roles de género establecidos en el campo doméstico, y bajo la tutela masculina, esta mujer se ha incorporado a los seguidores de Jesús (de clienta a hija), se le ha reconocido su capacidad de pensar, decidir y obrar autónomamente”.[17]

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III. Las secuelas del horror

Jueces: 19.29-30, 21-22
El levita quiere seguir su camino, no incluye a la concubina, al avanzar su paso es interrumpido por la presencia de ella, él es el responsable de lo que le ha ocurrido a esta mujer, la sacó de casa de su padre, la trajo en el viaje de noche, la ofrece en sacrificio para salvar su pellejo, y ahora como si nada le ordena ¡vámonos, levántate!
En nuestro país cientos de mujeres han sido violadas, utilizando su escarnio como escarmiento y venganza hacia otros, en específico varones. Algunas denuncias tienen nombre otras por temor, por vergüenza, se quedan en el silencio. Nuestro país es un país regido por la cultura de la violencia, el peligro, la frecuencia y la aceptación de la violencia sexual es parte de todos los días. La identidad de la violencia es la que permite a hombres, ejercer el terror a través de la sexualidad femenina.
La concubina viva no fue dueña de sí misma, muerta tampoco lo fue. Su cuerpo es objeto de la brutalidad, el levita decide descuartizar su cuerpo y mandarlo en 12 tantos por todas las tribus de Israel. No porque la hayan violado multitudinariamente, sino porque era su propiedad y el ofendido es él. Aquí no importa ella, su humillación, su vergüenza, su muerte, importa el macho ofendido en su propiedad. El levita olvida que el culpable inicial fue él, el sacerdote dedicado a la vida cultica es el principal culpable de este crimen atroz. Aun muerta la usa para hacer un violento llamado a la venganza. Ella continua estando desamparada, nadie la libró de sus escarnecedores, nadie la libra del deseo de venganza de un hombre, nadie le da sepultura, nadie llora su muerte, solo es un objeto para ellos. Todos los pecados se cometieron con esta mujer, capturada, llevada, violentada, torturada asesinada, descuartizada, dispersada sin una sepultura para descansar su sien, un hombre dispuso de su vida como mejor le pareció.
Muerta ella, ahora él quiere venganza, disfraza su verdad, en ningún momento asume su responsabilidad, miente, oculta la verdad. Menciona: “Querían matarme, tomaron a mi concubina”; jamás dice como querían violarme, yo y nadie más que yo les di a mi concubina y por eso ella murió. Ahora todos los machos de Israel, quieren tomar venganza no por la mujer violada, brutalmente asesinada, la indignación es grande por que humillaron al levita al tomar una propiedad de él, todos olvidaron la violencia contra la mujer. Deciden, en primera instancia, hacer la guerra contra la tribu de Benjamín hasta casi exterminarla, no escapo nadie, ni las mujeres, ni los niños, niñas, nadie. Solo escaparon 600 hombres. Y por si fuera poco meten a Dios en esto pidiendo su consejo en medio de la guerra, de la masacre, en medio del rio de sangre.
Y ahora que se encuentran con el parte de guerra, donde casi una de sus tribus queda exterminada, piensan cómo les conseguiremos mujer a estos 600 benjaminitas, para que no se anule la tribu de Israel.
(21:5) Nuevamente un problema de hombres se soluciona con el sacrificio de mujeres, toman la ciudad de Galaad matando a todos sus habitantes, menos a 400 mujeres vírgenes y se las entregaron a los benjaminitas.
La historia de terror se repite, para sanar sus culpas, para limpiar su pecado, para congraciarse y resolver su problemita, les dan estas 400 mujeres vírgenes, que muy probablemente apenas contarían con 11, 12, o 14 años. Las entregan como entrego el levita a su concubina, la historia de degradación se repite, la violación se repite, conocemos a los de Benjamín, no las iban a enamorar, a esperar a convencerlas de ser sus esposas.
La violación de una mujer se convirtió en la de 400 más. La constante es usar siempre a mujeres inocentes e inermes para la satisfacción de hombres. Actúan como bárbaros, peor que animales en celo, toman a las mujeres para ejercer su poder, su dominio sobre ellas.
Aun quedaban 200 machos sin satisfacer, ahora las sacrificadas fueron esas jovencitas que habían ido a adorar
[18], las tomaron en una emboscada por la fuerza. Otras 200 más fueron violadas.
Las secuelas de horror no acabaron con la muerte de la concubina, ni los llantos, ni el dolor, el miedo que todo ello produjo. En los vientres de las 600 mujeres de Jabes y Silo se gestaba una nueva generación del terror: los hijos concebidos en estas violaciones, las 600 muertas en vida ahora cargaban en sus vientres un hijo o hija inocente de la agresión pero producto de la misma, no deseado, no amado no esperado con el rostro de su agresor, recordándoles por siempre la humillación, al cual seguramente tuvieron que nombrar Benjamín como su padre.
La violación destruye las vidas de quien toca. Como mencione antes: La violación no es un acto de sexo o de deseo, la violación es un acto de explosión, de rabia, agresión y violencia. Tiene mucho más que ver con los sentimientos de inferioridad del violador que con sus sentimientos de urgencia sexual.
En la tradición machista del pueblo de Israel se justifica la historia de la concubina y la escalada de violencia contra 600 mujeres. Repitieron la historia capturaron, entregaron, violaron, y dispersaron a estas 600 jovencitas y no solo eso mataron, asesinaron a sus madres, abuelas, tías, hermanas, a todas las mujeres casadas de Benjamín y de Jabes como si ellas hubieran sido las culpables del primer asesinato.

