22 de marzo de 2009
Mientras estemos unidos, esperando de Dios nuestro pan, cada uno deberá sentir culpa y vergüenza cuando tome más de lo debido, dejando hambrientos a otros, para hartarse. Esto es inhumano, contra el espíritu religioso e indecente.
Las demás peticiones tienen que ver con las necesidades espirituales. Mirando hacia atrás, vemos que nuestras vidas fueron llenas de pecados y fallas, y sentimos la necesidad del perdón. Mirando hacia adelante, tememos ante las tentaciones que nos esperan y oramos para ser librados del mal. En esas súplicas por nuestra vida interior, en que nuestra alma parece confrontarse a solas con Dios, podríamos esperar solamente una religión individualista, pero aún aquí la nota social resuena claramente. Esa oración no nos permitirá pedir el perdón de Dios sin que tengamos que vernos obligados a perdonar a nuestros hermanos y afirmar que estamos en una relación de amor fraternal con todas las personas. “Perdona nuestras deudas…”. Tenemos que ser justos socialmente si queremos ser justos religiosamente. Jesús no quiere que estemos dedicados a Dios y seamos poco piadosos hacia las personas.
Al pedir no ser expuestos a la tentación, sentimos a la persona temblando de miedo. Tenemos la experiencia de la fragilidad. Cada persona puede muy bien ver que, a un paso de ella, se encuentran posibilidades terribles, y sabe que su capacidad moral para resistir colapsaría si se viese en tales situaciones. Jesús, así, expresa en palabras nuestra súplica inarticulada, pidiendo a Dios que no tengamos que enfrentar tales experiencias.
Las demás peticiones tienen que ver con las necesidades espirituales. Mirando hacia atrás, vemos que nuestras vidas fueron llenas de pecados y fallas, y sentimos la necesidad del perdón. Mirando hacia adelante, tememos ante las tentaciones que nos esperan y oramos para ser librados del mal. En esas súplicas por nuestra vida interior, en que nuestra alma parece confrontarse a solas con Dios, podríamos esperar solamente una religión individualista, pero aún aquí la nota social resuena claramente. Esa oración no nos permitirá pedir el perdón de Dios sin que tengamos que vernos obligados a perdonar a nuestros hermanos y afirmar que estamos en una relación de amor fraternal con todas las personas. “Perdona nuestras deudas…”. Tenemos que ser justos socialmente si queremos ser justos religiosamente. Jesús no quiere que estemos dedicados a Dios y seamos poco piadosos hacia las personas.
Al pedir no ser expuestos a la tentación, sentimos a la persona temblando de miedo. Tenemos la experiencia de la fragilidad. Cada persona puede muy bien ver que, a un paso de ella, se encuentran posibilidades terribles, y sabe que su capacidad moral para resistir colapsaría si se viese en tales situaciones. Jesús, así, expresa en palabras nuestra súplica inarticulada, pidiendo a Dios que no tengamos que enfrentar tales experiencias.
Pero esas situaciones son generadas, en su gran mayoría, por la vida social que nos envuelve. Si la sociedad en que vivimos está llena de libertinaje sexual o de sugerencias e influencias de drogas y alcohol; si en nuestra vida de negocios debemos mentir, engañar y ser crueles para vivir y prosperar; si nuestra organización política ofrece a una persona ambiciosa la alternativa de alcanzar el bien público o ser frustrada y derrotada en todos sus esfuerzos, entonces las tentaciones en que las personas se pierden son creadas por la sociedad que, así, frustra la oración que dirigimos a Dios. Ninguna iglesia que ignore la influencia del ambiente espiritual, bueno o malo, creado por la sociedad, puede interpretar esa súplica de manera inteligente. Nadie que esté ayudando a crear tentaciones en que caerán otras personas hacen esa petición sin ser hipócritas, consciente o inconscientemente. […] Por tanto, la oración del Señor es la más importante del cristianismo social. Está llena de lo que llamamos “concientización social”. Asume la solidaridad social de las personas como cosa natural. Reconoce la base social de toda la vida moral y religiosa, hasta en las relaciones más íntimas y personales con Dios.
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