martes, 18 de diciembre de 2007

Letra 51, 25 de noviembre de 2007

NI UN MINUTO MÁS. VIOLENCIA CONTRA LA MUJER
EN EL MUNDO
www.un.org/spanish/Depts/dpi/boletin/mujer/minuto.html

La violencia es quizás la más violenta violación de los derechos humanos y quizás la más generalizada. No conoce límites geográficos, culturales o económicos. Mientras continúe, no podemos afirmar que estemos logrando progresos reales hacia la igualdad, el desarrollo y la paz.
Kofi Annan, Secretario General de la ONU


Al menos una de cada tres mujeres en todo el mundo ha sido golpeada, coaccionada sexualmente o ha sufrido otro tipo de abuso en su vida (siendo el culpable de los abusos generalmente un conocido). La violencia contra las mujeres y las niñas es un problema con proporciones de epidemia, quizás la violación de los derechos humanos más generalizada de las que conocemos hoy en día. Destroza vidas, rompe comunidades y detiene el desarrollo.
Las estadísticas muestran un panorama desolador en relación con las consecuencias de la violencia contra la mujer (en 2002 el Consejo de Europa adoptó una recomendación en la que declaraba la violencia contra la mujer como una emergencia de salud pública y como causa mayor de muerte y discapacidad de mujeres entre 16 y 44 años). En un informe del Banco Mundial, se estimaba que la violencia contra la mujer era una causa de muerte e incapacidad entre las mujeres en edad de procrear tan seria como el cáncer y una causa de mala salud más frecuente que los accidentes de tráfico y la malaria juntos. El coste económico también es considerable, pues un informe de 2003 del Centro de Control y Prevención de Enfermedades consideraba que sólo en los Estados Unidos de América el coste de la violencia que sufren las mujeres a manos de sus parejas supera los 5.800 millones de dólares al año: 4.100 millones son para servicios de atención médica y sanitaria directa, mientras que la productividad pierde cerca de 1 800 millones de dólares.
Llevar el tema a la atención pública
En su mayor parte, el coste humano de la violencia de género es invisible. El miedo y la vergüenza siguen impidiendo que muchas mujeres denuncien su situación y, por ello, los datos recogidos son a menudo insuficientes e inconsistentes. Sin embargo, en las dos últimas décadas se han alcanzado logros significativos para sacar el tema a la luz pública e incluirlo en las agendas de las políticas internacional y nacional.
Las organizaciones de la mujer se han puesto a la cabeza llevando a cabo una amplia gama de esfuerzos innovadores como la prestación de servicios, el cabildeo y la redacción de proyectos de ley, la concienciación de la abogacía, la educación y formación y la creación de redes regionales, nacionales e internacionales que trabajan por acabar con la violencia. Más de 45 países tienen ya una legislación específica sobre la violencia doméstica y un creciente número de países ha instituido planes nacionales de acción para acabar con la violencia contra la mujer. Sin embargo, la falta de los recursos adecuados para aplicar estas políticas sigue impidiendo el progreso.

Tomar la seguridad en sus propias manos
Las redes regionales, nacionales y mundiales creadas por grupos de mujeres están creciendo en fuerza y en impacto. Estas redes, como la Red regional del Pacífico contra la violencia contra la mujer, the Women, la Red Africana para el Derecho y el Desarrollo, el Foro de Asia Meridional contra el tráfico de personas y muchos otros, han llegado a desempeñar un papel primordial en la lucha por concienciar a las distintas comunidades y conseguir un cambio positivo aquellas actitudes y prácticas relacionadas con la violencia de género. Estas redes han inspirado una amplia gama de campañas que han hecho de este tema un centro de atención. En los años 80, el Día internacional contra la violencia contra la mujer se encontraba entre las primeras campañas organizadas y se celebraba todos los años el 25 de noviembre en toda América Latina para honrar a las hermanas Mirabel, tres activistas políticas asesinadas. En 1999, las Naciones Unidas se unieron a la campaña designando el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. La campaña Los 16 Días de Activismo contra la Violencia de Género es otro símbolo del movimiento mundial de mujeres y de las redes que buscan el fin de la violencia de género. Está coordinada por el Centre for Women's Global Leadership y trabaja desde el 25 de noviembre hasta el 10 de diciembre (Día de los Derechos Humanos). Involucra a cientos de organizaciones de todo el mundo en actividades como programas en los medios de información, manifestaciones, conferencias, exhibiciones y representaciones.
Algunas agencias de la ONU también se han unido a las ONGs y a los gobiernos para llevar a cabo campañas regionales que conciencien a las comunidades y las lleven a la acción. El UNIFEM, haciendo gala de su profundo compromiso con la erradicación de la violencia contra la mujer, ha liderado la coordinación de varias campañas interinstitucionales de la ONU llevadas a cabo a escala regional en los últimos años en África, América Latina, Asia y la región de la CEI. El UNIFEM también encabezó la organización de una videoconferencia mundial sobre el fin de la violencia de género en 1999. La conferencia, una revolucionaria colaboración entre las instituciones de la ONU unió cinco lugares (Estrasburgo, Nairobi, Nueva Delhi, la ciudad de México y Nueva York) para hablar sobre estrategias innovadoras para tratar el tema a escala mundial.