***

Los sentimientos de la mujer que busca la sanidad en Jesús son reconstruidos y sirven como modelo de fe para la actualidad, pues ella brota de la multitud y le reclama la salud. Sus palabras hipotéticas hablan de una alteridad que muchos no comprendemos, pero es posible experimentar en su situación una nueva manera de vivir la fe y el contacto personal con Jesús de Nazaret.

Todo en la hemorroísa pasa oculto: su enfermedad nadie la ve y, por ser propia de mujeres, los varones ni la entienden. Su oración se alza en silencio (decía en su interior: con sólo tocar el manto...). Su presencia se pierde en la multitud. El milagro, ni Jesús mismo lo advierte al principio (se volvió diciendo: ¿quién me ha tocado?). Y una vez producido, sólo ella lo nota, por ocurrir en lo íntimo de su cuerpo...
Es muy femenino este modo de experimentar los milagros, de pedirlos y obtenerlos. Como criatura en su seno, cada mujer vive gestando algo divino, que si se manifiesta es sólo después de haberlo madurado largamente.

*

Para muchos vivir es desangrarse. La vida se les va, paulatina e insensiblemente. Y tienden la mano a Cristo, náufragos en la multitud, con su herida vergonzante.

Quiero ser, Señor, la orla de tu manto, el lugar donde salta la chispa.

*

Había sufrido mucho por parte de muchos médicos. — Cuanto más disienten los consejeros tanto más se concilia el dolor. Tras cada curación fallida la enfermedad se instala con más ahínco. Médicos y curaciones se multiplican, y mientras el enfermo se hunde en la soledad incomunicable. ¿Pues qué es sufrir, a fin de cuentas, sino sentirse solo?
Sin embargo ahí, en el sótano de la soledad, es donde la mano temblorosa acierta con Cristo: Y se volvió diciendo: ¿quién me ha tocado?

*

Cada herida es un milagro en gestación.
[19]

***

IV. Ideas absurdas que fomentan la violencia contra las mujeres
La violación aparece en los periódicos todos los días, les sucede a las de Juárez, a las de Chiapas, a las del estado de México, les sucede a las de nuestra ciudad, les sucede a mujeres que conocemos, a nuestras abuelas, madres, hermanas, hijas, nos puede suceder a cualquiera de nosotras en cualquier momento. ¿Por qué seguimos permitiendo la violencia como iglesia? Muchos prejuicios, ideas falsas, dañan a las mujeres en nuestra sociedad, lo grave es cuando la iglesia se erige promotora de estos mismos o peores prejuicios en contra del rostro de Dios; las mujeres. Algunos de estos son:

1. La masculinidad de Dios.
[20] Creemos sólo en que Dios es Padre, concepto fundamentalmente violento pues no se reconoce la feminidad de Dios. Es violento porque nos excluye a las mujeres, si Dios es masculino se manifiesta a los hombres no a las mujeres. El hecho de ver a Dios como hombre convierte al hombre en dios, dejándonos a las mujeres como seres de segunda clase que podemos ser violadas y asesinadas con impunidad como el caso de la concubina y las 600 jovencitas.
2. La voluntad de Dios. Aceptamos que cuando una mujer es violada es “porque ella se lo busco” lo provocó, se viste de tal o cual forma, baila de tal o cual forma, la culpamos de mil maneras a ella y le hacemos ver que así fue la voluntad de Dios. Esta creencia lastima. Las y los que creemos en un Dios libertador que fomenta la vida y no la muerte, un Dios que condena y no fomenta la violencia- tenemos que cuestionar que todo esto que sucede es la voluntad de Dios. Hay que tener mucho cuidado cuando hablemos de la voluntad de Dios.
3. El pecado y la culpa. Desde niñas se nos ha enseñado que somos pecadoras, que el pecado entro por una mujer luego entonces se justifica que cualquiera nos maltrate y sean violentos con nosotras hasta el asesinato.
Este enfoque nos roba a las mujeres el derecho a tomar nuestras propias decisiones, culpando nuestro cuerpo, escondiéndolo, ocultándolo, como objeto del deseo, culpando nuestra sexualidad, culpando nuestro placer sexual, quitándonos la posesión de nuestro cuerpo y el derecho de tomar nuestras propias decisiones sobre ellos, llenándonos de un sentido de culpabilidad que destruye nuestras vidas.
Debemos hablar de la aceptación de nuestros cuerpos, creados a imagen y semejanza de Dios a todas las niñas, jóvenes y adultas, decirles que Dios las creo, que Dios las creo completas con su sexualidad, con la posibilidad de experimentar placer, el nos acepta tal y como somos porque Él nos creo.
4. Sacrificio y abnegación. ¿Cuántas mujeres conocemos que están orgullosas de su sacrificio y abnegación frente a esposos abusivos, machistas, golpeadores, alcohólicos? Jesús se sacrifico por nosotras, nosotras no tenemos que hacer ya ningún sacrificio más, Dios nos ofrece la vida plena, si queremos hacer realidad una vida sin violencia tenemos que arrancarnos de la cruz y crear condiciones de resurrección, vidas llenas de amor, autoestima y justicia social.

El sufrimiento, la tortura, la violación tumultuaria y el asesinato de esta mujer cuyo nombre desconocemos debe servir para reflexionar lo que hoy día siguen padeciendo las mujeres de nuestra ciudad, de nuestro país en general, y debe servir también para pensar en que podemos hacer. Actualmente nuestra I.N.P.M. carece de ministerios, cuando los hay se enfocan a enfermos, cárceles, niños en los mejores casos, pero no conozco uno por parte de alguna iglesia protestante en México que atienda a las mujeres victimas de la violencia. ¿Qué vamos a hacer?
¿Qué hacer con? Las mujeres y niñas que han sufrido ataques sexuales las cuales manifiestan: Culpa del cuerpo, desvalorización, odio, vergüenza, depresión, asco, desconfianza, aislamiento, ansiedad, etcétera.
¿Qué hacer con? Nuestras leyes, tal como están nuestras leyes en el derecho civil y penal es difícil que una demanda por acoso, e incluso por violación siga su curso.
Nuestro sistema legal, reproduce prácticamente la violación, se debe de presentar el cuerpo macerado, torturado, avergonzado, abrirse nuevamente para tomar las pruebas de que hubo tal, o que decir de las niñas que son violadas de 2, 3, 4, 5 años las cuales por nuestras leyes deben enfrentarse cara a cara con su agresor y narrar detalladamente el suceso para que les crean, es su palabra contra la del violador, no hay suficientes pruebas. Solicitar esto a criaturitas de 2 o 3 años o a una mujer adulta es más violencia.
La única terapia eficaz contra la violación es que las mujeres tengan más poder. Para que las mujeres sean respetadas en el bajo vientre hay que empezar por que lo sean también de vientre para arriba, en todo su ser.
A las que hemos sufrido violencia de una u otra forma, puedo decirles hoy, que tenemos en Jesús nuestra esperanza, que gracias a él hoy podemos levantarnos con la frente en alto sin sentir vergüenza de nuestro cuerpo, de nuestra sexualidad, porque somos creación de Él, a imagen de Él, gracias a Jesús podemos mirar de frente, con la cabeza en alto pues no tenemos culpa de la agresión, el único culpable es el agresor.
Cada una de las mujeres que hemos sufrido violencia tenemos en Jesús nuestra esperanza, nuestro consuelo. Él nos da fuerzas para hablar y no quedarnos calladas, denunciar la violencia de la que hemos sido objeto, el nos da fuerzas y alegría para vivir la vida con alegría cada día, para vivir y disfrutar el aquí y ahora.


