L. Cervantes-Ortiz
16 de diciembre de 2007
1. Fe y poesía: los cánticos de Lucas
Lucas, el evangelista, creía firmemente en los poderes de la poesía. Su aproximación al misterio de la encarnación de Dios en el mundo estuvo mediada por una comprensión y una valoración literaria que marca la diferencia de este evangelio con los demás, pues si Mateo (como buen judío) estaba obsesionado por el cumplimiento de las Escrituras, Marcos quiso sintetizar la obra de Jesús al máximo y no se ocupó de los detalles de su nacimiento, lo mismo que Juan, cuyo proyecto teológico tampoco incluyó nada sobre los entretelones de este evento, Lucas los investigó a fondo y les otorgó una dimensión humana extraordinaria, con matices simbólicos muy importantes.
La sensibilidad de Lucas ante los cánticos de algunos protagonistas de la historia permitió que su forma y contenido expresaran aspectos notables del misterio y el milagro de la encarnación de Dios, puesto que al observar la manera en que cada uno entendió su papel dentro del drama humano de la salvación, consiguió dotar a la historia de un entendimiento de la fe que va más allá del mero acontecimiento, digno de celebración y asombro sí, pero con un halo de poesía que afirma aún más la relevancia de los sucesos.
2. Zacarías y la tradición profética
El padre de Juan el Bautista se sitúa perfectamente en la línea de la tradición profética y su figura representa para Lucas algo así como el enlace entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos. Pero, si bien retoma el lenguaje antiguo para hacer presente la maravillosa intervención de Dios en la historia, Zacarías va a fundar una nueva épica, es decir, la épica microhistórica del Evangelio de Jesucristo, ubicada, como quería el evangelista en el marco de la vida cotidiana de los protagonistas de su documento literario. Estamos acostumbrados a leer con mayor asombro las páginas iniciales de este evangelio, precisamente porque allí es donde se fragua el comienzo de la obra redentora de Cristo, pero deberíamos advertir que todo el texto está dominado por esta perspectiva: las cosas maravillosas que suceden por la intervención de Dios en la historia a través de su Hijo buscan invadir la cotidianidad de las personas.
En ese sentido, la orientación profética de Zacarías sigue el mismo curso de la profecía antigua, aunque no debería olvidarse que los tiempos habían cambiado muchísimo y las esperanzas del pueblo se habían modificado a tal grado que únicamente quedaba en el horizonte la expectativa de una acción divina cataclísmica y espectacular. A esta orientación del ánimo popular, dice Zacarías, Dios responde como antaño, esto es, con un compromiso central con la vida del pueblo, pero con una novedad radical, la certeza de que el advenimiento del Reino de Dios no sólo está muy próxima sino que está cumpliéndose en la vida de personas comunes y corrientes, como nosotros hoy, fuera de manifestaciones extraordinarias y ajenas a la realidad verificable.
3. Juan el Bautista y Jesús
Lucas enfatiza algunos temas centrales del cántico de Lucas: a) la visita de Dios a través del linaje de David (v. 67); b) en términos de liberación del pueblo de sus dominadores; c) como cumplimiento del pacto antiguo (v. 72); y d) la actuación de un precursor del Mesías prometido (v. 76) en continuidad con la tradición profética (anuncio-denuncia). Todo esto, arropado por una magnífica metáfora ligada a la venida de la luz, la iluminación plena para la vida del pueblo: la Aurora (v. 78), “para dar luz a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte” (v. 79) y para establecer el shalom de Dios (v. 79b), es decir, el estado de bienestar humano pleno, tal como es el designio divino. Este nuevo estado de iluminación social y espiritual resume y renueva la comprensión de la actuación de Dios en la historia humana.
La actuación de Juan el Bautista vendría a corroborar que el programa profético antiguo, en un ambiente apocalíptico, dejaba ver la continuidad del plan de Dios para hacer efectivas sus bendiciones entre el pueblo, pero no sin el conflicto doble que enfrentaría este precursor: primero, con el pueblo judío, al tratarlo como gentil por el ofrecimiento del lavamiento por las aguas bautismales; y segundo, con el poder extranjero, que acabaría con su vida, otra vez, dentro de la tradición de los profetas asesinados que también seguiría el propio Jesús. En otras palabras, Zacarías estaba muy conciente de que el Reino de Dios no vendría sin ese par de conflictos. Y así lo vislumbró, positivamente, en su cántico profético-poético.