La respuesta de la comunidad internacional
El cambio radical de las normas, leyes, políticas y prácticas relacionadas con el tema, ha ido emparejado con las respuestas de la comunidad internacional. Esto ha facilitado el reconocimiento de la violencia contra las mujeres como un abuso contra los derechos humanos.
La Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW), celebrada en 1981, reconoce la violencia contra la mujer como una forma de discriminación especialmente atroz que debe ser erradicada. Los Estados que tomaron parte en la Convención tienen la obligación de usar todos los medios apropiados para eliminar la discriminación contra la mujer. Otras declaraciones de política internacional dirigidas a terminar con la violencia son la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer adoptada por la Asamblea General de la ONU en 1993 y la Plataforma de Acción de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Beijing en 1995. Ambos documentos definen la violencia de género como una violación de los derechos de la mujer y como una forma de discriminación que impide que la mujer participe plenamente en la sociedad y realice su potencial como ser humano. Así mismo, dichos documentos comprometen a los firmantes (los Estados Miembros de la ONU) a llevar a cabo acciones para proteger a las mujeres y las niñas.

El reto: ni un minuto más
Se ha progresado en la concienciación de la magnitud del problema. Sin embargo, a pesar de este progreso, el mundo de hoy no es más seguro que el de hace dos décadas. Hay una violencia creciente en las sociedades en general y una continuo alejamiento entre los compromisos políticos y los recursos necesarios para llevarlos a cabo. Las intervenciones contra la violencia no serán eficaces hasta que el nivel de los recursos se equipare al de la magnitud del problema.
La violencia contra la mujer es actual, generalizada, sistémica e incluso autorizada. El reto más importante sigue siendo pasar de la conciencia de que se trata de una violación de los derechos humanos y un delito a hacer de la violencia de género algo inaceptable para la sociedad y contrario a sus normas. Los gobiernos, las ONGs, la sociedad civil, el sector privado y los organismos internacionales deben trabajar juntos para enfrentarse a este reto de forma competente y para aportar la voluntad política, el compromiso y el valor para erradicar esta laceración de la vida humana.
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ANCIANOS Y DIÁCONOS EN LA TRADICIÓN REFORMADA: MINISTERIOS DE AUTORIDAD Y SERVICIO (II)
Esta división del trabajo intentaba, en primer lugar, trasladar las enseñanzas de la Biblia al plano concreto de la vida eclesiástica. Por otra parte, la disciplina eclesiástica quedaba en manos del Consistorio, lo cual implicó restarle al Estado dicha función. Calvino estaba convencido de que la disciplina era una variante de “la cura de almas”, de ahí que representó un gran triunfo para el Consistorio obtener el poder de la excomunión que en otros países protestantes europeos siguió siendo prerrogativa del poder secular. Además, las Ordenanzas afirmaron el principio de un gobierno eclesiástico (polity) en donde el clero y los laicos compartirían la autoridad. El documento fue revisado en 1555 y en 1561 alcanzó su versión definitiva. Por supuesto, Calvino también desarrolló el asunto en el libro cuarto de la Institución de la religión Cristiana.
En opinión del doctor Salatiel Palomino, este reglamento eclesiástico fue mucho más que un documento dirigido sólo a orientar la vida de la Iglesia: “Las Ordenanzas contienen el proyecto que Calvino tenía en mente para la Reforma espiritual de la iglesia en Ginebra, pero revelan mucho más que un proyecto religioso. Constituyen el germen de un enorme proyecto global de promoción humana que incluye la transformación entera de la realidad social, política, moral, educativa y económica de toda la comunidad ginebrina”. Este autor destaca tres notas para evaluar la importancia y proyección de este documento de orden eclesiástico:

La primera tiene que ver con el importante papel del liderazgo pastoral en esta histórica empresa. Siendo una enorme tarea de carácter eminentemente espiritual, la Reforma exigía la contribución de los líderes religiosos de manera muy destacada. Sin embargo, este liderazgo no solamente habría de tocar la vida interna de la iglesia, sino que abarcaría inevitablemente dimensiones sociales y políticas. Los pastores de Ginebra no evadieron la responsabilidad y ejercieron brillantemente su papel auténtica y sanamente protagónico como figuras públicas de primerísima importancia en el escenario total de la ciudad, tal como la ocasión lo requirió. La segunda nota destaca la interdependencia de las esferas pública, privada y religiosa en este diseño. Como hemos dicho anteriormente, la sociedad medieval se caracterizó por la estrecha relación y el íntimo intercambio entre el poder político, la institución religiosa y la sociedad civil. El genio de Calvino consistió en que pudo articular de manera eficiente los vínculos entre todas estas instancias que, organizados y puestos en marcha adecuadamente, explican en parte el éxito de la reforma ginebrina. Finalmente, las Ordenanzas ponen de manifiesto el papel estratégico del ministerio del diaconado eclesiástico para llevar a la práctica las dimensiones de justicia y compasión inherentes al evangelio. En Ginebra, los sectores marginados, los pobres, enfermos y desempleados, así como los inmigrantes extranjeros y los refugiados, constituyeron el objeto central de los beneficios del sistema de recaudación y distribución de riquezas. Con este logro no solamente se eliminó la miseria crónica que caracterizaba a las masas populares en la Edad Media, sino que hizo de Ginebra la ciudad ordenada que conoció el siglo XVI.
(LC-O)

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