Oración
Dios, Padre y Madre, misericordioso y compasivo, nos sentimos conmovidas por la memoria de esta mujer anónima, pero a la cual sentimos como propia.
Nos sentimos conmovidas por la memoria de nuestras hermanas que como la concubina han sufrido en manos de otros; traición, tortura, asesinato, violación, muerte, descuartizamiento. Abre nuestros oídos a su clamor, a su llanto ahogado, a su sangre derramada, a su cuerpo macerado.
Danos el valor de hablar y no callar. Danos el valor de denunciar y no ser cómplices de los hombres que ejercen contra nosotras la violencia. Danos el valor para ser mujeres de fe que ofrezcan y reclamen: justicia, misericordia, igualdad, shalom, para nosotras mismas y para todas y todos.
Gracias por Jesucristo, porque por Él podemos levantar la cabeza con dignidad y cobrar fuerzas para luchar contra la violencia que se ejerce sobre nosotras por el solo hecho de ser mujeres.
Ayúdanos a tomar la vida plena que nos ofreces, a proclamar condiciones de resurrección para nosotras mismas y para nuestras hermanas.
Oramos en memoria de ella y en el nombre de Cristo Resucitado. Amén.
Notas
[1] “Entrevista. Lucía Melgar Palacios”, en abril de 2008, p. 16, www.pueg.unam.mx/documentos/Lucia_Melgar_entrevista.pdf.
[2] Idem. Cf. R.L. Segato, “Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado: la escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez”, en Agende. Ações en Género, cidadania e desenvolvimento, Brasilia, 2004, www.agende.org.br/docs/File/dados_pesquisas/violencia/CIUDAD_JUAREZ%5Bserie%20362%5D-out2004%20-%20Rita%20Segato.pdf, p. 5: “Algún tiempo antes de oír hablar de Ciudad Juárez por primera vez, entre los años 1993 y 1995, conduje una investigación sobre la mentalidad de los condenados por violación presos en la penitenciaria de Brasilia5. Mi “escucha” de lo dicho por estos presidiarios, todos ellos condenados por ataques sexuales realizados en el anonimato de las calles y a víctimas desconocidas, respalda la tesis feminista fundamental de que los crímenes sexuales no son obra de desviados individuales, enfermos mentales o anomalías sociales, sino expresiones de una estructura simbólica profunda que organiza nuestros actos y nuestras fantasías y les confiere inteligibilidad. En otras palabras: el agresor y la colectividad comparten el imaginario de género, hablan el mismo lenguaje, pueden entenderse”. Véase, además, el banco de datos sobre feminicidio en Iberoamérica: www.isis.cl/Feminicidio/fdocumento.htm.
[3] M . Lagarde, “Feminicidio”, en www.ciudaddemujeres.com/articulos/Feminicidio.
[4] Este sermón está basado en la exégesis que hace Phyllis Trible en Texts of terror. Literary-feminist readings og Biblical Narratives. Philadelphia, Fortres, Press, 1984, pp. 65-91. Trad. de L. Cervantes-O.
[5] “Artículos, poemas y canciones contra la violencia de género”, en www.nonosresignamos.net/txthvg.htm (vi 14 de septiembre de 2009)
[6] Violeta Rocha, reseña de Elisa Estévez López, El poder de una mujer creyentes: cuerpo, identidad y discipulado en Mc 5.24b-34. Un estudio desde las ciencias sociales. Estella, Verbo Divino, 2004., p. 2.
[7] Ibid., p.3.
[8] Poema de Rocío Silva Santiesteban en Las hijas del terror. Copé 2007
[9] Isabel Custodio. La Eva disidente. México, Katún, 1991, p. 85.
[10] http://impreso.milenio.com/.
[11] X. León-Dufour, Vocabulario de teología bíblica. Barcelona. Herder, 1990. p. 813.
[12] Aun cuando las autoridades mexicanas dictaminaron que Ernestina Ascensio murió de causas naturales, esto aun no logra convencer a la familia y grupos defensores de Derechos Humanos.
[13] Isabel Custodio. op. cit., pp. 99-102
[14] Ibídem.
[15] Eliseo Pérez-Álvarez, Marcos. Minneapolis, Augbsburg Fortress, 2007 (Conozca su Biblia), p. 52.
[16] Ibid., p. 53.
[17] V. Rocha, Ibid., p. 4.
[18] La fiesta de Siló, era una fiesta que tenía lugar cada año, en la que participaban principalmente jóvenes vírgenes, danzando y cantando. Muy probablemente tenía relación con la cosecha de la uva. VDHH.
[19] “La hemorroísa”, www.darfruto.com/La%20Hemorroisa.htm.
[20] Esta parte del sermón fue está basada la idea principal de un artículo de La Rev. Ana Lutterman-Aguilar, “Conceptos teológicos que fomentan la violencia en contra de las mujeres”, en Christus, sep.-oct. de 2000, pp. 10-13.

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Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

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