sábado, 2 de mayo de 2009

La oración de Ana, Lorna Simcox

8 de marzo de 2009

Hace más de 3 000 años, Ana tuvo un encuentro con Dios. Y mediante su dolor y tristeza, Él no sólo la cambio a ella, sino que también alteró el curso entero de la historia de los judíos.
Ana vivió durante el tiempo de los jueces, cuando la nación de Israel no tenía rey. […] Ella era una mujer judía piadosa, devota, quien estaba en una posición poco envidiable de tener que compartir su marido con otra esposa. La mayoría de los comentaristas creen que Ana era la primera esposa del Elcana, pero debido que era estéril, él se casó con otra para tener hijos. Alfred Edersheim escribió: “La ley dada a Moisés toleraba y reglamentaba la poligamia, pero en ninguna parte la aprobaba, y en la práctica la poligamia era principalmente para los adinerados”. En realidad, Elcana probablemente era adinerado. Cuando hizo el viaje de 23 km de su hogar en Ramataim-Zofim, generalmente llamado Ramá (1 S 1.19) al tabernáculo en Siló, pudo ofrecer un becerro, costoso sacrificio (1 S 1.25).
Elcana era un levita, un descendiente de Coat, el hijo de Leví, mediante el hijo de Coat, Izar (1cró.6:33-38). Estos levitas no eran sacerdotes porque no eran descendientes de Aarón. La ley dada a Moisés requería que todos los varones judíos comparecieran ante el señor tres veces al año con sus sacrificios. Fue en estos viajes a Siló que la desgracia de Ana se volvía más aguda. Aun el ardiente amor de Elcana no lograba consolarla. Su miseria era doble: Ella no tenía hijos en una cultura que veneraba a las mujeres fecundas y consideraba que la esterilidad era una maldición; y su rival también la provocaba severamente, para la fecha en que Ana vino a Siló en el relato de 1 S, ella estaba tan deprimida que ninguno podía ayudarla. Lloraba constantemente, no podía comer, y no podía responder a la consolación de sus esposo: “¿Ana, porque lloras, porque no comes, porque esta afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos?”. […]
Pero nada la ayudó. Por lo cual Ana fue al único que realmente podía satisfacer su necesidad: el Señor. Y en amargura de alma, ella derramo su corazón a él en el tabernáculo y prometió que si le daba un hijo, “Yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza”. […] Elí, el el sumo sacerdote, observó su comportamiento mientras ella oraba y pensó que estaba ebrio. Pero luego ella explico, el se dio cuenta de su error y le dijo, “Ve en paz, el Dios de Israel te otorgue la petición que hay hecho”. La Escritura dice que ella se fue por su camino y no estuvo más triste. Dios había hablado a Ana mediante Elí. Cuando llegó a su punto más bajo y necesitaba al Señor desesperadamente, Él le contestó. Ana cuyo nombre significa “Favor o gracia” halló favor con Dios y tuvo un hijo a quien llamó Samuel. […]

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