12 de octubre de 2008
El siglo XXI, por consiguiente, tiene que ser el siglo del Espíritu, el Espíritu que nos guía como seres humanos hacia la renovación, el que nos inspira para ser justos y compasivos unos con otros, y el que nos da el poder de elegir la vida aquí y ahora, y de creer en la vida en la eternidad de Dios.
¿Podemos, como hijas e hijos de la familia reformada, seguir ese Espíritu que sopla donde quiere? ¿O nos quedaremos atrás? ¿Pueden ser renovadas nuestras iglesias y congregaciones por ese Espíritu para ser una fuerza espiritual en nuestra comunidad? ¿O se nos privará de él y quedaremos paralizados por nuestros credos, tradiciones y estructuras? ¿Podemos, como Alianza Reformada Mundial, recibir la vitalidad que nos da el Espíritu para ser portadores de esperanza y artesanos del futuro? ¿O pasará de largo dejándonos indefensos, sin recursos, y fuera de la benevolencia de Dios?
A todas estas preguntas debemos responder con un fuerte "No" o un "Sí": un No, a nuestra propia complacencia, y un Sí al Espíritu que sopla donde quiere; No a nuestro propio egocentrismo, y Sí al Espíritu que siempre va delante nuestro; No a nuestro espíritu de cobardía y Sí al Espíritu que lleva a Jesús a enseñarnos a orar, diciendo: "Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo."
Permítaseme repetir: el siglo XXI será el siglo del Espíritu. Es imprescindible saber que el desorden económico está causado por el desorden espiritual de los seres humanos, que las catástrofes del medio ambiente son sintomáticas de nuestra catástrofe espiritual, que la dominación de razas, credos, género o cultura es la manifestación de nuestra pobreza espiritual.
Por consiguiente, ser reformados es reclamar el Espíritu que sopla donde quiere. Ser reformado es renovar nuestra entrega a Jesús, que vivió y murió en obediencia a ese Espíritu. Y ser reformado es unirse a ese Espíritu en la aventura de la fe en el siglo venidero. Avancemos, pues, desde aquí hacia el futuro de Dios, inspirados e investidos por ese Espíritu de Dios que sopla donde quiere.
¿Podemos, como hijas e hijos de la familia reformada, seguir ese Espíritu que sopla donde quiere? ¿O nos quedaremos atrás? ¿Pueden ser renovadas nuestras iglesias y congregaciones por ese Espíritu para ser una fuerza espiritual en nuestra comunidad? ¿O se nos privará de él y quedaremos paralizados por nuestros credos, tradiciones y estructuras? ¿Podemos, como Alianza Reformada Mundial, recibir la vitalidad que nos da el Espíritu para ser portadores de esperanza y artesanos del futuro? ¿O pasará de largo dejándonos indefensos, sin recursos, y fuera de la benevolencia de Dios?
A todas estas preguntas debemos responder con un fuerte "No" o un "Sí": un No, a nuestra propia complacencia, y un Sí al Espíritu que sopla donde quiere; No a nuestro propio egocentrismo, y Sí al Espíritu que siempre va delante nuestro; No a nuestro espíritu de cobardía y Sí al Espíritu que lleva a Jesús a enseñarnos a orar, diciendo: "Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo."
Permítaseme repetir: el siglo XXI será el siglo del Espíritu. Es imprescindible saber que el desorden económico está causado por el desorden espiritual de los seres humanos, que las catástrofes del medio ambiente son sintomáticas de nuestra catástrofe espiritual, que la dominación de razas, credos, género o cultura es la manifestación de nuestra pobreza espiritual.
Por consiguiente, ser reformados es reclamar el Espíritu que sopla donde quiere. Ser reformado es renovar nuestra entrega a Jesús, que vivió y murió en obediencia a ese Espíritu. Y ser reformado es unirse a ese Espíritu en la aventura de la fe en el siglo venidero. Avancemos, pues, desde aquí hacia el futuro de Dios, inspirados e investidos por ese Espíritu de Dios que sopla donde quiere.
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