Lucas, el evangelista, creía firmemente en los poderes de la poesía. Su aproximación al misterio de la encarnación de Dios en el mundo estuvo mediada por una comprensión y una valoración literaria que marca la diferencia de este evangelio con los demás, pues si Mateo (como buen judío) estaba obsesionado por el cumplimiento de las Escrituras, Marcos quiso sintetizar la obra de Jesús al máximo y no se ocupó de los detalles de su nacimiento, lo mismo que Juan, cuyo proyecto teológico tampoco incluyó nada sobre los entretelones de este evento, Lucas los investigó a fondo y les otorgó una dimensión humana extraordinaria, con matices simbólicos muy importantes.
La sensibilidad de Lucas ante los cánticos de algunos protagonistas de la historia permitió que su forma y contenido expresaran aspectos notables del misterio y el milagro de la encarnación de Dios, puesto que al observar la manera en que cada uno entendió su papel dentro del drama humano de la salvación, consiguió dotar a la historia de un entendimiento de la fe que va más allá del mero acontecimiento, digno de celebración y asombro sí, pero con un halo de poesía que afirma aún más la relevancia de los sucesos.
2. Zacarías y la tradición profética
El padre de Juan el Bautista se sitúa perfectamente en la línea de la tradición profética y su figura representa para Lucas algo así como el enlace entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos. Pero, si bien retoma el lenguaje antiguo para hacer presente la maravillosa intervención de Dios en la historia, Zacarías va a fundar una nueva épica, es decir, la épica microhistórica del Evangelio de Jesucristo, ubicada, como quería el evangelista en el marco de la vida cotidiana de los protagonistas de su documento literario. Estamos acostumbrados a leer con mayor asombro las páginas iniciales de este evangelio, precisamente porque allí es donde se fragua el comienzo de la obra redentora de Cristo, pero deberíamos advertir que todo el texto está dominado por esta perspectiva: las cosas maravillosas que suceden por la intervención de Dios en la historia a través de su Hijo buscan invadir la cotidianidad de las personas.
En ese sentido, la orientación profética de Zacarías sigue el mismo curso de la profecía antigua, aunque no debería olvidarse que los tiempos habían cambiado muchísimo y las esperanzas del pueblo se habían modificado a tal grado que únicamente quedaba en el horizonte la expectativa de una acción divina cataclísmica y espectacular. A esta orientación del ánimo popular, dice Zacarías, Dios responde como antaño, esto es, con un compromiso central con la vida del pueblo, pero con una novedad radical, la certeza de que el advenimiento del Reino de Dios no sólo está muy próxima sino que está cumpliéndose en la vida de personas comunes y corrientes, como nosotros hoy, fuera de manifestaciones extraordinarias y ajenas a la realidad verificable.
3. Juan el Bautista y Jesús
Lucas enfatiza algunos temas centrales del cántico de Lucas: a) la visita de Dios a través del linaje de David (v. 67); b) en términos de liberación del pueblo de sus dominadores; c) como cumplimiento del pacto antiguo (v. 72); y d) la actuación de un precursor del Mesías prometido (v. 76) en continuidad con la tradición profética (anuncio-denuncia). Todo esto, arropado por una magnífica metáfora ligada a la venida de la luz, la iluminación plena para la vida del pueblo: la Aurora (v. 78), “para dar luz a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte” (v. 79) y para establecer el shalom de Dios (v. 79b), es decir, el estado de bienestar humano pleno, tal como es el designio divino. Este nuevo estado de iluminación social y espiritual resume y renueva la comprensión de la actuación de Dios en la historia humana.
La actuación de Juan el Bautista vendría a corroborar que el programa profético antiguo, en un ambiente apocalíptico, dejaba ver la continuidad del plan de Dios para hacer efectivas sus bendiciones entre el pueblo, pero no sin el conflicto doble que enfrentaría este precursor: primero, con el pueblo judío, al tratarlo como gentil por el ofrecimiento del lavamiento por las aguas bautismales; y segundo, con el poder extranjero, que acabaría con su vida, otra vez, dentro de la tradición de los profetas asesinados que también seguiría el propio Jesús. En otras palabras, Zacarías estaba muy conciente de que el Reino de Dios no vendría sin ese par de conflictos. Y así lo vislumbró, positivamente, en su cántico profético-poético.
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